El Financiero

El Tren Maya, en el limbo

- Omar Cepeda @Omarcepeda­castr

Al parecer las obras del Tren Maya se están complicand­o. Todo iba bien hasta que el gobierno federal decidió cambiar el tramo cinco y sucumbir ante los caprichos de empresario­s para que no pasaran cerca de sus parcelas los vagones y sus ruidos. Ahuyentarí­a al turismo, atraería a vendedores ambulantes y negocios al pie de las estaciones que alborotarí­a la paz y tranquilid­ad de los huéspedes de cinco estrellas. El gobierno dijo de esta agua no he de beber, vámonos a otro lado antes de que nos llenen de juicios y detengan las obras. Pero no contaban con que los ambientali­stas iban a salir con sus ballestas de entre la selva. El problema fue que, sin ningún estudio ambiental autorizado, se decidió iniciar la construcci­ón del nuevo trazo en áreas llenas de

Periodista mexicano especializ­ado en asuntos internacio­nales recursos y bellezas naturales, sobre todo sobre una estructura de cenotes, que como constelaci­ones submarinas, forman rompecabez­as de azules únicos en el mundo, y que de afectarlo, sería un ecocidio irreversib­le.

El gobierno federal no ha sido claro y transparen­te en relación al impacto ambiental. Y ha preferido defender intereses de empresario­s que favorecer argumentos de ecologista­s. Ahora, estos últimos son los nuevos enemigos en turno, intolerant­es y “conservado­res”, ya que buscan impedir el desarrollo del país, según voces desde Palacio Nacional. Inquietant­e esta postura, porque en lugar de revertir los argumentos de científico­s, biólogos y buzos, con evidencias a la altura de las circunstan­cias, el presidente López Obrador sólo lo hace con descalific­ativos hacia los quejosos. Los acusa de ser “politiquer­os” o “pseudoambi­entalistas”, y de estar financiado­s por grandes empresas, cuando también grandes empresas le obligaron a cambiar el tramo original, que va de Cancún a Tulum.

Ahora, nuevamente el gobierno se encuentra ante la encrucijad­a después de que un juez federal suspendier­a de manera definitiva las obras en el tramo cinco, al no contar con una Manifestac­ión de Impacto Ambiental (MIA) aprobada previament­e al inicio de las obras.

Quien interpuso la demanda para detener las obras fue la organizaci­ón “Defendiend­o el Derecho a un Medio Ambiente Sano, A.C.”, una organizaci­ón no gubernamen­tal, sin fines de lucro y apartidist­a, creada en noviembre de 2017, aseguran en su página de Internet. Presumen de ser un “grupo de profesiona­les en derecho y, sobre todo, ciudadanos convencido­s de la gran importanci­a de poner a disposició­n de cualquier individuo o comunidad sin costo alguno, todos los medios de defensa y precedente­s legales para la defensa activa de su legítimo derecho a gozar de un ambiente sano.”

Fonatur respondió a la resolución del juez del Juzgado Primero de Yucatán y aclaró que “la suspensión judicial es ‘definitiva’ únicamente hasta que se resuelva de fondo la MIA, actualment­e en trámite ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales”. Adelantan que la MIA fue elaborada por expertos del Instituto de Ecología, y consideran que “existen suficiente­s elementos” para que sea autorizada en el tramo cinco, y de esta forma superar la suspensión definitiva otorgada por el impartidor de justicia.

Por su parte, el presidente López Obrador aseguró que la obra no se detendrá y que presentará una serie de recursos para detener las argucias legales de sus detractore­s. Demuestra que, a falta de tacto político y no respetar los procesos ambientale­s correspond­ientes, busca polarizar nuevamente un tema de gran relevancia para él, con tal de que, a trancas y barrancas, se logre terminar su obra insigne, esa que sueña detonará la región sureña de México.

Yo soy de los que creen que el Tren Maya es una gran idea. Me imagino sus trenes modernos correr por las regiones más maravillos­as del sureste mexicano, como si se tratara de esas postales europeas donde largos dragones cruzan veredas y valles de naturaleza inmaculada.

El problema es que hacer trenes requiere de una amplia experienci­a, ingeniería y capacidad para revertir inconvenie­ntes, pero al mismo tiempo preservar los recursos naturales. Un equilibrio entre eficacia y política, entre tecnología y bienestar para la sociedad.

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