Sembrando Vida, incentivo para arrasar con terreno boscoso
Talar su hábitat o no recibir los ingresos que tanto necesitan, el dilema
En la península de Yucatán, Sembrando Vida, el proyecto ambiental insignia del presidente Andrés López Obrador, está relacionado simultáneamente con la destrucción generalizada y la regeneración. “Esto es lo que hace Sembrando Vida”, dijo José, un campesino local, pateando un tronco negro. Pidió no revelar su apellido por temor a perder los fondos del gobierno por criticar el programa.
Los lugareños indican que el sistema incentiva a los campesinos a arrasar con terreno del bosque para prepararlo para la siembra. La incertidumbre también abunda sobre el estado legal de las parcelas replantadas, lo que significa que no hay garantía de que los agricultores puedan cosecharlas, por lo que para algunos hay poca motivación para cuidar de estas nuevas siembras. Sembrando Vida paga actualmente a cerca de 420 mil agricultores una suma de 4 mil 500 pesos al mes por plantar árboles, según el gobierno. El objetivo es reforestar un poco más de un millón de hectáreas de terrenos deteriorados en todo México y cultivar más de mil millones de plantas para finales de 2021.
Ese éxito puede haber tenido su costo, según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), una organización ambiental sin ánimo de lucro que ha trabajado con el gobierno mexicano para monitorear los resultados del proyecto.
El WRI, con sede en Washington, estima que el programa pudo haber causado la pérdida de casi 73 mil hectáreas de cobertura forestal en 2019, su primer año completo, según un estudio basado en imágenes satelitales que fue compartido con “Bloomberg News”.
El sistema de pagos ha creado un dilema para las comunidades que han vivido en estos bosques durante siglos: talar su hábitat o no recibir ingresos que tanto necesitan. Antonio, quien pidió ser identificado sólo por su nombre por temor a las repercusiones, mostró dónde él y sus familiares habían despejado una densa zona de árboles que incluía tzalám, o nogal caribeño, y chacá roja, comúnmente conocida como gumbo-limbo, para tener derecho a los pagos.
No todo está perdido aún. José Iván Zúñiga, gerente del equipo forestal de WRI México, aplaude la ambición del gobierno y dice que el problema era la prisa por implementar. Si ahora se hace bien y se mantiene hasta 2030, el programa podría capturar de dos a tres veces el carbono que se perdió al principio, dijo.