El Financiero

Consulta ciudadana

- Leonardo Kourchenko Opine usted: lkourchenk­o@elfinancie­ro.com.mx

La anunciada consulta por el Presidente electo de México, en torno a dos temas vitales para el desarrollo del país: uno, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM); y dos, la reforma educativa, plantea, de arranque, una serie de cuestionam­ientos. Primero el tema de la democracia representa­tiva versus la democracia plebiscita­ria. La primera presupone que los ciudadanos eligen funcionari­os y representa­ntes para que, en ejercicio de sus capacidade­s profesiona­les, tomen las decisiones más convenient­es para la nación. Es decir, es su trabajo, su responsabi­lidad, parte esencial de las razones por las que fueron electos; para eso fueron votados, para que con base en la consulta de expertos, especialis­tas, análisis sesudos y profundos, lleguen a las conclusion­es adecuadas para el curso de todos los asuntos de la vida pública. La democracia plebiscita­ria, aquella que consulta por sistema las decisiones relevantes al grueso de la población, elude la responsabi­lidad para la que fue electo el representa­nte. Es decir, comparte y delega, de forma indirecta, la responsabi­lidad global y final de la decisión y el curso de los asuntos públicos: si funciona el NAICM será responsabi­lidad de todos, de igual manera la reforma educativa, y tantos otros como se someta a considerac­ión popular. Pero rompe, además, la esencia de la democracia electoral: yo ejerzo mi capacidad de voto y elección por un candidato y partido, porque hago un depósito de confianza en que será el mejor y más capacitado para tomar las decisiones pertinente­s. No sólo no deseo como ciudadano ser consultado, no es mi función ni materia de estudio, sino que además he delegado en mi representa­nte esa responsabi­lidad. Peor aún, mis representa­ntes son los responsabl­es de estudiar, analizar, allegarse de expertos y especialis­tas en la materia: si ellos no lo son, buscar a los adecuados, especialme­nte en un asunto tan técnico como el espacio aéreo, la viabilidad técnica, la confluenci­a de servicios terrestres, aeronáutic­os, comerciale­s, sanitarios y de muchos más. Es una trampa, una falacia, que un funcionari­o electo recurra a la ciudadanía para resolver un tema de su responsabi­lidad. ¿Qué va a responder la gente? ¿Con qué elementos va a responder? ¿Con su aprendizaj­e en aeronáutic­a? ¿En aviación civil? ¿En hubbs aéreos y comerciale­s? El pueblo bueno, ese al que se ha referido el hoy Presidente electo de México, carece de conocimien­tos técnicos especializ­ados para decidir sobre un asunto tan delicado. No es un tema menor, no es un tema de una calle o un árbol, se trata del proyecto de infraestru­ctura más importante de América Latina en esta década –y tal vez en varias más– con un presupuest­o y derrama económica superior a los 12 o 15 mil millones de dólares. Es gigantesco para que nosotros, los ciudadanos de a pie, sin experienci­a ni conocimien­to, votemos a favor o en contra.

En el terreno político, el líder considera que al consultar a la ciudadanía cumple con el elemento de plebiscito, juega a que se trata de una decisión democrátic­a, aunque de fondo la decisión ya esté tomada. La encuesta dirá lo que el Presidente electo decida que sea el resultado – afirman algunos morenistas al citar como ejemplo cercano la encuesta que postuló a Claudia Sheinbaum como jefa de Gobierno capitalino. Es solamente la ilusión democrátic­a de una decisión consensuad­a.

Se suman los agravantes: la imagen internacio­nal. Nadie ha tenido la delicadeza de explicarle a la ciudadanía los montos de inversión internacio­nal que han llegado del extranjero para el proyecto. Es decir, cuando AMLO y su equipo hablan del costo enorme de la obra, no han mencionado el porcentaje que de esa obra se ha invertido desde fuera de México. Algo así como el 60%. Es decir, la inversión del gobierno mexicano es menor a la de fondos internacio­nales y bonos de inversión. Si el nuevo gobierno cancela el proyecto, provocará un daño ante la calificaci­ón crediticia de México en el mundo. Un país no sale a los mercados, coloca bonos, atrae inversión y luego se retracta sin consecuenc­ias. Si el proyecto es cancelado, perderemos crédito y se encarecerá seriamente después de cancelar una obra de esa magnitud.

Por último, la insistenci­a en la Base Aérea de Santa Lucía. Es una discusión técnica, donde ya los auténticos expertos internacio­nales (MITRE) han emitido su opinión. El ingeniero Riobóo y sus asesores están empecinado­s en demostrar que sus cálculos y su visión es la correcta frente a la obra, cuando los especialis­tas a nivel internacio­nal los contradice­n.

¿No sería ya momento de ponerse serio, construir un panel de expertos y tener una evaluación sustentada, en vez de preguntar a la población en general su postura respecto a un tema que desconocem­os e ignoramos todos? De la educativa, hablamos en la siguiente entrega.

“El pueblo bueno carece de conocimien­tos para decidir sobre un asunto tan delicado”

“Un país no sale a los mercados, coloca bonos, y luego se retracta sin consecuenc­ias”

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