¡Cuidado con una inflación al estilo Venezuela!
La hiperinflación en Venezuela y la medida de quitarle cinco ceros a la moneda me hace recordar el proceso de crecimiento de los precios a finales de los ochenta en México, el cual dejó importantes lecciones para la administración de las finanzas personales. Aún cuando queda en el terreno de la historia económica, no debemos olvidarlo para evitar que algún gobierno irresponsable nos conduzca de nuevo a esa encrucijada.
Vivir con inflación de un dígito como la actual, simplifica las decisiones y permite que el aumento de los precios no sea una variable que interfiera con las transacciones cotidianas; sin embargo, este rubro llegó a registrar en febrero de 1988 la mayor tasa anual en la historia, con 180 por ciento. Les comento algunas repercusiones al respecto.
1.- En aquella época era complicado comprar, las tiendas vinculaban el costo de la mercancía a la cotización del dólar en el momento exacto de la transacción. Si el establecimiento dejaba de hacer este procedimiento corría el riesgo de tener fondos insuficientes para resurtir.
Si uno regresaba al día siguiente, el producto ya había subido de valor. Con facilidad se perdía la referencia de si estaba “caro” o era una “ganga”. Regularmente había escasez de ciertos bienes por estas circunstancias.
2.- Imposible hacer planeación financiera. Los salarios iban detrás de la inflación, implicando la pérdida constante del poder adquisitivo. De hecho, los ajustes al mínimo empezaron a realizarse de forma trimestral.
3.- Las tasas de interés desorbitantes provocaron una ilusión monetaria porque las personas que vivían de sus réditos se sentían “afortunadas” al recibir un rendimiento alto, pero su capital en términos reales caía y terminaba desapareciendo.
4.- Las tasas a las cuales prestaban los bancos eran también tan altas que se convertían los créditos en impagables por la rigidez de los salarios.
5.- Las empresas tenían mayores utilidades por medio de sus tesorerías que por sus áreas de producción y estaban afectadas por la caída de la demanda. De hecho, generó un periodo de “estanflación”, es decir inflación con recesión. Los hacedores de la política económica aprendieron de este proceso y han podido sostener un nivel razonable de crecimiento en los precios. Evitemos que esto vuelva a ocurrir y para ello se requiere un Banco Central autónomo que tenga un sólo objetivo: bajar la inflación. Además, que el gobierno sea responsable con el manejo de sus finanzas públicas.