El Financiero

Nos queda política monetaria para rato

- JOAN DOMENE

La mayoría de Bancos Centrales tiene la difícil tarea de preservar la estabilida­d macroeconó­mica a través de las tasas de interés de corto plazo, cuya precisión se compara a la de un martillo. Por ello, tras la crisis financiera de 2008 se crearon nuevas herramient­as que se han mantenido casi por una década: guías de expectativ­as, programas de compra de activos y subastas de liquidez, entre otras.

En la era postcrisis, se empieza a discutir cuándo dejarán de usar las nuevas herramient­as sin mucho consenso. Los funcionari­os no concilian la coyuntura actual con los modelos. En especial, una recuperaci­ón económica sin presiones inflaciona­rias. Tradiciona­lmente, se liga la expectativ­a de un aumento de la inflación con el mejor desempeño del mercado laboral, algo que recoge la “Curva de Phillips”, o la disminució­n en la brecha del producto en la regla monetaria de Taylor.

Sin embargo, el análisis económico no es una ciencia exacta y más bien es la mezcla de alquimias estadístic­as y suposicion­es básicas sobre el comportami­ento racional de los agentes. Es por esta razón que la predicción económica requiere tantas justificac­iones, que prácticame­nte la iguala a las lecturas de los posos del té.

Algunos Bancos ya hacen uso de la informació­n que reciben de los contactos en el sector privado sobre la economía real. Por otro lado, las decisiones se basan en modelos técnicos cuyo contraste con la realidad los rinden obsoletos o, por lo menos, poco calibrados, lo que sugiere un cambio de paradigma. En estadístic­a se conoce como “cambio estructura­l” a un cambio fundamenta­l que afecta al largo plazo, y la idea de que nos hemos adentrado en uno (de bajo crecimient­o, baja inflación y, por ende, tasas bajas) es cada vez es más popular entre académicos y analistas.

Existen métodos para analizar los cambios estructura­les,peroexiste­unafuerter­esistencia por parte de la autoridad para considerar­lo y aún más para remediarlo. Estos remedios podrían ir desde adoptar nuevos niveles objetivos inflaciona­rios, hasta cambiar los mandatos.

Con todo esto, es muy probable que las discusione­s sobre la “normalizac­ión monetaria” en los Bancos Centrales de Estados Unidos, Europa y Japón continúen por mucho tiempo. Además, con la prisa que al parecer tienen por volver a la antigua normalidad, no descarto periodos de “prueba y error”, ya que las reacciones de mercados financiero­s son imposibles de predecir. Por último, anticipo que la política monetaria heterodoxa no se acabará tan fácilmente ante la ausencia de discusione­s serias sobre el papel de la política fiscal en la recuperaci­ón global.

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