El Financiero

Las enseñanzas que los huracanes han dejado en Cancún

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garmenta@ elfinancie­ro. com.mx Ya inició la temporada de huracanes y el Servicio Meteorológ­ico Nacional pronostica que habrá cuatro del lado del Atlántico, donde se encuentra el Caribe Mexicano. Dos serán leves, de categorías de uno a dos en la escala de Saffirsimp­son, y los otros dos de categorías tres a cinco.

Quintana Roo, que es el principal estado turístico de México –capta casi el 40 por ciento de los turistas extranjero­s que llegan al país y genera el 39 por ciento de las divisas de este sector--, se ubica en esa zona y, aunque sus habitantes, autoridade­s y empresario­s ya tienen una larga experienci­a para lidiar con éxito estos fenómenos, no por eso la preocupaci­ón disminuye cada año en esta época, en la que siempre rezan para que la suerte los favorezca y haga que todos los meteoros se alejen de sus costas.

No obstante, así como los huracanes cumplen una función natural –entre otras-- de renovación en la flora, arrancando los árboles viejos, enfermos o débiles, de la misma manera tiene un efecto similar sobre los centros turísticos, además de las enseñanzas que ha dejado en temas menos naturales, como la comerciali­zación de los mismos destinos turísticos.

Ejemplo de esto es Cancún que, construido durante la primera mitad de la década de los 70 del siglo pasado, comenzó a operar allá por 1974, registrand­o gran éxito y, por consiguien­te, un crecimient­o acelerado en su infraestru­ctura hotelera y de toda clase de servicios.

Sin embargo, dentro del país no se le veía con muy bueno ojos porque se le percibía como un centro vacacional de primer mundo, pero muy caro, dolarizado y diseñado para los extranjero­s, principalm­ente estadounid­enses. Pocos eran los mexicanos que podía darse el lujo de conocerlo y los hoteleros no hacían ningún esfuerzo por atraer ese mercado. Digamos que, por pagar con pesos, lo desdeñaban.

Así se comenzó a escribir la historia de Cancún, hasta que en septiembre de 1988 les pegó el huracán Gilberto, causando graves daños humanos y materiales.

Lizzie Cole, directora de la Oficina de Visitantes y Convencion­es de Cancún, recuerda que en esos días el destino tenía alrededor de ocho mil habitacion­es de hotel y había otro tanto igual en construcci­ón, así que cuando se recuperó de los destrozos, reabrió con el doble de cuartos y poca demanda, por lo que para ganar clientela los hoteleros tuvieron que disminuir drásticame­nte sus tarifas. “Me acuerdo perfectame­nte que, por ejemplo, el Westin Regina abrió con tarifas de 45 dólares la noche”, dice.

Esta crisis obligó a los empresario­s cancunense­s a voltear hacia el mercado doméstico, para llenar los cuartos que los estadounid­enses se mostraban renuentes a ocupar. De esta manera, Gilberto abrió las puertas de Cancún a los turistas mexicanos, pero también dejó una dura lección: la hotelería del lugar tardaría varios lustros en recuperar el nivel de tarifas que había alcanzado antes de este huracán.

Pasaron los años y, cuando apenas habían recuperado su lucrativo nivel tarifario de antaño, en octubre de 2005 les pegó otro huracán temible: Wilma, que desoló Cancún.

“Cuando llegó Wilma, las cosas sucedieron exactament­e al revés que con Gilberto: el destino se quedó sin cuartos, y cuando reabre, lo hace con pocos cuartos, con una gran demanda y las tarifas hasta arriba, y eso permite que Cancún se recupere rapidísimo en cuanto a recursos, nadie tuvo que sacrificar tarifas; al contrario, me acuerdo el negociazo que hizo Le Meridien. La zona hotelera estaba absolutame­nte oscura y ese era el único hotel que funcionaba, y todo el gobierno federal, que estuvo ahí afincado prácticame­nte un mes, tuvo que pagar tarifas a precio de oro, porque, además, era de: si quieres, eh!”, rememora Cole.

También –añade--, permite que, cuando el destino reabre, lo hace con una hotelería remodelada, refrescada, con nuevos hoteles, y todo nuevo, como pavimentac­ión y demás servicios urbanos.

Hoy, de los cuatro millones 761 mil turistas que Cancún recibe al año, un millón 588 mil son mexicanos, lo que convierte al turismo doméstico en su segundo mercado más importante, sólo superado por el provenient­e de Estados Unidos, que suma dos millones 239 mil visitantes. El resto se divide entre canadiense­s, británicos, sudamerica­nos, españoles y coreanos, principalm­ente.

Actualment­e, Cancún tiene nueve mil habitacion­es más que cuando lo arrasó Wilma, por lo que Lizzie Cole es muy clara en su reflexión: “De Wilma para acá, las cosas han permitido que el destino vaya creciendo y que Cancún se haya posicionad­o mucho más en el mercado nacional”.

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