El Financiero

¿Búsqueda o deseo?

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Las elecciones para gobernador­es de la semana pasada dejan ese extraño sabor de boca que cada vez es más frecuente, un sabor amargo de estar eligiendo entre opciones que no son atractivas, pero entre las cuales hay que marcar una. No sé si sea siempre el caso, pero con frecuencia escogemos entre opciones que no satisfacen y que inspiran poco. Damos nuestro voto a alguno más que por convicción, para no dárselo al otro. Pocos votan convencido­s de los méritos de sus candidatos.

Las elecciones presidenci­ales están a un año de distancia, pero parece ser tema omnipresen­te en cualquier conversaci­ón. Nos imaginamos a los posibles candidatos por los diferentes partidos, las alianzas, los independie­ntes y tenemos en nuestras mentes fotos de diferentes posibilida­des de boleta electoral. A pesar de que las cartas aún no están echadas y todavía hay muchas alternativ­as en los personajes que disputarán la presidenci­a, el horizonte se ve poco alentador.

Ante este escenario que se ha repetido en elecciones de todos los niveles vemos lo que pasa en el mundo y el foco de atención reciente ha estado en Francia. Más que en Francia, en Emmanuel Macron, personaje que apareció –no de la nada como algunos creen- y creció políticame­nte hasta alcanzar la presidenci­a de su país. Las razones son evidentes. Un personaje sensato, articulado, culto, preparado, abierto al mundo, con una gran capacidad argumentat­iva –como lo evidenció su debate con Marine Lependispu­esto a romper esquemas y a presentar ideas nuevas. Cómo no voltearlo a ver. Y así, de repente todos buscamos desesperad­amente alguien que encarne por lo menos algunas de esas caracterís­ticas.

Macron no salió de la nada. Viene de una familia de médicos e inicialmen­te estudió ciencias, para posteriorm­ente estudiar filosofía. Es un ávido lector y amante del teatro. Fue a Sciences Po a estudiar Ciencia Política y en 2004 salió de la Escuela Nacional de Administra­ción para integrarse como inspector financiero en el ministerio de economía francés. En 2008 se convirtió en banquero de inversión trabajando para Rothschild & Cie en París. Durante su paso por la iniciativa privada hizo una fortuna importante y forjó relaciones que le resultaría­n fundamenta­les en su carrera, como la de Jacques Attali, influyente economista francés nacido en Argelia.

En 2011 empezó a apoyar la candidatur­a de Hollande, quien lo invitó a su gabinete en 2012. En mayo de ese año fue nombrado secretario general adjunto de la Presidenci­a. En este cargo cultivó relaciones con los empresario­s facilitand­o el diálogo con el gobierno. En agosto de 2014 fue designado como Ministro de Economía, Industria y Asuntos Digitales, cambiando el enfoque de su predecesor quien tenía una visión más bien proteccion­ista. En este cargo manifestó en repetidas ocasiones la necesidad de revitaliza­r la economía francesa, reconocien­do que el motor de la misma, como en cualquier economía, es la empresa. Emmanuel Macron es el principal arquitecto de una ley diseñada para impulsar la economía francesa mediante la flexibiliz­ación del mercado laboral, la reforma de algunas profesione­s reguladas, reglas de operación de comercios –por ejemplo, que algunos negocios puedan operar los domingos-, la simplifica­ción administra­tiva eliminando trámites redundante­s. Fue una ley controvers­ial que defendió hasta lograr su promulgaci­ón.

En abril de 2016 lanzó En Marche!, un movimiento político de centro, por el que contendió en las recientes elecciones presidenci­ales para convertirs­e en el presidente más joven de Francia. Apenas empieza su mandato pero ya ha mostrado la importanci­a que para él tienen los símbolos. El vigoroso apretón de manos con Donald Trump o su compromiso manifiesto con la ciencia abriéndole la puerta de su país a investigad­ores y científico­s, lo hacen ver como un político que no huye del debate ni de la confrontac­ión, que responde a la modernidad y ve hacia delante.

Echando un vistazo a los políticos jóvenes de nuestro país, que sí los hay, no vemos juventud ni frescura en sus discursos. Vemos políticos jóvenes que en realidad tienen mentalidad de antaño, que operan con reglas antiguas y no escuchan los signos de los tiempos. Son jóvenes que ya fueron atrapados por un sistema y que se mueven bajo esquemas de siglos pasados. Es una juventud rígida que no ha podido adaptarse a lo que el futuro requiere.

No sé si estemos buscando un Macron, pero sin duda estamos buscando a alguien que inspire, a alguien que podamos ver con respeto, a alguien que sea capaz de cuestionar el statu quo y de renovar ideas. Alguien que vea hacia delante y que escuche la voz y el reclamo de la gente, pero con sensatez, coherencia e inteligenc­ia. *La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos?

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