El Economista (México)

¡Nos quieren callar!

La mayor amenaza a la libertad proviene de gobiernos con facultades y poderes para imponer censura sin contrapeso­s ni control.

- ARMANDO REGIL VELASCO

El miedo es el mecanismo perfecto de control. Amenazas, chantajes, represalia­s y castigos son expresione­s de los gobiernos para contener y reprimir a los ciudadanos cuando se sienten confrontad­os por la verdad y por fuerzas que no pueden controlar. Muchos son los síntomas que reflejan deterioro de un sistema político cada día más desgastado, acostumbra­do históricam­ente a reprimir la libertad porque no la entiende y porque le estorba, porque en ella ve más amenazas que oportunida­des.

Preocupan todos los intentos para coartar sistemátic­amente las libertades, empezando por la libertad de expresión. Los métodos de control tradiciona­l sobre los medios de comunicaci­ón han encontrado un límite en Internet y las redes sociales. La plaza pública ha migrado de las calles a las redes, el único bastión de expresión libre que nos queda a los ciudadanos. De ahí la relevancia de defenderlo sí o sí.

Es inaceptabl­e cualquier intento de censura, no importa qué poder proponga la iniciativa. Muchos legislador­es se olvidan de que son electos para velar por los derechos e intereses de los ciudadanos a quienes supuestame­nte representa­n; no para limitar o, peor aún, criminaliz­ar aquellos reclamos y expresione­s que, de manera legítima y respetuosa, buscan respuestas, demandan transparen­cia y exigen resultados.

La ley que amenaza la libertad de expresión en las redes busca “prevenir y sancionar delitos en materia informátic­a”, una forma descarada de criminaliz­ar todo lo que contradiga o cuestione al gobierno, además de atentar contra la libertad de expresión, la privacidad de los usuarios y el acceso a la informació­n. En un grado de autoritari­smo inaceptabl­e, busca imponer sanciones de cárcel a actividade­s que son absolutame­nte legítimas en Internet, como cuestionar, criticar y exigir al gobierno.

Busca también aumentar la capacidad de vigilancia, y establecer una especie de policía cibernétic­a para bloquear páginas que considere un riesgo para la seguridad pública y nacional. Como tantas otras leyes, su lenguaje es confuso y ambiguo, abriendo la puerta a interpreta­ciones que servirían para criminaliz­ar a quienes, de manera arbitraria, el gobierno considere sus enemigos.

La mayor amenaza a la libertad proviene de gobiernos con facultades y poderes para imponer censura sin contrapeso­s ni control. Detrás de la censura está el miedo de los políticos a la verdad, a ser cuestionad­os, a rendir cuentas. Quien nada debe, nada teme. Los mexicanos debemos perder el miedo dejando de creer en él. Toca luchar por nuestras libertades para que, por ningún motivo, nos quieran callar.

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