Aniversario de la 4T, nada que celebrar
Cada cambio es complejo, pero algunos cambios son además radicales. Sólo falta echarse un clavado en la historia. Cuando Carlos Salinas le entregó la banda presidencial a Ernesto Zedillo se produjo un efecto dominó en el sistema político mexicano. Un auténtico cambio de élites donde no quedó títere con cabeza.
El golpe a la estructura fue tan estruendoso, que el salinismo tardó 18 años para recuperarse. Finalmente, en el 2012 Carlos Salinas regresó montado en la fuerza del grupo Atlacomulco para gobernar el país por casi un sexenio más con Peña Nieto al frente; pero la alianza duró hasta el 2018, cuando EPN rompió con el salinismo para entregarle el poder a López Obrador. Esta narrativa parece sacada de la Decena Trágica.
Hay de cambios a cambios. Fue más trágica la transición del Gobierno en 1994 que la transición de terciopelo –cómo fue bautizado el proceso del año 2000, donde Vicente Fox aparentemente logró vencer al partido hegemónico–. Zedillo no sólo quería a Salinas fuera, quería borrarlo del mapa político y reconfigurar el sistema político mexicano.
Hoy vivimos otro proceso, se trata de una sustitución de élites que todavía está muy lejos de ser un auténtico cambio para las clases vulnerables. Al contrario, el nuevo régimen posneoliberal o neonacionalista, tiende a cerrar oportunidades de escalar en la pirámide social.
En cuanto a las élites, la transición de la 4T es más tersa que la del 2000 y está lejísimos de sacudir a las élites como sucedió en 1994. AMLO ha dispuesto una transición de seda. Ni un pelo del copete le han tocado a Peña Nieto, ni se lo tocarán, prácticamente EPN es un héroe nacional para el nuevo régimen; cada día que pasa es más evidente la negociación entre AMLO-EPN; un acuerdo que haría palidecer el tratado de paz entre palestinos e israelíes.
Fue una elección inteligente de Peña Nieto, quien decidió sacrificar al salinismo y transferir la operación político-electoral a Morena y, a cambio, pasar a la historia como un demócrata. Le copió la tarea a Ernesto Zedillo. Un haikú japonés para cerrar esta idea: “Dos: AMLO, Peña; y hoy Salinas llora; pueblo duerme”
Sigo con la exposición. Entonces, la gran pregunta es si AMLO no perseguirá a EPN (como Zedillo a Salinas), ¿quién o quiénes serán los perros del mal en ese sexenio?
Según este primer semestre, la persecución se ha enfocado en la clase media trepadora que sostenía el sistema político mexicano; los jueces del Poder Judicial, los empresarios que licitaron en el aeropuerto fallido de la CDMX, los periodistas que son dueños de medios de comunicación, los burócratas de rango medio, los científicos que hicieron turismo académico, los artistas que son acusados de vivir del presupuesto, las organizaciones no gubernamentales que defienden los derechos humanos con dinero público y un largo etcétera que se encuentra en esa espesa capa social que se fue formando durante los últimos 40 años.
Ellos, quienes lograron escalar a la clase media gracias a fondos públicos, ahora son tachados como traidores de la patria; se les señala como los autores materiales de la desigualdad, porque se ocultaron y crecieron a la sombra de la élite para lograr privilegios. Y, entonces, el nuevo chivo expiatorio es la clase media a la que bautizaron como la “mafia del poder” que, poco a poco, se va configurando en la clase media, no en las élites.
Habrá algunos que se sientan defraudados, pero en la 4T hay argumento que valga frente a la cartilla moral que está al mismo nivel que la Constitución, con la diferencia que la cartilla moral solamente puede ser interpretada por AMLO. Así, los infieles que han pecado comiendo de la manzana del neoliberalismo se han ganado a pulso el destierro político y, por el contrario, quienes han sido santiguados por la 4T, han blanqueado su currículum y se ganan el paraíso del presupuesto.
En la nueva liturgia hay que romper los viejos moldes. Esta idea, en lugar de mejorar la administración pública tiende a empeorarla; el Gobierno de AMLO ha decidido ahorcar la operación para acabar con el fruto maldito de la “mafia del poder” que sale del presupuesto.
La estrategia no ha funcionado. Hasta ahora, el Gobierno no es más efectivo que los anteriores; la única diferencia que ha demostrado es que tiene otra jerarquía de principios –y no es nada nuevo–; pero en ningún país, en ninguna etapa de la historia se han logrado resultados positivos con buenos deseos.
Entonces, la transición –o mejor dicho transfusión– del PRI a Morena fue simplemente un “quítate tú para ponerme yo” y “te quito para después darte”, pero en el trayecto, van clausurando donde intuyen que puede estar la raíz de la “mafia del poder”; mochan donde existe la sospecha de que el presupuesto se usaba para escalar en la pirámide social. En resumen “rascan donde no pica”.
Y así se rompió la escalera. Parece que la fórmula hasta ahora es “si no hay para todos, que no haya para nadie”, pensando que “todos” son los demás y que la nueva élite en el Gobierno no entra en el supuesto de “nadie”. La austeridad es para los infieles, para la nueva élite no hay ahorro que valga. En la filosofía popular se explica con la frase “hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.
La prensa retrata sólo una parte de la realidad que es visible, generalmente la opinión pública evalúa al gobierno con las estadísticas –donde tampoco hay resultados por cierto–. Aunque AMLO siempre tiene otros datos.
Más allá de los números, en los intestinos del Estado hay una parálisis que se ha convertido en un secreto a voces. Los nuevos decisores están desmantelando la antigua lógica de la burocracia para imponer la moral de la 4T como paradigma, mejor dicho, como dogma.
Cortar, borrar, cerrar para provocar el caos y después soltar poco a poco para que todos sepan quien manda. Es el viejo truco del control financiero, que reproduce los mismos vicios que tantas veces denunciaron en las calles quienes hoy manotean en los escritorios.
Mientras tanto, AMLO sigue con una racha favorable en las encuestas de percepción. Lo que haga la 4T está bien y la mayoría le aplaude. Ese es el nivel de esperanza que tienen los mexicanos en el nuevo Gobierno pero, a pesar de eso, cada día que pasa sin resultados, estamos más cerca de que se cumplan los deseos de millones que votaron por AMLO bajo la premisa “que ya roben otros”.
Una reflexión de salida: en este contexto, en unos días se cumplirá el primer año de la histórica elección que llevó a México a una nueva era y todavía no hay nada que celebrar.