El Diario de Juárez

Confirman víctima de origen mexicano

- J. Jaime Hernández/el Universal ashington—

WJuan Espinoza, única víctima mexicana en la masacre en San Bernardino, era un buen trabajador y un buen compañero en el Departamen­to de Salud del condado de California.

Según testimonio­s de su familia, este inmigrante originario de Sonora, de 50 años, tenía una relación cercana con Syed Rizwan Farook, quien lo mató a él y a otras 13 personas el miércoles. De hecho, Juan fue el encargado de entrenar como inspector de restaurant­es a Farook cuando éste entró al Departamen­to de Salud.

Desde su residencia familiar en San Bernardino, donde su esposa y sus dos hijos se sienten “destrozado­s”, la muerte del cabeza de familia se ha convertido en un calvario de gestiones y declaracio­nes.

“Era un hombre honesto que trabajaba muy duro”, aseguró su hija Jerusalem Espinoza-mendoza, en una breve entrevista con el periódico local “The Orange County Register”.

“Siempre lo recordaré diciéndome que la educación es algo que nunca nos puede ser arrebatado”, añadió Jerusalem, quien hace poco se graduó con honores como especialis­ta en higiene dental en la Universida­d de Loma Linda.

Desde Ciudad Obregón, en México, la madre de Juan, María Ascención de Santiago Caro viuda de Espinoza, no ha parado de llorar desde que se enteró de la muerte de su hijo, quien emigró hace 26 años.

“¡Me lo mataron!… Y ni a quién reclamarle porque quienes lo mataron ya están muertos. No he parado de llorar. Se me ha ido mi brazo derecho”, dijo entre sollozos doña María, de 84 años y quien está a la espera de instruccio­nes de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y de la familia para poder viajar y dar sepultura a su hijo en California.

“Hace 26 años fue con su hermana que ya estaba allá. Trabajó y estudió mucho para progresar. Era mi hijo más pequeño —de un total de 12—. Mi brazo derecho. Se encargaba de mantenerme. Él veía por mí. Me mantenía. Ahora no sé qué va a ser de mí. Mis otros hijos tendrán que ver por mí…”, añadió doña María en una conversaci­ón con El Universal. Apenas el pasado martes, doña María había hablado con Juan. “Me habló para decirme que no iba a poder venir esta Navidad. Pero nunca me imaginé que sería para siempre. Nunca imaginé que me lo matarían y que ya no lo volvería a ver”, añadió entre sollozos.

A Juan Espinoza le sobreviven su esposa Sandra, de 47 años, y sus dos hijos, Jerusalem, de 25, y Jonathan, de 13.

Todos intentan sobreponer­se a la pérdida de quien era el principal sostén de la familia y fuente de inspiració­n para abrirse camino como inmigrante­s a base de trabajo y disciplina en EU.

Sandra pidió privacidad. La única en saber de la muerte de Juan era su hija Jerusalem. Jonathan aún no sabía que su padre perdió la vida en un incidente que el FBI caracteriz­ó este viernes como un “acto de terrorismo”.

Scott Wyatt, miembro electo del Distrito Escolar Unificado de la ciudad de San Bernardino, recordó a Juan Espinoza y relató que lo conoció a mediados de la década pasada, cuando él era instructor en la corte juvenil y Espinoza era agente de correccion­ales.

“Él era un tipo sencillo, tranquilo, una persona a la que no le gustaba llamar la atención, sólo le gustaba hacer lo que tenía que hacer”, dijo Wyatt con los ojos llorosos, durante una vigilia realizada ayer en recuerdo de las víctimas.

Tenía relación cercana con atacante musulmán

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Juan Espinoza

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