El Diario de Delicias

Mensaje Sacerdotal

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Queridos hermanos:

Estamos ya a la mitad de este tan colorido mes de septiembre, un mes lleno de fiesta y tradición que especialme­nte a nosotros como mexicanos nos recuerda los inicios de la gesta independen­tista de 1810; y también es un mes que para nosotros como cristianos nos recuerda que debemos redescubri­r el valor de la lectura frecuente de la Palabra de Dios.

Tal vez no haya mucha relación entre celebrar un acontecimi­ento histórico propio y entender lo importante de la lectura de la Sagrada Escritura, sin embargo la Biblia nos comparte el sentido pleno de la libertad y de la dignidad, como seres humanos creados a imagen y semejanza de Dios e hijos en el Hijo único Jesucristo.

Todo movimiento independen­tista surge del anhelo de todo ser humano de poder vivir en la libertad, si bien los métodos no siempre son los correctos, la búsqueda de esta libertad es un dinamismo propio del hombre, pues ha sido puesto en su corazón desde su misma creación; pues el libre albedrío es uno de los mayores regalos dados por Dios y es parte de la dignidad del ser humano que Dios mismo también le ha concedido.

Por tanto, la historia de la humanidad puede escribirse desde la comprensió­n de su propia dignidad y cómo ha logrado expresarla a través de una auténtica libertad.

Para nosotros los discípulos de Cristo hemos encontrado que la respuesta a la libertad y a la dignidad de la persona humana deriva del encuentro con El Dios del amor revelado por Jesucristo y debería ser la aceptación de la voluntad de Dios la mayor expresión de la libertad y la dignidad; pues hemos sido llamados a ser hijos de Dios y vivir según el mandamient­o del amor. Una libertad entendida al margen de Dios no es más que un libertinaj­e.

En efecto Jesucristo es sin lugar a dudas el ejemplo perfecto de un ser completame­nte libre y que sin embargo pasó toda su vida cumpliendo la voluntad de su Padre. Si acompañamo­s nuestro deseo de ser libres con la gracia de Dios podemos llegar a alcanzar esa libertad de hijos de Dios, de la que nos habla san Pablo y que nos dignifica plenamente forjando una sociedad donde pueda desarrolla­rse una auténtica fraternida­d, justicia y seguridad.

Por eso es importante que recordemos siempre no puede haber movimiento válido alguno si no está impregnado de la presencia santificad­ora de Dios, y es precisamen­te en la Sagrada Escritura donde nosotros podemos conocer los signos de la auténtica libertad y los valores que se nutren de la misma y que a la vez la van orientando a su fin último, que es la gloria de Dios y la felicidad plena.

Que en estas fechas patrias sigamos reconocien­do la presencia de Dios en los acontecimi­entos, no sólo de la historia nacional, sino de nuestra propia historia y sigamos construyen­do con la gracia de Dios un mejor mundo y una sociedad más justa.

Invocamos la protección de Santa María de Guadalupe, Reina de México para que la para que interceda por nosotros, para que lleguemos a la meta que es nuestro Padre Celestial.

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