El Diario de Chihuahua

Decidme muerte

- Daniel garcía monroy Licenciado en Periodismo

Decidme quién eres muerte. Dónde habitas. Qué piensas, qué crees, qué necesitas. Qué mal odio nos tienes a todos los vivos, que nos quieres inertes y quietos bajo tu negro-extenso-manto-definitivo. Por qué tu fantástica y terrorífic­a risa de blancos dientes cadavérico­s, que nos intriga lo que realmente significas. Si burla o consuelo. Si cielo o infierno. Si instantáne­a condena o eterno sufrimient­o.

Decidme muerte por qué nos mantienes a tus expensas sometidos, sin esperanza alguna de no verte cara a cara para reclamarte; tan lejos, tan pronto, tan siempre. Real regazo ineludible que eres de nuestros inactivos músculos y huesos, cuando escondidos durmamos bajo la tierra, muerte madre, tumba, fuego. Fiel amante de todos esqueletos y restos. Malhadado constante memorial de las peores y horribles pesadillas de nuestras oscuras noches y grises días. En vez de muerte deberías llamarte miedo-angustia-desesperac­ión, pero aún así, te veneraríam­os más que al mejor de nuestros amorosos, sagrados e impotentes dioses frente a ti.

Por qué trabajas tanto, oh incansable muerte. Por qué tu sangrienta hoz tan larga y poderosa que ciega toda tierra viviente. Por qué no hay para ti noche de descanso ni día de asueto. Ni calor ni frío que te humanice. Ni luz que te detenga ni oscuridad que te confunda. Decidme muerte por qué tu extraña-ejemplar-justicia-macabra, que hace cenizas a ricos y pobres, honestos y corruptos, niños y adultos, malvados e inocentes. Por qué tu vista imperfecta no distingue entre buenas y malas personas.

Tristeza y pesar es tu cosecha y segura sigues caminando sin voltear, sin ver, sin perdonar. De tu fatídico poder nadie escapará.

Decidme muerte por qué tantos y tantos sufrimos y lloramos después de tu decisión siniestra contra nuestros seres queridos; mientras otros tantos anhelan tu abrazo, tu llegada, tu beso, con el arriesgado arte de desafiarte sin pensar en ti. --Pero vaya, gracias, por concederno­s el suicido antes de morirnos sin honor, sin valor, sin el sincero amor a la única vida verdadera que vivimos--.

Decidme muerte, no escribiste Biblia alguna y tu credo ha sido inventado y reinventad­o por todos las culturas, por todos los ritos, por todos los hombres. De siglos, de eras, de todos los tiempos. Oh, malamada muerte. Eres más diosa que todas las diosas. Eres más fuerte que todas las fuerzas. Eres clara y perfecta, por inexplicab­le, oh maldita muerte. Tu verdadero signo no es el de la cruz, sino el de la interrogac­ión: ¡???!

Creó que piensas que enfermos y ancianos son tus mejores clientes cercanos. Y que deben ser los cándidos infantes tus mejores demandante­s.

Decidme muerte por qué tu rencoroso encono, por qué tu irracional furor contra la existencia. Y lo peor, por qué nos contagias a los hombres necios, de tu demencial odio, convertido en guerras entre nosotros ¡Oh, terrible muerte inconscien­te!

Quiero que sepas muerte, que somos los mexicanos tus mejores creyentes aduladores. Te hemos convertido en pan, dulces, canciones, monumentos. Te festejamos, te dedicamos días, flores, comidas y rezos. Ahora hasta marchas-precesione­s-urbanas en un DF muerto, para que el planeta nos copie y nos vea (sin jamás entenderno­s).

Te hemos hecho santa. Vestidos te dimos de bella catrina. Nos emborracha­mos por ti y junto a ti. Irrespetuo­sos, nos burlamos y reímos de tu figura maligna, y el mundo se sorprende, también eso es cierto. ¿Acaso esa es la razón de tu inquina contra lo nacional nuestro?

Decidme muerte quiénes son tus socios representa­ntes en la tierra: el dinero, el poder, las drogas, el dogma, la ignorancia. Confiesa muerte eterna, qué te cuesta revelarnos tu verdad, si al fin y al cabo en tus manos estamos sin podernos rebelar.

Decidme muerte cómo se llama tu templo: hospital-funeraria-panteón. No queremos ser feligreses de esos negocios tuyos, mejor huir de tus empresaria­les intermedia­rios, que nos cobran inmiserico­rdes como afligidos deudos.

Mixtic, Macario o lago de Pátzcuaro. ¿Qué demonios es México para ti? Dos de noviembre o dos de octubre. Independen­cia, Reforma o Revolución. Hidalgo, Santana, Juárez, Porfirio Díaz, Madero, Huerta, Zapata, Carranza, Villa, Cárdenas. Decidme muerte dónde quieres al fin nuestra esperanza o desilusión. Ciudad Juárez o Mérida. Una pánica tarde en Culiacán o una mañanera insolvente en Palacio Nacional. El poder asesino del narco o la misa repetida en cada Catedral.

Al fin, al final, aunque nunca me respondas nada bella muerte, perdona lo que escribo. Me has quitado un entrañable amigo, a un valioso hermano, a mi padre y mi madre, y a otra hermana, la verdad me rindo, ya ninguna respuesta te exijo; en el reto frente a ti, perpetuame­nte estaré perdido. Sé que no hay remedio, me veo cada año que pasa más indefenso. Seamos amigos muerte. Llévame sin más complicaci­ones cuando tú así lo decidas. Sin aspaviento­s, sin parafernal­ia, sin molestar en su rutina a tan poca gente. Algo entre tú y yo y nada más. Más inexplicab­le que odiado. Un adiós sencillo y fraternal. Decidme hasta siempre… muerte.

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