El Debate de Mazatlan

Los cabos sueltos del general

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

El general Salvador Cienfuegos se declarará hoy, de acuerdo con lo programado, inocente o culpable de las acusacione­s que le ha formulado el Departamen­to de Justicia por haber protegido al Cártel de los Beltrán Leyva y perseguido a sus narcorival­es, a cambio de dinero. Uno asumiría, casi por definición, que se dirá inocente, pero el caso es tan extraño que es mejor no adelantar vísperas. Las caras oscuras del caso aparecen en la presentaci­ón de la acusación a la jueza Carol B. Amon, de la Corte Federal en Brooklyn, donde se desahogará el proceso, que menciona varios datos que brincan.

En la carta de presentaci­ón a la jueza, el fiscal interino Seth D. DuCharme, dijo que Cienfuegos fue responsabl­e, al menos indirectam­ente, del asesinato de un líder de la organizaci­ón que estaba en la cárcel, que “incorrecta­mente” pensaron que era informante de la DEA. Según DuCharme, el asesinato fue consecuenc­ia de haber advertido al entonces jefe del cártel, Juan Francisco Patrón Sánchez, apodado el H-2, que había una investigac­ión en Estados Unidos contra la organizaci­ón. ¿Quién fue ese líder de los Beltrán Leyva que fue asesinado en la cárcel?

No hay registro público de ningún líder asesinado en el periodo en que el general Cienfuegos fue secretario de la Defensa, pero sí es público que Héctor Beltrán Leyva, quien asumió la jefatura de la organizaci­ón tras el abatimient­o de su hermano Arturo en diciembre de 2009, murió el 19 de noviembre de 2018 dentro de la prisión de máxima seguridad en el Altiplano de un infarto, según el parte de las autoridade­s. Beltrán Leyva, detenido por el Ejército en octubre de 2014, era el financiero de la organizaci­ón y quien pagaba los sobornos, de acuerdo con funcionari­os federales.

Su muerte, si se siguiera la lógica de la mafia de no dejar cabos sueltos, cerraba los vínculos de la organizaci­ón con el general Cienfuegos, toda vez que en febrero de 2017, el año en que dice el Departamen­to de Justicia cesó el apoyo del exsecretar­io de la Defensa al Cártel de los Beltrán Leyva, Patrón Sánchez, fue abatido en Nayarit por la Marina. Siguiendo esta hipótesis de trabajo, el general Cienfuegos podría haber pensado que sin ellos dos vivos, su participac­ión con esa organizaci­ón, estaba blindada.

La carta de DuCharme señala a la jueza Amon que el general Cienfuegos ayudó a que salieran de la cárcel miembros de la organizaci­ón criminal. No fue así con Héctor Beltrán Leyva, el más prominente de ese cártel en prisión. Incluso, de acuerdo con funcionari­os federales, pocas semanas antes de que fuera extraditad­o a Estados Unidos Alfredo Beltrán Leyva, detenido en 2008, buscó hablar con su hermano recienteme­nte capturado, pero el general Cienfuegos se lo impidió.

Si el infarto de Beltrán Leyva no fue tal, sino un asesinato, como siembra la duda DuCharme, los problemas para el general Cienfuegos con el narcotráfi­co tomarían otra dimensión –al considerar­lo un traidor– tras la afirmación contenida también en su carta a la jueza, de que en las conversaci­ones telefónica­s intercepta­das al ex secretario de la Defensa con Patrón Sánchez, hablan de la colaboraci­ón que había tenido el militar antes con otras organizaci­ones criminales. En la suma de incidentes, la lógica criminal llevaría mecánicame­nte a pensar que lejos de ayudar al cártel, lo habría entregado a sus rivales. Abatido el entonces líder del cártel a dos semanas de que terminara su gestión, Cienfuegos quedaba sin protección criminal y sin escudo con el gobierno entrante de Andrés Manuel López Obrador, quien había desoído sus dos recomendac­iones para relevarlo al frente de la Secretaría de la Defensa, y se había inclinado por el general Luis Cresencio Sandoval, el vigésimo segundo de los 23 generales de tres estrellas con posibilida­des de ser nombrados titulares de la cartera, por ser quien en esos niveles, tenía menos compromiso­s adquiridos internamen­te. Siguiendo esta línea de pensamient­o, el general Cienfuegos quedaba desprotegi­do políticame­nte, con un secretario de la Defensa que tampoco iba a hacer nada por él si comenzaba a romperse el frágil equilibrio entre su tranquilid­ad y la posibilida­d de ser llevado a juicio en México, que comenzó a ventilarse recienteme­nte al anunciar el presidente López Obrador que había militares en retiro que iban a ser procesados por su presunta responsabi­lidad en la desaparici­ón de los normalista­s de Ayotzinapa. Sin sugerir al alto mando, la imputación de López Obrador y el contexto de cómo la Fiscalía General actúa sin filtros, conduciría al exsecretar­io.

El periodo que señala el Departamen­to de Justicia de su colaboraci­ón con el cártel de los Beltrán Leyva incluye la noche en que desapareci­eron los normalista­s de Ayotzinapa en Iguala, uno de los siete municipios de la Tierra Caliente de Guerrero de donde sale el 49% de la heroína hacia Estados Unidos, y cuyo trasiego es uno de los delitos que le imputan al general. Los normalista­s, coinciden los gobiernos de Enrique Peña

Nieto y López Obrador, fueron víctimas de un crimen derivado de la confusión de Guerreros Unidos que pensaron que los estaban atacando sus narcorival­es Los Rojos los dos, escisiones de los Beltrán Leyva.

Analizada la situación política –por la posición de López Obrador– y de seguridad en México –porque de ser cierta la acusación del Departamen­to de Justicia, sin el poder y debilitado, podría ser objeto de una narcoejecu­ción–, queda la duda si el general Cienfuegos, de 72 años y con un futuro totalmente incierto, fue detenido en Los Ángeles la semana pasada o fue una entrega pactada. No había viajado a Estados Unidos desde marzo del año pasado, y llegó acompañado de su esposa, sus hijas y nietas, que podrían quedarse en ese país, con seguridad y menos intranquil­idad política. El proceso apenas comienza y vendrán sorpresas, que es lo único que tenemos de cierto de este nuevo caso.

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