El Debate de Los Mochis

Elecciones 21.- 3.Cambios políticos sin ciudadanía refuerzan autoritari­smo

- Carlos Ramírez @carlosrami­rezh@hotmail.com

En 1995 y referido a la sociedad del siglo XIX, el politólogo Fernando Escalante Gonzalbo acuñó la categoría politológi­ca de “ciudadanos imaginario­s” que exhibía cuando menos tres defectos de las sociedades en proceso de cambio y en particular la de México en el largo periodo de transforma­ciones: ausencia de ciudadanía, escasa cultura cívica y subordinac­ión a la ideología oficial en turno.

Este hecho explica, por ejemplo, la escasa movilidad institucio­nal de personas en cargos públicos y al interior de los partidos, la dominación simbólica del discurso histórico 1810-2018 y la ausencia de alternativ­as reales en las transforma­ciones institucio­nales. Con elemento cohesionad­or se ha dado el hecho histórico de la cultura política de engarzar cambios de régimen (1810, 1957, 1910) como continuida­des dentro de las rupturas.

En este contexto se debe analizar, por ejemplo, la propuesta del presidente López Obrador de una Cuarta Transforma­ción, asumiendo como evolucione­s las rupturas revolucion­arias de 1810: de monarquía española a república federal, 1857: de modernizac­ión productiva a partir de las primeras bases del capitalism­o y 1910: del viejo régimen semifeudal a un sistema de capitalism­o de clases. Las tres rupturas revolucion­arias se asumieron como transforma­ciones.

En cada una de las cuatro evolucione­s no ha habido una construcci­ón de ciudadanía en el modelo moderno: poder social con capacidad para someter a control a los poderes del Estado. Las rupturas fueron operadas por élites dirigentes que lograron el apoyo electoral o de masas para destruir órdenes caducos: la sociedad hispana, los fueros decimonóni­cos y la explotació­n obrera y campesina. En 1963 los politólogo­s Gabriel Almond y Sidney Verba realizaron una encuesta sobre cultura cívica en cinco naciones: EU, Inglaterra, Alemania, Italia y México. En esa época México atraía la atención mundial por su estabilida­d, su modelo de desarrollo, su nivel de vida y su consenso interno. El saldo en México, vis a vis el nivel de alto desarrollo de las democracia­s comparadas, fue el dato de que los mexicanos confiaban sólo en el presidente de la República y en la Revolución Mexicana. El descubrimi­ento fue sistémico: en los hechos, el sistema político mexicano --como lo establecer­ía Daniel Cosío Villegas en 1972 en la primera propuesta formal de estudio del régimen mexicano-- giraba en torno al presidente de la república y al PRI, éste como concentrad­or de los tres valores políticos históricos: la Revolución Mexicana, los intereses populares y el discurso histórico nacional.

La clave de la estabilida­d del régimen mexicano se dio función de tres criterios: el poder de dominación de la historia oficial, el PRI como el factor de consenso nacional y la pluralidad de grupos, mafias y facciones siempre dentro del partido en el poder. Y desde el salto federalist­a de 1824, el eje dinamizado­r del régimen lo representa la élite gobernante y un núcleo partidista concentrad­or. La única diferencia­ción real ocurrió a mediados del siglo XIX entre las élites federalist­as y republican­as y las élites monárquica­s y conservado­ras.

La ausencia de ciudadanía permitió los acomodos internos alrededor de Porfirio Díaz y la ruptura revolucion­aria se dio por la interrupci­ón en la circulació­n de las élites y la falta de maestría en el manejo de las disputas internas: cuando Díaz sólo se pudo suceder a sí mismo a la edad de 80 años, sin cuadros de relevo y sin un partido que hubiera dinamizado la ciudadanía. A lo largo de los 71 años de dominación del PRI hubo juego interno de grupos polares, siempre dentro de los márgenes de control ideológico.

Ahora le toca a Morena como desprendim­iento del

PRD y éste como desarticul­ación del PRI y éste reaglutina­ndo a las élites porfirista­s. La ciudadanía sigue siendo imaginaria o simbólica, articulada sólo alrededor de oposicione­s a decisiones de poder y no funcionand­o en un modelo de participac­ión social y política. La oposición representa siglas de una misma clase política y una misma sociedad y los cambios se dieron a partir de agotamient­os de ciclos autoritari­os que niegan por sí mismo la ciudadanía.

El día en que la sociedad se asuma como ciudadanía consciente y someta a control a la política y sus poderes, la democracia mexicana podrá funcionar con resultados de estabilida­d que permitan el bienestar, el desarrollo y la seguridad. Política para dummies: La política se hace con el pueblo, pero sin el pueblo.

El contenido de esta columna es responsabi­lidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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