Síndrome de la mamá gallina
Ser madres o padres es un proceso psicológico que jamás termina. Aunque nuestros hijos sean adultos seguimos siempre queriendo protegerlos, cuidarlos, y en muchos casos: controlarlos.
Cuando un padre o una madre se entera de un problema serio que un hijo adulto tiene y que está asociado con alguna conducta autodestructiva como puede ser una adicción, obesidad, anorexia, malas elecciones de pareja, un fracaso económico o profesional, por mencionar sólo algunos ejemplos, solemos sentirnos absolutamente culpables y responsables, sobre todo al inicio, y poco a poco vamos aceptando que nuestros hijos no son esos hijos ideales que tenemos en la mente, el proceso es doloroso pero indispensable.
Los padres debemos darnos cuenta que por mucho que queramos, no podremos “salvar” a nuestros hijos de ellos mismos.
Los padres debemos regresar a vivir nuestras vidas y ocuparnos de nuestros propios asuntos (puede ser que haya tristeza y dolor pero al fin y al cabo, debemos dejar de intentar controlar la conducta de nuestros hijos).
Debemos los padres, aprender a reconectarnos con nuestros hijos desde otra perspectiva, reconocer que son adultos, y que por ello, son los únicos responsables de sus conductas.
Cuando un hijo adulto culpa a sus padres por sus conductas autodestructivas no debemos solapar ni animar esos pensamientos, pues con ello sólo ocasionamos que nuestros hijos no acepten la realidad de que sus circunstancias son sólo consecuencias de sus propios actos y de nadie más.
Tenemos que dejar volar solos a nuestros hijos, que ellos mismo comentan sus propios errores, como en su momento nosotros los cometimos, aprender de ellos, y crecer.
Esto no significa que retiremos todo apoyo a nuestros hijos cuando necesiten ayuda, al contrario, como padres, si estamos en condiciones de auxiliar a nuestros hijos debemos de hacerlo, pero esa ayuda debe ser controlada y condicionada, es decir, no excesiva, al grado que provoque en ellos una dependencia que los vuelva entes incapaces de enfrentarse a la vida por ellos mismos.
Como siempre un placer saludarlo esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y, sobre todo, de utilidad. ¡Hasta la próxima!