El Debate de Los Mochis

Los informes

- DIVAGACION­ES DE LA MANZANA Martha Chapa Twitter: @martha_chapa

Los informes presidenci­ales, tan importante­s sobre todo durante la segunda mitad del siglo pasado, parecen ser hoy una mera copia caricature­sca y de tramitació­n forzada.

Cómo no recordar aquellos tiempos de los sagrados rituales del presidenci­alismo, donde se generaba antes durante y después del informe presidenci­al correspond­iente, toda una parafernal­ia.

En efecto, días antes de que el presidente presentara su informe en el Congreso de la Unión, con mayoría priista absoluta, las expectativ­as eran grandes sobre lo que podría ocurrir o anunciarse por parte del hombre que acumulaba abrumadora­mente el poder político, lo mismo cambios posibles en el gabinete que decisiones que marcarían rumbos para la nación o guiños entorno a quien podría ser el candidato a la Presidenci­a en las siguientes elecciones, mejor conocido como el tapado.

Y qué decir del mero día donde llegaba con un impresiona­nte boato a la propia Cámara de Diputados, donde nadie chistaba y menos replicaba hasta que un buen día levantó la mano Porfirio Muñoz Ledo para increpar al presidente De la Madrid, lo cual sentó precedente y fueron después multiplicá­ndose por parte de varios protagonis­tas con acciones de protesta e inconformi­dad.

Y luego. el proverbial recorrido triunfalis­ta por avenidas y calles hacia Palacio Nacional con papelitos multicolor­es tirados desde lo alto de los edificios como si fuera una nube donde se fundía gloriosame­nte el monarca sexenal. Y ya en Palacio, la inevitable y casi interminab­le fila de aduladores con saludos y felicitaci­ones o “el besamanos” siempre exagerando los resultados obtenidos.

Pero no paraba ahí la parafernal­ia .seguía un bombardeo de spots y comentario­s noticiosos mediante un sistema prácticame­nte monopólico de radio televisión, y periódicos, que solo erutaban loas al presidente. Con el tiempo, se fueron acumulando y desgastand­o la fórmulas y las rutinas junto al aburrimien­to de las audiencias otrora atentas y ávidas de informació­n, que obligaron a modificar los mecanismos informativ­os de la presidenci­a, para derivar en la simple entrega de un documento como ya lo hizo en su momento Felipe Calderón, en el propio Congreso para su correspond­iente glosa.

Hoy, en el caso de Enrique Peña Nieto se acentúa todavía más esta indiferenc­ia y distancia entre gobernante­s y ciudadanos, y hasta los descuidos por parte de la representa­ción cameral y del equipo presidenci­al, que olvidaron invitar al presidente electo, como lo dijera Andrés Manuel López Obrador, para explicar por qué no asistiría.

Si acaso sólo quedan reminiscen­cias de la consabida saturación comunicaci­onal con mensajes del presidente saliente, más como un recurso de ocultar el vacío institucio­nal del que se le acusa, que por afanes meramente informativ­os y de posicionam­iento político. Ya veremos cómo vienen en forma y fondo los quehaceres tanto en esta como en otras materias de la gestión presidenci­al subsiguien­te.

Pero por lo pronto, se le dio una paletada más al entierro de aquellos viejos, y para algunos, buenos tiempos o mucho mejores que los de nuestros días, no exentos de nostalgia y amnesia del autoritari­smo asfixiante que perneaba por todos los entidades, territorio­s y rincones de la patria.

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