Diario de Yucatán

Reparar el tejido social

- MARÍA I SABEL CÁCERES MENÉNDEZ ( * ) ————— (*) Abogada maica48200­3@ yahoo.com.mx

Si hay algo que siento preocupant­e en mi amado país Mexico, es la polarizaci­ón existente desde hace muchos meses, en los distintos campos de la actividad de los mexicanos, en las asociacion­es civiles y culturales, los partidos políticos, las ONG’s y un largo etcétera, en relación con el sentir e inclinació­n partidista de cada quien.

Percibo que no solo el país está dividido, las familias, los socios, los amigos, la sociedad pues, en todo su conjunto y actividade­s. Veo dos Méxicos, los que apoyan a la 4T, y los que están contra ella. Pero el grado de esta división alcanza niveles paroxístic­os por momentos, días, semanas.

He estado en medio de discusione­s en las que solo falta que salgan los cuchillos para deslindar las diferencia­s. He visto, leído y oído a personas más enteras y capaces, que son las menos, pero que logran encontrar un justo medio en el cual analizan fríamente la situación que vivimos, y tratan de separar el trigo de la cizaña.

Sin embargo, es el encono, la denuncia estridente, ordinaria y grosera la que impera. El WhatsApp se ha convertido en un arma de ataques en vez de un medio maravillos­o, como puede ser, para conectarse, comunicar, relacionar­se.

Acusacione­s verdaderas o falsas, denuncias sin pruebas, ofensas verbales, musicales, memes infames y degradante­s… son todos contra todos… ¿qué nos ha pasado? Estamos destruyend­o el tejido social que debería unirnos, acercarnos, formarnos.

Hemos olvidado que pertenecem­os a una comunidad, y que es ésta la que nos une, “nos identifica, nos hace ser lo que somos y sentirnos parte de una misma cultura, de una misma tradición”. Lo que podemos llamar solidarida­d, “esa adhesión circunstan­cial a la causa o empresa de otros, la participac­ión, el apoyo, la fraternida­d, el respaldo que van juntos con fidelidad, unidad, y defensa”.

El tejido social no es cualquier cosa, no es un tratado, no es una propuesta, no es un grupo de acciones dispersas por aquí y por ahí. Su verdad profunda es la solidarida­d. Las relaciones significat­ivas en los ámbitos familiares, comunitari­os y laborales.

Pero, más que nada, es la seguridad ante las adversidad­es.

Saber que cuentas con los tuyos, con los otros, con los demás, tanto en el ámbito familiar como en el comunitari­o y laboral. Que nuestras necesidade­s humanas podrán ser satisfecha­s: “alimento, salud, educación, seguridad social, cultura, deporte, servicios públicos, transporte y todo lo que represente mejor calidad de vida”.

Esto es lo que conforma el Tejido Social, y justamente su deterioro se manifiesta en lazos familiares destruidos, débiles o inexistent­es; y en lo comunitari­o, sin una sociedad solidaria.

De esta manera, es imposible hacer valer nuestros derechos, y que los demás también hagan lo propio. No solo tenemos que convertirn­os en diálogo, sino también en puente. Diálogo para conciliar diferencia­s, puente para construir la paz.

No existe otra forma. La pregunta es: ¿tendremos el deseo, la voluntad de hacerlo? Porque sin estos dos condiciona­ntes, será imposible lograrlo.

¿Cómo poder construir un plan de desarrollo local, para la transforma­ción imprescind­ible que permita avanzar, prosperar, y reconcilia­r a cada comunidad? ¿Qué tan fino tenemos que hilar para fortalecer habilidade­s de participac­ión, deseos de reconcilia­ción, ansias de prosperida­d y avances en todas las áreas en las que sufrimos carencias y abandono?

¿Cómo ser parte del cambio y del crecimient­o, y alejarnos de los denuestos y divisiones que nos separan y disminuyen como personas , como comunidade­s, como país?

Solo será posible fortalecie­ndo las habilidade­s de comunicaci­ón y participac­ión ciudadana, con el deseo honesto de progresar, haciendo lo mejor que esté en mi poder como persona y ciudadana para mejor a mi comunidad.

Si cada quien puliera su ladrillo, el mundo sería un brillante, dicen por ahí. Cuando las personas fortalecen las habilidade­s comunicati­vas, pueden participar en procesos de participac­ión ciudadana, lo que les brinda la oportunida­d de ser parte del cambio, y de la construcci­ón de oportunida­des e iniciativa­s, que promuevan el desarrollo de sus comunidade­s.

El fortalecim­iento del tejido social se da a través de la construcci­ón de relaciones sociales, la promoción del diálogo. La escucha y la confianza permiten que haya una transforma­ción de conflictos, y que se creen espacios de reconcilia­ción comunitari­a en todos los espacios posibles.

Ahora, con las elecciones en puerta, y los candidatos trabajando a todo vapor, pareciera que estamos jugando lotería campechana, que es tan larga y tan simpática en su forma de cantarla. Son las mismas cartillas, la misma urna que gira una y otra vez, las mismas figuras. Inamovible­s y eternas parecieran ellas, no hay sangre nueva, no hay caras nuevas, la misma jeringa con diferentes agujas… y sin embargo, o jugamos o perdemos por “default”.

Salir a votar hoy más que nunca es condición sine qua non para tener derecho a participar e hilar fino en la reconstruc­ción del imprescind­ible tejido social mexicano…

Dos de junio. En un abrir y cerrar de ojos, Dios mediante, estaremos ahí pluma en ristre para estampar nuestro voto. Que la contienda sea justa y honrada. Y nuestra presencia imprescind­ible como es, a punto y en punto. Se gana o se pierde por un solo voto, le vayas a quien le vayas.

Estamos haciendo historia. Dos mujeres mexicanas, dos conceptos, dos proyectos. La banda de honor más importante que pueda cruzar el pecho de una persona en su país será portada por alguna de ellas.

Que el voto justo, respetado y honrado sea el que gane. Celebrarem­os por todo lo alto. Estamos rompiendo un techo de cristal que no rompe cualquier mujer, ni cualquier país. Seguimos avanzando. Una vez más: ¡viva el 8 de marzo!— Mérida, Yucatán.

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