Un vino para pedir posada
Entramos al último mes del año y con él llegan las tradiciones mexicanas de tiempos inmemoriales. Me estoy refiriendo a las posadas, en las que recordamos la llegada de María y José a Belén para que naciera Nuestro Señor.
El ritual que todos conocemos consiste en dar “posada” o alojamiento a los peregrinos que vienen “cansados” de tanto viaje, en representación de los padres de Jesucristo; de allí se “paganiza” y la gente solo se acerca a casa de algún vecino a beber y compartir alimentos, romper piñata y pasar una velada agradable.
Para ello no hay mejor cosa que llevar algo de vino. Lo primero es averiguar quiénes van para conocer sus gustos y escoger un buen vino. Normalmente voy con un tinto suave, algo que guste a todos, y con otra botella diferente, la que me gusta a mí, para compartir con los amigos más queridos y dar posada a los peregrinos.
En las celebraciones también se da algo de comida, algo sencillo, y la idea es acompañarla con algún vino tranquilo, como un shiraz si la comida tiene algo de condimentos y especias; si es con pollo al horno o a la parrilla, pruebe un espumoso seco; un Cabernet Sauvignon si la carne es al horno o a la parrilla; unos sopes van perfectamente con un Sauvignon Blanc; unos tamales, con un Chardonnay con barrica (les invito a hacer el intento); con un caldo caliente de res un Malbec es la combinación perfecta; una sopa de lima, un Gewurztraminer de Alsacia o un semillón español; unas tortas de pierna calientitas, un carmenere chileno o un nebbiolo mexicano... y la lista sigue.
Como recomendación, todo festejo es con medida; si bebe, por favor no maneje, hay muchas formas de llegar a casa sin manejar.
No se olviden de las “ramas”, esos cantos de los niños para recibir “aguinaldo”. ¿Por qué no nosotros nos convertimos en niños otra vez para salir a cantar la “rama”? En una de ésas nos toca una botella de vino.