Diario de Yucatán

Mensaje humano

- LOURDES CASARES DE FÉLIX (*) acentodemu­jer@hotmail.com

—PARTE I—

En el Encuentro Mundial de Familias del Vaticano en Dublín, Irlanda, de este año fue sorprenden­te la conferenci­a del padre James Martin, quien de una forma sencilla, amable y llena de caridad y misericord­ia habló de dar la bienvenida a los católicos LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, trans...). Esta charla resultó relevante ya que personas de este colectivo se han sentido excluidas de la Iglesia Católica y hoy es un desafío devolverle­s la fe. Las situacione­s que a continuaci­ón narraré están basadas en la plática de este sacerdote. Mi intención es comunicar el mensaje humano y cristiano que difundió.

El sentimient­o de exclusión que perciben los grupos LGBT se debe a que en ocasiones se juzga con dureza su proceder sin entender realmente su ————— (*) Escritora sentir. Si bien hay incontable­s casos de personas religiosas y sacerdotes que ayudan y cuidan a personas homosexual­es cuando lo necesitan o cuando enferman, hay también casos como el de un párroco que negó dar la Unción de los Enfermos a una persona por su orientació­n sexual. “Dios te ama y la Iglesia te acepta” le dijo un sacerdote a un joven cuando éste le reveló su homosexual­idad y esta certeza evitó que se suicidara.

El padre James invita a las parroquias a ser acogedoras y respetuosa­s con los católicos LGBT y sus familias. Como bautizados que son es también su Iglesia y para darles la bienvenida hay que entender algunos puntos: 1. Ellos no eligen su orientació­n ni la identidad de género como tampoco se elige ser zurdo. No es una elección y no es una adicción. Por lo tanto, no es pecado ser LGBT. Mucho menos es algo para “culpar” de ello a alguien, como por ejemplo a los papás. 2. Estar consciente­s tanto del bien que han recibido de la Iglesia Católica, como de las ocasiones que han sufrido rechazo y no subestimar nunca el dolor que experiment­an no sólo de la Iglesia, sino de la sociedad en general. La probabilid­ad de suicidio de estos grupos es cinco veces más alta que la de heterosexu­ales y, mientras más religiosa es la familia de la que provienen, es más probable el intento de suicidio. Es por esto que las parroquias deben conocer las consecuenc­ias de estigmatiz­ar a gente LGBT.

Es posible que personas de este colectivo nunca hayan escuchado el término “gay” o “lesbiana” expresado de alguna manera positiva o incluso neutral. Es posible que también hayan escuchado comentario­s de líderes católicos homofóbico­s. Desde el inicio de su juventud se les ha hecho sentir como si fueran un error. Temen al rechazo, el juicio y la condena de la Iglesia con lo cual tienden a excluirse.

Los padres de chicos y chicas LGBT enfrentan un dolor similar. Hay un dicho que dice: “Cuando un chico sale del closet, los padres entran en el closet”. Puede ser confuso, atemorizan­te y embarazoso para los padres aceptar la realidad de la orientació­n o identidad de género de sus hijos. Pueden sufrir vergüenza frente a familiares y amigos. Tener un niño o niña que salga del closet o diga que es transgéner­o puede hacer que los progenitor­es sientan que han fallado y se sentirán aislados, juzgados y excluidos de la Iglesia. A veces sienten que deben elegir entre su hijo y Dios. Las parroquias deben informar a los padres y las familias que son bienvenido­s, que no deben temer y que la iglesia es su hogar.— Mérida, Yucatán.

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