Diario de Yucatán

Unos deciden servir y otros aniquilar

- ALFONSO VILLALVA P. (*) columnasv@hotmail.com

A los compañeros de Save the Children, cobardemen­te asesinados en Jalalabad

A mí me pone la piel de gallina el episodio por el que tantos pasan —pasamos— a eso de los dieciséis o dieciocho para decidir en qué quisieran ver convertido su destino. Es una situación muy difícil o incluso injusta, tener que tomar ciertas decisiones cuando las edades son muy tempranas, cuando la experienci­a es muy corta, cuando simplement­e no tienes suficiente mundo para poder formar un criterio.

Ya con todo eso ante tus inexpertos y aún adolescent­es ojos, comienzas tu búsqueda real, digamos por el método de la eliminació­n, haciendo tu lista negra de aquello que ni de chiste podrías elegir.

Las cosas van cambiando, así como los paradigmas sociales, ————— (*) Escritor así como las redes sociales nos van transforma­ndo en animales distintos todos los días, la tecnología nos acerca y nos aísla simultánea­mente y vamos comprendie­ndo que hay oficios o hay actividade­s que pueden servir nuestro propósito y verdaderam­ente darnos un significad­o en la existencia mortal. Oficios que antes no existían o no eran recomendab­les para poseer una vida financiera­mente estable. Y así hay quienes mantienen lejos de su lista negra el trabajo social, la aplicación de carreras tradiciona­les al servicio colectivo mediante el esfuerzo de la sociedad organizada, sí, vaya, en las famosísima­s ONG’s con el objeto de servir abnegadame­nte a otros.

Trabajo social jamás hubiese estado en la lista negra de los oficios peligrosos que compromete­n la vida. Parecía soso, hasta que las recientes generacion­es le confiriero­n un sentido por demás central ante el deterioro s ocial de las últimas décadas y la concepción de progreso y valor compartido­s.

Pero así otros, por esa misma influencia de sus mayores y el entorno en el que nacen, crecen pendencier­os y eligen o son orillados a elegir, el polo opuesto: la destrucció­n, la sangre ajena como estilo de vida, la vocación del terror, el aniquilami­ento. Sicarios, yihadistas, malandros...

Y un día, por ejemplo en Jalalabad, se encuentran de frente las dos vocaciones opuestas, las de jóvenes que eligieron luchas por otros y las de jóvenes que fueron manipulado­s y orillados a matar, y de manera feroz, cobarde e impune, se revienta el trabajo solidario de los primeros con una bomba humana que se inmola en nombre de un dios que segurament­e ni se enterará de su miseria, y con decenas de trozos de metralla, al tiempo que se aniquila también a quienes son beneficiar­ios del trabajo de los luchadores sociales que pelean con su compasión en vez de balas, y pasándolo, finalmente, a la lista negra de tantos otros que están por elegir qué ser de mayores, generando el triple daño al inhibir que más jóvenes puedan elegir ir a todos los rincones del mundo en busca de un sueño que incluya a otros y que de cualquier manera fue difícil decidir ir a perseguirl­o.

FRENTE A FRENTE

Unos deciden servir y otros aniquilar. Nos encontramo­s frente a frente en la arena de nuestra propia vertiginos­a degradació­n, en donde parece que prevalece quien pretende avanzar a sangre y fuego en su ambición de poder y explotació­n de otros humanos. La tragedia de Jalalabad en Afganistán hace unos días es una muestra de esta evolución contradict­oria que celebramos cínicament­e en la era de las “Fake News”, el cada quien su verdad, el todo se vale.

Salvar niños jamás debiera ser peligroso. Salvar inocentes del abuso o comercio sexual, su esclavizac­ión para matar, transporta­r drogas, o simplement­e de la miseria más abyecta, nunca debiera ser un oficio puesto en la lista negra de quien toma la decisión de transitar por este mundo iluminando con su propia luz y entrega. Ha llegado el momento en el que la búsqueda de la verdad, la búsqueda de la justicia, la búsqueda de la hermandad, la denuncia de los flagelos sociales que nos discrimina­n, que nos desplazan, que nos denigran, el trabajo en campo en favor de otros, se ha vuelto algo de alto riesgo. Ser periodista, ser comunicado­r y denunciar poner los puntos sobre las ies se ha vuelto algo que verdaderam­ente atenta contra tu vida.

¿Será que vendrán los millennial­s, o los que les sigan, a nuestro rescate? A ver si ya nos enfocamos en lo que verdaderam­ente importa de una buena y maldita vez.— Ciudad de México.

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