Unos deciden servir y otros aniquilar
A los compañeros de Save the Children, cobardemente asesinados en Jalalabad
A mí me pone la piel de gallina el episodio por el que tantos pasan —pasamos— a eso de los dieciséis o dieciocho para decidir en qué quisieran ver convertido su destino. Es una situación muy difícil o incluso injusta, tener que tomar ciertas decisiones cuando las edades son muy tempranas, cuando la experiencia es muy corta, cuando simplemente no tienes suficiente mundo para poder formar un criterio.
Ya con todo eso ante tus inexpertos y aún adolescentes ojos, comienzas tu búsqueda real, digamos por el método de la eliminación, haciendo tu lista negra de aquello que ni de chiste podrías elegir.
Las cosas van cambiando, así como los paradigmas sociales, ————— (*) Escritor así como las redes sociales nos van transformando en animales distintos todos los días, la tecnología nos acerca y nos aísla simultáneamente y vamos comprendiendo que hay oficios o hay actividades que pueden servir nuestro propósito y verdaderamente darnos un significado en la existencia mortal. Oficios que antes no existían o no eran recomendables para poseer una vida financieramente estable. Y así hay quienes mantienen lejos de su lista negra el trabajo social, la aplicación de carreras tradicionales al servicio colectivo mediante el esfuerzo de la sociedad organizada, sí, vaya, en las famosísimas ONG’s con el objeto de servir abnegadamente a otros.
Trabajo social jamás hubiese estado en la lista negra de los oficios peligrosos que comprometen la vida. Parecía soso, hasta que las recientes generaciones le confirieron un sentido por demás central ante el deterioro s ocial de las últimas décadas y la concepción de progreso y valor compartidos.
Pero así otros, por esa misma influencia de sus mayores y el entorno en el que nacen, crecen pendencieros y eligen o son orillados a elegir, el polo opuesto: la destrucción, la sangre ajena como estilo de vida, la vocación del terror, el aniquilamiento. Sicarios, yihadistas, malandros...
Y un día, por ejemplo en Jalalabad, se encuentran de frente las dos vocaciones opuestas, las de jóvenes que eligieron luchas por otros y las de jóvenes que fueron manipulados y orillados a matar, y de manera feroz, cobarde e impune, se revienta el trabajo solidario de los primeros con una bomba humana que se inmola en nombre de un dios que seguramente ni se enterará de su miseria, y con decenas de trozos de metralla, al tiempo que se aniquila también a quienes son beneficiarios del trabajo de los luchadores sociales que pelean con su compasión en vez de balas, y pasándolo, finalmente, a la lista negra de tantos otros que están por elegir qué ser de mayores, generando el triple daño al inhibir que más jóvenes puedan elegir ir a todos los rincones del mundo en busca de un sueño que incluya a otros y que de cualquier manera fue difícil decidir ir a perseguirlo.
FRENTE A FRENTE
Unos deciden servir y otros aniquilar. Nos encontramos frente a frente en la arena de nuestra propia vertiginosa degradación, en donde parece que prevalece quien pretende avanzar a sangre y fuego en su ambición de poder y explotación de otros humanos. La tragedia de Jalalabad en Afganistán hace unos días es una muestra de esta evolución contradictoria que celebramos cínicamente en la era de las “Fake News”, el cada quien su verdad, el todo se vale.
Salvar niños jamás debiera ser peligroso. Salvar inocentes del abuso o comercio sexual, su esclavización para matar, transportar drogas, o simplemente de la miseria más abyecta, nunca debiera ser un oficio puesto en la lista negra de quien toma la decisión de transitar por este mundo iluminando con su propia luz y entrega. Ha llegado el momento en el que la búsqueda de la verdad, la búsqueda de la justicia, la búsqueda de la hermandad, la denuncia de los flagelos sociales que nos discriminan, que nos desplazan, que nos denigran, el trabajo en campo en favor de otros, se ha vuelto algo de alto riesgo. Ser periodista, ser comunicador y denunciar poner los puntos sobre las ies se ha vuelto algo que verdaderamente atenta contra tu vida.
¿Será que vendrán los millennials, o los que les sigan, a nuestro rescate? A ver si ya nos enfocamos en lo que verdaderamente importa de una buena y maldita vez.— Ciudad de México.