Diario de Yucatán

Cumple 24 años de servicio

Padre de Progreso celebrará con una misa su ordenación

- JOSÉ GABINO TZEC VALLE

PROGRESO.— El 24 de marzo de 1993 José Francisco Mukul Domínguez, joven originario del pueblo de Abalá, fue ordenado sacerdote en la S.I. Catedral por el entonces arzobispo Mons. Manuel Castro Ruiz.

Así, comenzaba una nueva etapa en su vida, aunque aún le faltaba forjar su carácter debido a que desde niño era introverti­do y tímido, lo que le dificultab­a hablar en público y le ponía en serios aprietos a la hora de predicar el sermón a la feligresía.

Hoy viernes, en misa de 7:30 de la noche, el padre celebrará el aniversari­o 24 de su ordenación sacerdotal, con una misa en la iglesia de la Purísima Concepción y San José, del cual es párroco desde hace cuatro años.

El padre Francisco, quien nació el 18 de agosto de 1963, además de párroco de este puerto, es también titular del Decanato 6 “San Juan María Vianey”. Provenient­e de familia humilde, revela que estuvo a punto de dejar el Seminario para trabajar y ayudar a sus papás en el sostenimie­nto del hogar.

—La casa familiar era de techos de láminas de cartón, una granizada fuerte las rompió. Cuando visité a mi familia y vi el estado de la vivienda, le dije a mis papás que dejaría el Seminario para trabajar y ayudar en los gastos del hogar, pues soy el mayor de los seis hermanos y sentía que tenía el deber y obligación de hacerlo.

—Mi mamá me dijo: “Si has decidido ser sacerdote, continúa en el Seminario y realízate’ —recordó.

Jardinero y cocinera

Los papás del padre viajaron a Cancún para trabajar, su papá como jardinero y su mamá como cocinera. Cada mes regresaban a Abalá para estar con sus hijos, y así sostuviero­n el hogar.

—En el Seminario, cuando en plática con los demás seminarist­as preguntaba­n sobre los papás, decía que los míos estaban en Cancún. Mis compañeros pensaban que andaban de viaje, pero con orgullo les comentaba que trabajaban como jardinero y cocinera —relató.

El padre Mukul Domínguez se considerab­a introverti­do, situación que ya superó, según reveló en la entrevista que se le hizo en sus oficinas de la Purísima Concepción y San José.

Mencionó que dos cosas le marcaron su vida como sacerdote, reafirmaro­n su vocación sacerdotal, lo fortalecie­ron en su ministerio y lo forjaron para ser un ministro de la Iglesia Católica: una fue el servicio que prestó como asesor espiritual en el albergue de alcohólico­s crónicos Cottolengo y como misionero en Angola.

Casi recién ordenado sacerdote, el arzobispo lo comisionó en Cottolengo. Ahí estuvo dos años, de 1995 a1997, y conoció más a fondo del programa de Alcohólico­s Anónimos, pues durante ese tiempo convivió con los enfermos del alcoholism­o.

Una anécdota que vivió en un aniversari­o de ese albergue es que el padre (Raúl Ignacio) Kemp (coordinado­r del albergue) le pidió que dirigiera un mensaje, ante lo cual dio un testimonio de vida de un alcohólico. Al terminar una asistente le dijo: “¡Qué bueno que ya se recuperó padre!”.

De ahí el P. Francisco fue enviado como misionero a la parroquia Cristo Rey Bungo en Angola, donde estuvo año y medio. La guerrilla lo obligó con otros misioneros a dejar ese país, donde hay pocos católicos.

En Angola, el padre cuenta que conoció la pobreza en que vivían los habitantes, fue ahí donde fortaleció su vocación sacerdotal. Recorría las aldeas para llevar la palabra de Dios, celebrar misas y bautizar a los habitantes, en su mayoría adultos. En ese país se enfermó cuatro veces de paludismo.

El padre Francisco recordó que quiso ser sacerdote porque cuando era niño notó que en su pueblo natal no había sacerdotes, y sintió que su comunidad lo necesitaba, pues Abalá era atendido por la parroquia de Muna.

En las misas ayudaba como monaguillo, fue así como un día decidió ingresar al Seminario. Su papá, Ramón Mukul Suárez, se resistió al principio, pero en cambio su mamá, Genoveva Domínguez Cocom, lo apoyó de inmediato.

Decepcione­s

Pero en 24 años el padre Mukul también admite haber sentido decepción. “Fue en una parroquia a donde me mandó el arzobispo Emilio Carlos Berlié Belaunzará­n; la comunidad no respondía, no asistía a la iglesia, pues estaba cansada de los sacerdotes que habían pasado.

Pero un sacerdote con quien habló el padre Francisco le hizo ver que era un reto y lo animó a seguir, así que finalmente logró superar esa prueba y logró que las cosas cambiaran para bien en la comunidad.—

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El padre José Francisco Mukul Domímguez, párroco desde hace cuatro años de la iglesia de la Purísima Concepción y San José de Progreso

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