“¿A qué santo le rezas?”
Su ascendencia maya, clave en la vida de Luna Kan
Una persona clave en la biografía de Francisco Luna Kan es su madre, Luciana Kan, una mujer maya, oriunda de Acanceh, con serias limitaciones económicas, que, empero, logró dar a su hijo una carrera profesional y convertirlo en gobernador del Estado, el primero de ascendencia indígena en Yucatán.
“Mi mamá siempre vistió de mestiza, salvo un tiempo cuando vivimos en Tulancingo, donde cambió su terno por el frío” afirma. “Era muy valiente, decidida y rígida. Me decía: nunca toques nada que no sea tuyo”.
La Sra. Luciana Kan murió a los 90 años, pero alcanzó a ver mi ascenso a la gubernatura, afirma Luna Kan, emocionado hasta la lágrimas con el recuerdo de su madre, en ésta, la tercera parte de la entrevista que concedió al Diario.
“¿A qué santo le rezaste para llegar aquí?”, dice el ex gobernador que le preguntaba su madre. “A ninguno en especial, respondía, solo seguí la conducta que me enseñaste: la de ser honesto, franco, persistente en los propósitos.
“Mi madre fue mi bandera y mi escudo y nunca me avergoncé de su origen indígena, ¡al contrario!”.
En la entrevista, Luna Kan relata un episodio de su mamá con el presidente Echeverría en 1976.
“Era 31 de enero, una noche antes de mi toma de posesión. El presidente decidió asistir al espectáculo de luz y sonido de Uxmal y pernoctar allí, con su comitiva y con los gobernadores entrante y saliente y sus esposas. Como mi mamá vivía en mi casa, la lleve al espectáculo. En el camino me preguntó si podía saludar al presidente. No se va a poder, le dije, porque estaremos en asientos separados durante la función y yo dormiré en Uxmal”.
“Acababa de empezar luz y sonido cuando Echeverría me dice: oiga, me informan que su mamá está aquí. Sí señor, respondo. ¿Y dónde está? Pues debe estar por allí, donde la puso el Estado Mayor. Echeverría llama a sus ayudantes: ¿dónde pusieron
a la mamá del gobernador? y le explican”.
“En un intermedio del espectáculo le digo a Echeverría: señor presidente, ¿me permite ir a ver a mi mamá, por si se le ofrece algo? Como no, responde, vaya usted”.
“Me desplazo rápidamente
al asiento de mi madre. ¿Cómo estás, todo bien? y le recuerdo que debía retornar a Mérida porque yo dormiría en Uxmal. Regreso apresurado a mi lugar, junto a Echeverría y no había terminado de sentarme cuando me dice: quiero saludar a su mamá. “¿Cómo, pensé, si ya le había dicho a ella que no se podría? Además, a mí no se me habría ocurrido distraer al presidente con esta cosa sentimental, fuera de mi función como gobernador electo”.
“En eso estaba, cuando Echeverría abandona su asiento y ordena: lléveme a saludar a su mamá. Quien lo conocía sabía de las tremendas zancadas que daba al caminar. Pocos le podían seguir el paso, de modo que como pude me adelanté, casi corriendo. Llego otra vez con mi mamá y le digo agitado: allí viene el presidente a saludarte. Déjalo hablar y no le platiques nada, pues ella no sabía del protocolo y esas cosas”.
“Echeverría, que era un artista para cultivar a la gente, como decimos los yucatecos, se aproxima y le dice con los brazos abiertos: ¡Doña Luz, ¿cómo está usted?! Este muchacho, refiriéndose a mí, me dice que quería conocer al presidente...”
“Si, se lo comenté, pero él no me dejó”.
“Pues ya ve, estoy aquí muy a gusto. ¿Cómo se porta él?”. “Pues yo creo que bien”, responde mi mamá. “Bueno, hasta luego”.
“Este fue todo el diálogo de Echeverría con mi madre. Ella estaba muy feliz. Pero al día siguiente, en la toma de posesión en el Cine Mérida, el presidente nos hizo llorar, por lo menos a mí y a mi madre”.
Según el relato del ex gobernador, el presidente Echeverría, en su discurso en la ceremonia, ante un local abarrotado de seguidores, se refirió a su madre como una mujer trabajadora y humilde, que supo sacar adelante a su familia “y dijo otras cosas que me conmovieron. Le puso mucho cariño a su discurso y por ese gesto le vivo agradecido”.—Continuará.