Derechos del Pueblo Maya
El controvertido vídeo en el que vemos al presbítero Manuel Chuc Canté agredir y humillar a la quinceañera Maricela Balam Puc y con ella a su familia, el pasado 5 de diciembre en Tahdziú, ha dado mucho de qué hablar.
En estas mismas páginas, Freddy Espadas ha criticado la “singular ‘pedagogía religiosa’ represiva y amenazante con la que se intenta ‘orientar’ a los cautivos feligreses” y ha señalado cómo este acto “constituye una grave violación de derechos humanos que debe ser sancionada por las instancias correspondientes” (DY, 10-12-2015). Por su parte, Luis Várguez, especialista en los fenómenos religiosos yucatecos, ha analizado cómo este episodio “revela el profundo distanciamiento que hay entre la jerarquía católica y esa parte de la Iglesia aún más importante que es el pueblo” (DY, 12-12-2015).
A la violencia y la distancia entre la jerarquía católica y el pueblo quiero añadir una dimensión más de esta controversia: los derechos del Pueblo Maya. Veamos.
1. En primer lugar, fue un comunicador maya, Bernardo Caamal Itzá, mejor conocido como “Arux Duende del Mayab”, quien subió el vídeo y dio a conocer el indignante episodio. Desde su “muro” en Facebook, Arux declaró haber recibido varios mensajes con amenazas para eliminar el vídeo y notificaciones de dicha red de que la publicación había sido reportada.
En efecto, el jueves 10 de diciembre la cuenta de Facebook de Arux fue desactivada temporalmente, lo que llevó a varios medios y personas en redes sociales a denunciar la “censura” de la que había sido víctima Caamal.
La desactivación temporal de la cuenta de Arux es condenable por varias razones. Una de ellas es que atenta contra la libertad de expresión, en un contexto en el que diversas leyes y acciones desde el poder buscan silenciar las voces críticas. Otra es que por más de 20 años Arux ha cumplido un papel muy importante en la comunicación y difusión de sucesos vinculados con la agronomía, cultura y vida cotidiana del pueblo maya de Yucatán. ¿Por qué es importante su trabajo? Porque, por lo general, los mayas actuales —a diferencia de aquellos del pasado petrificados en museos— no aparecen en los medios de comunicación y, cuando lo hacen, suele ser en los artículos de sucesos de policía y de “nota roja” —tal como ha sido documentado por la antropóloga Eugenia Iturriaga.
No podemos minimizar el hecho anterior, y bien vale recordar que en su artículo 16 la “Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
————— (*) Presidente del Colegio de Antropólogos de Yucatán, A.C. Indígenas” dice que “Los Estados adoptarán medidas eficaces para asegurar que los medios de información públicos reflejen debidamente la diversidad cultural indígena. Los Estados, sin perjuicio de la obligación de asegurar plenamente la libertad de expresión, deberán alentar a los medios de información privados a reflejar debidamente la diversidad cultural indígena”.
2. En segundo lugar, llaman la atención las respuestas de diversos sectores hacia el vídeo. En redes sociales proliferaron los comentarios racistas que atribuían la violencia del padre Chuc al hecho de ser “indio” o “de pueblo”.
Pero una de las respuestas que más ha causado controversia es la “disculpa pública” de la Arquidiócesis de Yucatán en voz del presbítero Jorge Martínez Ruz, fechada el 8 de diciembre. En dicha misiva, el padre Martínez escribió que “parte de la confusión en el vídeo se debe a que se habla en lengua maya y el audio no es muy claro”.
Ciertamente, el audio del vídeo no es nada claro, si bien las imágenes no se prestan a confusión alguna. Pero lo que sí es muy ambiguo es la declaración de que la confusión se debe “a que se habla en lengua maya”. ¿En qué radica la confusión?, ¿en los espectadores que no hablan la lengua maya —recordemos que el vídeo circuló por todo el país— o en la lengua maya misma?
Inevitablemente, la desatinada declaración del presbítero Martínez me recordó al libro del historiador Oswaldo Baqueiro, “La maya y el problema de la cultura indígena” —publicado en 1937—, en el que escribe que dicha lengua es “el factor más decisivo de nuestro atraso social”, ya que, entre otros perjuicios, produce “sentimientos de menorvalía”.
Desde luego, la lengua maya no es confusa ni produce por sí misma sentimientos de menorvalía —éstos se deben a los problemas de discriminación y racismo. Pero más allá de refutar la equívoca disculpa pública de la Arquidiócesis —ya lo han hecho, entre otros, los poetas mayas Pedro Uc Be y Feliciano Sánchez Chan—, sí debe alarmarnos la disminución de mayahablantes en Yucatán: mientras que en el año 2000 hablaban lengua maya 549,532 habitantes del Estado, que representaban el 37.3% de la población total de Yucatán, en 2010 se registraron 537,618 hablantes, que constituyen el 30.3% de la población yucateca. La estadística es preocupante, pues es la primera vez que disminuye el número de mayahablantes tanto en términos relativos como absolutos, situación que, para los lingüistas, representa una “amenaza” para la lengua.
Con esta tendencia de disminución claro que la lengua maya resultará cada vez más “confusa” para la mayoría de la población, del mismo modo que, mientras persista la estigmatización contra dicha lengua, seguirá también la idea de que la lengua maya produce sentimientos de menorvalía y de vergüenza para sus hablantes.
Sin embargo, en este escenario, cada vez más encontramos organizaciones e individuos que defienden y reivindican la lengua maya: profesores, comunicadores —como Arux—, escritores, académicos, activistas, entre muchos otros, que nos enseñan la riqueza viva y nada confusa de la lengua maya. Un buen ejemplo es la bellísima edición de “Kuxa’an T’aan / Voz viva del Mayab”, en donde podemos leer y escuchar en lengua maya y en español a cinco destacados poetas de la Península: Briceida Cuevas, Wildernain Villegas, Isaac Carrillo, Waldemar Noh y Feliciano Sánchez (aprovecho para felicitar a uno de los dos editores de dicha obra, Enrique Martín Briceño, quien el pasado 11 de diciembre fue homenajeado por la Asociación de Editores y Libreros de Yucatán y el Ayuntamiento de Mérida).
3. Quisiera terminar comentando que, si bien la disculpa pública de la Arquidiócesis de Yucatán fue desatinada, no toda la religión católica atenta contra los derechos del pueblo maya. Un botón de muestra es el trabajo de padres como Raúl Lugo y Atilano “Tilo” Ceballos, que comparten la lucha por el derecho a la autonomía de dicho pueblo.— Mérida, Yucatán.