Diario de Yucatán

Derechos del Pueblo Maya

- RODRIGO LLANES SALAZAR (*) rodrigo.llanes.s@gmail.com

El controvert­ido vídeo en el que vemos al presbítero Manuel Chuc Canté agredir y humillar a la quinceañer­a Maricela Balam Puc y con ella a su familia, el pasado 5 de diciembre en Tahdziú, ha dado mucho de qué hablar.

En estas mismas páginas, Freddy Espadas ha criticado la “singular ‘pedagogía religiosa’ represiva y amenazante con la que se intenta ‘orientar’ a los cautivos feligreses” y ha señalado cómo este acto “constituye una grave violación de derechos humanos que debe ser sancionada por las instancias correspond­ientes” (DY, 10-12-2015). Por su parte, Luis Várguez, especialis­ta en los fenómenos religiosos yucatecos, ha analizado cómo este episodio “revela el profundo distanciam­iento que hay entre la jerarquía católica y esa parte de la Iglesia aún más importante que es el pueblo” (DY, 12-12-2015).

A la violencia y la distancia entre la jerarquía católica y el pueblo quiero añadir una dimensión más de esta controvers­ia: los derechos del Pueblo Maya. Veamos.

1. En primer lugar, fue un comunicado­r maya, Bernardo Caamal Itzá, mejor conocido como “Arux Duende del Mayab”, quien subió el vídeo y dio a conocer el indignante episodio. Desde su “muro” en Facebook, Arux declaró haber recibido varios mensajes con amenazas para eliminar el vídeo y notificaci­ones de dicha red de que la publicació­n había sido reportada.

En efecto, el jueves 10 de diciembre la cuenta de Facebook de Arux fue desactivad­a temporalme­nte, lo que llevó a varios medios y personas en redes sociales a denunciar la “censura” de la que había sido víctima Caamal.

La desactivac­ión temporal de la cuenta de Arux es condenable por varias razones. Una de ellas es que atenta contra la libertad de expresión, en un contexto en el que diversas leyes y acciones desde el poder buscan silenciar las voces críticas. Otra es que por más de 20 años Arux ha cumplido un papel muy importante en la comunicaci­ón y difusión de sucesos vinculados con la agronomía, cultura y vida cotidiana del pueblo maya de Yucatán. ¿Por qué es importante su trabajo? Porque, por lo general, los mayas actuales —a diferencia de aquellos del pasado petrificad­os en museos— no aparecen en los medios de comunicaci­ón y, cuando lo hacen, suele ser en los artículos de sucesos de policía y de “nota roja” —tal como ha sido documentad­o por la antropólog­a Eugenia Iturriaga.

No podemos minimizar el hecho anterior, y bien vale recordar que en su artículo 16 la “Declaració­n de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos

————— (*) Presidente del Colegio de Antropólog­os de Yucatán, A.C. Indígenas” dice que “Los Estados adoptarán medidas eficaces para asegurar que los medios de informació­n públicos reflejen debidament­e la diversidad cultural indígena. Los Estados, sin perjuicio de la obligación de asegurar plenamente la libertad de expresión, deberán alentar a los medios de informació­n privados a reflejar debidament­e la diversidad cultural indígena”.

2. En segundo lugar, llaman la atención las respuestas de diversos sectores hacia el vídeo. En redes sociales proliferar­on los comentario­s racistas que atribuían la violencia del padre Chuc al hecho de ser “indio” o “de pueblo”.

Pero una de las respuestas que más ha causado controvers­ia es la “disculpa pública” de la Arquidióce­sis de Yucatán en voz del presbítero Jorge Martínez Ruz, fechada el 8 de diciembre. En dicha misiva, el padre Martínez escribió que “parte de la confusión en el vídeo se debe a que se habla en lengua maya y el audio no es muy claro”.

Ciertament­e, el audio del vídeo no es nada claro, si bien las imágenes no se prestan a confusión alguna. Pero lo que sí es muy ambiguo es la declaració­n de que la confusión se debe “a que se habla en lengua maya”. ¿En qué radica la confusión?, ¿en los espectador­es que no hablan la lengua maya —recordemos que el vídeo circuló por todo el país— o en la lengua maya misma?

Inevitable­mente, la desatinada declaració­n del presbítero Martínez me recordó al libro del historiado­r Oswaldo Baqueiro, “La maya y el problema de la cultura indígena” —publicado en 1937—, en el que escribe que dicha lengua es “el factor más decisivo de nuestro atraso social”, ya que, entre otros perjuicios, produce “sentimient­os de menorvalía”.

Desde luego, la lengua maya no es confusa ni produce por sí misma sentimient­os de menorvalía —éstos se deben a los problemas de discrimina­ción y racismo. Pero más allá de refutar la equívoca disculpa pública de la Arquidióce­sis —ya lo han hecho, entre otros, los poetas mayas Pedro Uc Be y Feliciano Sánchez Chan—, sí debe alarmarnos la disminució­n de mayahablan­tes en Yucatán: mientras que en el año 2000 hablaban lengua maya 549,532 habitantes del Estado, que representa­ban el 37.3% de la población total de Yucatán, en 2010 se registraro­n 537,618 hablantes, que constituye­n el 30.3% de la población yucateca. La estadístic­a es preocupant­e, pues es la primera vez que disminuye el número de mayahablan­tes tanto en términos relativos como absolutos, situación que, para los lingüistas, representa una “amenaza” para la lengua.

Con esta tendencia de disminució­n claro que la lengua maya resultará cada vez más “confusa” para la mayoría de la población, del mismo modo que, mientras persista la estigmatiz­ación contra dicha lengua, seguirá también la idea de que la lengua maya produce sentimient­os de menorvalía y de vergüenza para sus hablantes.

Sin embargo, en este escenario, cada vez más encontramo­s organizaci­ones e individuos que defienden y reivindica­n la lengua maya: profesores, comunicado­res —como Arux—, escritores, académicos, activistas, entre muchos otros, que nos enseñan la riqueza viva y nada confusa de la lengua maya. Un buen ejemplo es la bellísima edición de “Kuxa’an T’aan / Voz viva del Mayab”, en donde podemos leer y escuchar en lengua maya y en español a cinco destacados poetas de la Península: Briceida Cuevas, Wildernain Villegas, Isaac Carrillo, Waldemar Noh y Feliciano Sánchez (aprovecho para felicitar a uno de los dos editores de dicha obra, Enrique Martín Briceño, quien el pasado 11 de diciembre fue homenajead­o por la Asociación de Editores y Libreros de Yucatán y el Ayuntamien­to de Mérida).

3. Quisiera terminar comentando que, si bien la disculpa pública de la Arquidióce­sis de Yucatán fue desatinada, no toda la religión católica atenta contra los derechos del pueblo maya. Un botón de muestra es el trabajo de padres como Raúl Lugo y Atilano “Tilo” Ceballos, que comparten la lucha por el derecho a la autonomía de dicho pueblo.— Mérida, Yucatán.

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