Docencia y vida cotidiana
Referirnos a los docentes en servicio es referirse tanto a los profesores de recién ingreso como también a los que tienen más de 30 años.
Es también hacer alusión a la heterogeneidad profesional en que se desenvuelven; en ella conviven desde normalistas a licenciados, pasando por las carreras técnicas y naturales. Los distintos profesiogramas son muestra del universo formativo que impregna la plantilla docente de nuestras escuelas.
La planta docente existente en los centros de trabajo reflejan también la concreción de la experiencia y la no experiencia, esta amalgama le da a nuestras escuelas una característica sui generis; los docentes de nuevo ingreso, por un lado, contando con su formación inicial emanada de las normales y licenciaturas, por otro, los docentes que ya han puesto en práctica dichos conocimientos y han hecho las adecuaciones e interpretaciones pertinentes en la práctica, dando como resultado la experiencia del quehacer educativo, algunos de estos últimos han enriquecido su experiencia con estudios de diplomados, maestrías o doctorados.
Sin duda habrá más descripciones de este universo docente. Para nuestro objetivo con estas dos bastan, para asentar la premisa de que nuestros docentes son de formación diferente, con actitudes diferentes que conviven el día a día y que enfrentan una realidad que los trasciende, que los limita, que los cuestiona, que les exige y que no les ofrece nada a cambio, ni salud ni tranquilidad ni seguridad, menos reconocimiento.
Los docentes con todas sus diferencias escolares internas deben ser gestionadores al exterior de condiciones favorables para sus alumnos, a la par de desarrollar propuestas pedagógicas que ayuden a los alumnos en su desarrollo con el fin de que éste logre la madurez cognitiva. ¿Cuántas veces los docentes se han enfrentado a una realidad creada de intereses políticos, sociales, culturales y económicos que no permite ese objetivo pedagógico al cual tiene derecho nuestra niñez?
¿Cómo negar esa cultura de indiferencia de la labor docente por parte de la sociedad? Basta leer los encabezados de los periódicos donde señalan a docentes y escuelas de fallas de atención a sus hijos, cuando en realidad muchos de los padres de familia han dejado de hacer su trabajo, su responsabilidad, que no sea otra cosa mínima que el respeto hacia las personas que los están formando y enseñando. Resulta claro que si nuestras autoridades y padres de familia tienen valores, entonces nosotros y sus hijos no podemos ser indiferentes.
¿Cómo consolidar a los docentes en servicio?
En este clima de zozobra cultural, donde el deterioro del entretejido social se desgasta, donde el clima de adecuación de las fuerzas sociales se entrecruzan, ¡sólo nos queda asumir una actitud de compromiso!
Primero. Reconociéndonos como responsables de una labor noble y delicada que debemos efectuarla en un ambiente difícil, violento, sin contar a veces con la colaboración de los padres y autoridades inmediatas. Como escuela reconocer que la labor pedagógica y social es muy compleja y en ocasiones caótica.
Segundo. Debemos tener la oportunidad del desarrollo
Debemos redoblar esfuerzos para reformar la profesión docente, hacerla más interpretativa de los momentos históricos en que estamos viviendo. Nuestro país ya no es el mismo, nuestras generaciones futuras merecen una educación de calidad y eficacia, autoridades honestas y éticas. Nuestra niñez merece vivir con la esperanza de una nación que le brinde la oportunidad de vivir.
profesional, debemos trabajar organizados, debemos trabajar en el sentido del aprendizaje, de que todo se aprende y todo lo aprendido da habilidades, consolidándonos como agentes de servicio; construyendo comunidades profesionales de aprendizajes.
Tercero. Desarrollemos la cultura del logro más que la competencia, la interacción social y humana en torno a la escuela. Apoyándonos; el docente que sabe debe enseñar lo que sabe, esta solidaridad entre los docentes propiciará el sentimiento de pertenencia a nuestro centro de trabajo.
Para crear la nueva escuela debemos urgir nuestras raíces, en lo profundo de nuestra historia, desde Carlos A. Carrillo a Enrique C. Rébsamen. Desde José Vasconcelos a Rafael Ramírez, ellos nos enseñaron que donde exista alguien que quiera aprender y donde exista alguien que quiera enseñar entonces surgirá la escuela, el alumno y el maestro. Una escuela nueva debe ser inclusiva y colaborativa, más que competitiva y excluyente como ha sido en los últimos años. Pedimos el respeto a la diversidad cultural y lingüística de nuestro municipio, estado y de nuestro país.
Pero no basta sólo lo nuestro, también se requiere pedir al exterior el respeto a nuestra dignidad como personas que han acogido la noble tarea de enseñar a las futuras generaciones, somos personas con vida, no sólo ejecutores de programas emergentes o modelos que pasan de moda, propiciando con ello la incapacidad docente de ofrecer respuestas a las diversas necesidades de nuestros alumnos.
Debemos redoblar esfuerzos para reformar la profesión docente, hacerla más interpretativa de los momentos históricos en que estamos viviendo. Nuestro país ya no es el mismo, nuestras generaciones futuras merecen una educación de calidad y eficacia, autoridades honestas y éticas. Nuestra niñez merece vivir con la esperanza de una nación que le brinde la oportunidad de vivir.
¡La fuerza para un cambio progresivo de nuestro país está en la transformación y fortaleza de la labor educativa; ya como individuo o sociedad lo sabemos!
¡La educación en el camino, los docentes el medio, las autoridades, la voluntad, todos unidos lo podemos lograr. Replantear el futuro de la profesión docente es prioritario para todos!
¡Demos la cara a estas adversidades individuales y colectivas, los profesores y nuestras instituciones defenderemos nuestra profesión, nuestros logros y el derecho a la prosperidad educativa de nuestro país!