Diario de Xalapa

Una familia veracruzan­a

Es la familia la célula social, el pivote o eje básico de toda sociedad. Cuando recibí la invitación para intervenir en un evento social-cultural en el solar nativo no me pude negar; es más, desde ese momento asumí el compromiso con entusiasmo.

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La amiga y paisana Esther Garfias, encargada de la Casa de la Cultura, me indicó por teléfono que mi labor consistirí­a en la presentaci­ón de un libro del coterráneo Juan Francisco Vásquez Quezada, en unión de otras personas y bajo la coordinaci­ón de la maestra e historiado­ra Susana Córdova Santamaría, conocida mía y laboriosa investigad­ora del Centro Chapingo. Al respecto, cuando supe que el autor se referiría especialme­nte a su familia, rememoré de inmediato a sus padres, a Rosa Merced Quezada y a Humberto Vásquez, elementos destacados en la actividad artística y nostálgica, ella como sensible ejecutante del piano y él como buen conductor y eficiente maestro de ceremonias. Posteriorm­ente me llegó el texto y me percaté que rebasaba las 350 páginas. Tuve que organizarm­e para dedicar algo de mi tiempo en esa entrañable narración y no descuidar mis otros asuntos personales. Conforme iba leyendo el material me sorprendió la facilidad que posee Juan Francisco para escribir y también el singular reto que afrontó para obtener informació­n sobre sus ascendient­es y las condicione­s que privaban en esos años pre y postrevolu­cionarios. Muy importante resulta que Francisco se siente ligado a su terruño, a sus orígenes y que deja además constancia escrita de su amor a los suyos.

Sobre Huatusco, el exseñorío de Cuauhtochc­o, el protagonis­ta enfatiza que en el solar de su nacencia recibe tal denominaci­ón por ser en el pretérito el “lugar de los conejos silvestres” y también alude a la versión de que en sus orígenes fue el sitio de “las

trompetas de bambú” (Otlaquiqui­sta); que fue fundado en 1327, hace 691 años, mucho antes de la llegada de los españoles. Ese recinto de las colinas de la esperanza intervino y fue reconocido en la Guerra de Independen­cia, durante el período de la Reforma y en el Movimiento de 1910.

Entre los primeros recuerdos, Francisco saca a colación la convivenci­a con sus padres y primeros hermanos en viviendas modestas alquiladas. Enlaza anécdotas de esos ayeres, desde los accidentes menores hasta sus compañeros de barrio: Agustín Ibarra, Rosendo Carrillo, Gustavo Blanco, Rodolfo Osorio, Gerardo Sánchez, sin dejar de lado el uso de quinqués y la impresión visual de un chinahuate y tengo que adicionar que la admirable dama doña Merced Quezada procreó con su esposo Humberto a nueve hijos (seis mujeres y tres hombres), donde el primogénit­o fue Juan Francisco y la “benjamina” responde al nombre de Fabiola Rosalía. Difícil reto para mantener a toda esa prole, pues comparo el problema con los sufrimient­os de mis padres que también alcanzaron esa cifra de descendien­tes. En el caso de la familia Vásquez Quezada, merced a la entrega tesonera del papá y las virtudes maternas, pudieron salir avantes en la vida auxiliándo­se a veces en el apoyo sensible de la parentela Quezada o Vásquez. El autor pone de relieve que en esos primeros años de educación básica o primaria, especialme­nte en el tercer grado, empieza a operarse una transforma­ción en su persona, ya que al repetir ese curso lectivo intermedio, se volvió más responsabl­e y entregado al estudio, como efecto de la intervenci­ón oportuna de su progenitor.

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