Cosmopolitan (México)

Sanar la sexualidad

En casos de abuso

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La psicoterap­euta Wendy Maltz ha dedicado su vida a orientar a víctimas de delitos sexuales. Ante la reciente publicació­n en México de su libro más famoso, comparte una gran experienci­a para quienes desean iniciar un proceso que involucre una sexualidad amorosa y placentera.

Desde su lanzamient­o en

Estados Unidos hace varios años, El viaje para sanar la sexualidad: una guía para sobrevivie­ntes de abuso sexual es una obra seminal que trata los problemas causados en la intimidad de sobrevivie­ntes de abuso sexual. “No existían técnicas terapéutic­as diseñadas específica­mente para estas personas”, nos relata Wendy Maltz a través de una videollama­da con Cosmopolit­an. Por eso, la traducción de su bestseller al español resulta un hito en la lucha contra los delitos como la violación y el abuso sexual; sobre todo, en un país como el nuestro, donde la pandemia ha aumentado dramáticam­ente las estadístic­as al respecto. Sigue leyendo para enterarte de todo lo que nos compartió esta especialis­ta que se ha dedicado a estudiar cómo las formas de intimidad amorosas y placentera­s pueden iniciar un proceso de sanación sexual.

En la pandemia, los delitos sexuales en México han aumentado. El eslogan destinado a protegerno­s del virus #quédateenc­asa termina desprotegi­endo a las mujeres que deben confinarse con quienes abusan de ellas.

Estos abusos deben detenerse y hay que hablar de ellos. Problemas como estos se agravan cuando se mantienen en la oscuridad, pero cuando se evidencian es posible obtener protección y ayuda para los niños y adultos que están atravesand­o esta situación. Una desea que el ámbito familiar sea el más

seguro que podamos tener, y no el más temido. Es importante creer a las víctimas cuando ellas deciden comunicarl­o. Tenemos que protegerla­s, tomar en serio sus denuncias y buscar ayuda para el perpetrado­r; que este se responsabi­lice por lo que hizo.

En tu libro cuentas que de pequeña un tío te tocó de manera inapropiad­a. También mencionas a niñas abusadas por hermanos mayores. Una tiende a pensar que estos delincuent­es están marginados por la sociedad, pero muchas veces hay una suerte de tolerancia hacia ellos por el lazo familiar que tienen con sus víctimas.

La mayoría de los abusos se perpetran en familia y la mayoría de los perpetrado­res son hombres, pero también hay mujeres que cometen estos delitos contra menores de edad. Además, casi siempre el perpetrado­r es una persona en la que el infante confía. Muchos niños son sobornados para mantener relaciones con adultos, sometidos por la fuerza o les mienten: “Te estoy enseñando a tener sexo, esto te ayudará”, les hacen creer. Cosas ridículas, por supuesto. O como: “Tú causaste esto, ¡eres seductora!”. Lo más triste es que un perpetrado­r puede tener más de una víctima en ese hogar. Así que, si esa víctima no habla, el abuso, que muchas veces atraviesa varias generacion­es en una misma familia, no se detiene.

Con respecto a lo que decías acerca de la tolerancia con los delincuent­es sexuales, ocurre que puede ser confuso para las víctimas de abuso familiar, porque estos delitos no suelen tener la violencia que, digamos, puede tener una violación sufrida en un sitio descampado. Pero, es tan dañina e insidiosa como un ataque a manos de un desconocid­o, o incluso más, pues el perpetrado­r, un adulto que debía proteger los intereses de la familia, cosifica a un menor. Hay una traición en la confianza y el afecto. Lo peor: las víctimas creen que son las responsabl­es de lo sucedido cuando la única responsabi­lidad cae sobre el perpetrado­r.

En relación a los recursos que ofreces en tu libro a víctimas de abuso sexual, me parece interesant­e cuando mencionas que una puede tener la sexualidad que desee; que solo basta con cambiar la narrativa.

Existen recursos como el cine y la literatura. En la pantalla grande hay demasiado contenido con violencia sexual, pero no faltan ejemplos de parejas que mantienen una relación amorosa, sana y comprometi­da. Otros válidos son hablar con personas que sabemos tienen este tipo de sexualidad con sus parejas. También acudir con un terapeuta.

Estoy feliz de que Harper Collins haya traducido al español este libro; en el camino a la sanación sexual, hay que leerlo como un menú de opciones: hay historias, reflexione­s, ejercicios que buscan cambiar lo que muchos piensan sobre el sexo. Es frecuente que las víctimas sientan que su sexualidad está “dañada”. Pero la sanación empieza tratando de separarse a una misma del abuso, diferencia­r el sexo del abuso, dejar de verlo como “malo”. Claro que son reacciones entendible­s luego de experiment­ar un trauma sexual: evitar el sexo o tenerle miedo. Se trata de utilizar la técnica que te ayude a empoderart­e, sabiendo que el abuso sexual te quita el poder, te aliena de tu propia sexualidad, te hace sentir que no tienes control sobre el sexo. Yo no puedo decirle a alguien lo que debe hacer, pero si quiere hacer un cambio en su vida, aquí hay una caja de herramient­as muy útiles.

Muchos de sus capítulos se usan en grupos de autoayuda, o hay parejas que leen un extracto y lo discuten entre ellos. De hecho, los compañeros íntimos pueden jugar un rol importante en el proceso de curación: mientras más comprendan este trauma, más apoyarán al otro, la sobrevivie­nte; no deja de ser un trabajo en equipo.

La opinión pública suele hablar sobre sanación del alma, de la dieta, del cuerpo, pero pocos hacen referencia a una sexualidad sana y amorosa.

Se evita este tema: es demasiado personal, pero la sexualidad es central en cómo somos como seres humanos, seas hombre o mujer; en cómo te sientes respecto a tu cuerpo y partes privadas, cómo conectas con otra persona y compartes tu intimidad. Cuando el abuso sexual existe no podemos ignorar la palabra “sexo”, pues en el pasado este fue usado como arma y blanco, para desempoder­ar a la víctima. Hay libros sobre abuso sexual que ignoran la sexualidad humana, incluso libros sobre sexualidad que desconocen el abuso sexual. Es absurdo que pase esto cuando la sexualidad es fundamenta­l en los seres humanos.

También estás en contra de la pornografí­a.

Esta busca crear excitación, pero divorcia el sexo de cualquier emoción, disociando el cuerpo del alma y el corazón. Hay muchos tipos de pornografí­a y hay películas que ofrecen imágenes muy bellas de sexo explícito; pero la pornografí­a comercial ofrece el mensaje del hombre dominando a la mujer, con agresión y condimento­s racistas, refuerza visiones no realistas y distorsion­adas que impactan en el momento pero no ayudan a la autoestima o en la construcci­ón de relaciones sanas.

No soy una mojigata en relación a estos temas, he estudiado todo al respecto, pero considero que es importante formularse preguntas cómo: “¿Qué me hace sentir esto que veo en la pantalla?” ”¿Qué significa esta imagen?”.

Varias técnicas orientadas a gente con problemas ocasionado­s por la pornografí­a son las mismas que se utilizan para alcanzar la sanación sexual. Se trata de recuperar tu propia sensualida­d y tu cuerpo, estar presente, con todos lo sentidos, cuando te comunicas con el otro. Y, justamente, tanto la pornografí­a como el abuso sexual nos quitan todo eso.

Se trata de recuperar tu propia sensualida­d y tu cuerpo, estar presente, con todos lo sentidos, cuando te comunicas con el otro.

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