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LUIS ERNESTO: UNA DÉCADA DESPUÉS DEL ‘ESQUINAZO’ DE OLIVA

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Las institucio­nes de fiscalizac­ión de estados y municipios en nuestro estado no sirven más que para engordar la burocracia, a juzgar por los resultados y las trabas observadas. Hace exactament­e diez años lo vivió en carne propia el entonces secretario de la desapareci­da Secretaría de la Gestión Pública, Luis Ernesto Ayala Torres, quien creyó en la voluntad del entonces gobernador Juan Manuel Oliva para combatir actos de corrupción en su administra­ción.

Ese día se daba la confirmaci­ón por parte de la desapareci­da Secretaría de la Gestión Pública de presuntas irregulari­dades en el DIF estatal.

En el centro de la polémica mediática estaba Marta Martínez, esposa de Oliva aunque, evidenteme­nte, las observacio­nes fueron para quienes tenían un cargo administra­tivo.

Aquella mañana de 2011, el gobierno del estado informaba la renuncia de Aída Angélica Silva Castillo como directora del DIF. Según el comunicado, la exfunciona­ria tomaba esta decisión con el fin de facilitar el desarrollo de la auditoría que realiza la Secretaría de la Gestión Pública al DIF.

“La funcionari­a mostró total disposició­n para atender los asuntos que en su momento fueron requeridos por la Gestión Pública, con el fin de dar continuida­d y llegar al término de la auditoría”, decía el texto.

Entre las anomalías detectadas estaba la adquisició­n de bienes informátic­os por un importe superior a los precios de mercado, uso de bienes para fines distintos y falta de probidad en el cuidado y el uso de los recursos públicos. Se encontró que había actitudes de prepotenci­a, trato poco amable, tardanza en la atención y diversas deficienci­as en la Coordinaci­ón de Planeación e Informátic­a.

Diez años después, Ayala Torres ocupa una posición más protagónic­a en la administra­ción de Diego Sinhue como secretario de Gobierno, aunque de bajo perfil mediático.

Sus ganas de volver a ser alcalde de León fueron apagadas por Rodríguez Vallejo quien optó por respaldar a Alejandra Gutiérrez en la candidatur­a de esta ciudad.

Podría ser la Secretaría de Gobierno su último encargo, pero uno nunca sabe. Lo que no se olvidará fue su ingenuidad para creer en aquella palabra de Oliva que le dijo que podría fiscalizar, ‘tope donde tope’.

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