Corredor Industrial

PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL

- El País / Los Ángeles

La mañana que Donald Trump cambió sus vidas, José Eduardo Paz y Raúl García esperaban como siempre en el aparcamien­to de una tienda Home Depot en el sur de Los Ángeles a que les contratara durante unas horas algún patrón con una obra pendiente.

Son indocument­ados, el primero hondureño y el otro mexicano. Paz lleva 14 años en Estados Unidos y García, 26. Tienen familia aquí e hijos estadounid­enses. Los dos recuerdan haber sido detenidos alguna vez y soltados a las pocas horas porque no tenían antecedent­es graves y su arraigo en Los Ángeles era evidente. La próxima vez, no será así.

Nadie está a salvo. Ese es el mensaje que el Gobierno de Donald Trump ha enviado a 11 millones de personas en Estados Unidos: su vida puede ser destruida en cualquier momento, por un error, pasado o futuro. Y Trump decide lo que se considera error.

Las nuevas normas de deportació­n detalladas por el Departamen­to de Seguridad Nacional, siguiendo las instruccio­nes del presidente Trump, amplían enormement­e la discreción de los agentes de inmigració­n sobre lo que consideran un sospechoso, aceleran los procesos de deportació­n y permiten deportar de forma instantáne­a a cualquiera que no pueda demostrar en el momento de ser detenido que lleva más de dos años en el país, entre otras medidas.

“Uno se siente ahora más perseguido e inseguro”, decía Paz, de 38 años. “An-

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Raúl García. (izquierda) y José Eduardo Paz, el martes en Los Ángeles.

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