● Trump tiene ideas bastante desastrosas, pero su guerra comercial con acero podría ser la peor, hasta ahora.
●¿Alguien apoya al presidente Donald Trump en la imposición de aranceles a las importaciones de acero y aluminio? Parece que no del todo.
El presidente Donald Trump impuso aranceles de hasta 25 por ciento en acero y 10 por ciento en aluminio, para proteger la seguridad nacional y presionar a China en sus prácticas comerciales.
Es una pésima manera de lograr cualquiera de los dos objetivos. El resultado probable será un aumento de los precios, limitará el crecimiento económico, pondrá en peligro los puestos de trabajo, presionará a los contribuyentes, alentará las represalias y desestabilizará el sistema de comercio mundial.
No es por ser alarmistas, pero incluso elevaría el costo de la cerveza.
La idea del mandatario estadounidense es tan mala que ha provocado un consenso poco común en Washington.
La mayoría del gabinete de Trump se opuso a la idea. Los grupos de agricultores lo llaman un “error miope”. Los fabricantes lo llaman “desastroso”.
Ni a los acereros les gusta la idea, ya que están preocupados por la inflación, la escasez de insumos y las disrupciones en los proveedores que podrían resultar.
Tampoco el Pentágono está contento. La demanda militar total de acero y aluminio representa cerca del 3 por ciento de la producción de EU, lo que significa que la dependencia de las importaciones no es un peligro notable. Sin embargo, la imposición de aranceles amplios podría tener un “impacto negativo en nuestros
aliados clave”, como lo expresó el secretario de defensa de Trump, James Mattis.
China no se verá afectada por las medidas. Ya está sujeto a más de dos docenas de aranceles antidumping y compensatorias sobre productos básicos de acero, y aporta menos del 3 por ciento del total de las importaciones estadounidenses. El único efecto práctico de los nuevos aranceles amplios sería provocar represalias contra los exportadores de EU.
Nada de esto es nuevo en realidad. Por décadas, Washington ha intentado de vez en cuando proteger a la industria siderúrgica y esos esfuerzos han perjudicado a los consumidores, socavado a
los fabricantes, inhibido el crecimiento y obstaculizado la innovación en el sector.
Había una mejor manera. Una disputa comercial distinta llamó la atención de Trump sobre la propiedad intelectual y el enfoque de China para las transferencias de tecnología corporativa. Se rumora que la administración trabaja con aliados para presionar a China en la Organización Mundial del Comercio. Este es el enfoque correcto: ordenado, por encima de la mesa y destinado a minimizar el conflicto. Con el tiempo, puede funcionar.
No se puede decir lo mismo de los aranceles del presidente Trump.