El rompecabezas de la vida
Desde que tengo memoria nunca me gustaron los rompecabezas. El solo ver un montón de piececitas color cielo casi idénticas me daba hasta mareos. No lograba siquiera entender por dónde empezar.
A mi hermano, en cambio, le encantan los rompecabezas. Para él, cuanto más grande y complicado sea, mejor. Es más, cuando tenía tres años comenzaba a armar sus rompecabezas colocando todas las piezas boca abajo sin ver la imagen. Lamentablemente yo no heredé ese talento.
A veces me parece que la vida es un enorme rompecabezas sin armar, cuyas piezas están esparcidas en todas direcciones. Son demasiadas piezas, demasiados problemas, demasiadas incógnitas. Por momentos, el solo intento de ponerlas todas en su lugar es demasiado para mí.
Cierto día, mientras observaba a mi hermano terminar la última sección de un rompecabezas de tres mil piezas, le pedí que me diera algunos consejos para realizar esa labor. Me habló de tres pasos para lograrlo:
1) Comienza por los bordes. Al igual que un rompecabezas, la primera prioridad en nuestra vida es nuestra relación con Dios, que nos aporta un marco de referencia firme. Puesta nuestra estructura espiritual en su lugar, se hace más fácil encajar las piezas de nuestro rompecabezas interior.
2) Separa el resto de las piezas por color. Como sucede con los rompecabezas, nuestra vida se compone de muchas y diversas categorías: el trabajo, la familia, nuestra carrera, la salud, la economía, etc. Tomarse el tiempo de ordenar las diferentes categorías de nuestra vida nos permite concentrarnos en lo que nos proponemos lograr en cada aspecto y nos facilita superar los retos que se nos presentan. 3) Comienza con una pieza y continúa comparán
dola con otras hasta que encuentres en cuál encaja. Tal como sucede con los rompecabezas, nuestra vida consiste en probar, fallar y probar nuevamente hasta que las piezas vayan encajando. Esa parte requiere perseverancia y determinación; pero si nos comprometemos cotidianamente a trabajar con ahínco y dedicamos a ello las horas necesarias, empezaremos a ver progresos.
Al llegar al final de nuestra vida y ver terminado nuestro bello rompecabezas, podremos contemplar toda la imagen y entender con mayor claridad la forma en que Dios obró a nuestro favor para poner en orden cada situación y sacarle partido.