Basura que viene de Guatemala, problema que deben resolver los Presidentes
“Nohayquedejarelproblema enmanosdelos incompetentes, que desafortunadamente abundanenlos dosgobiernos”
Centroamérica, desde el principio de la fundación de la República Federal, ha sido una zona de conflictos. El primero de ellos, cuando el Estado de Honduras incumplió sus obligaciones presupuestarias en el Gobierno de Dionisio de Herrera y no incluyó en el presupuesto los fondos obligados constitucionalmente para el sostenimiento del Gobierno Federal.
Después, las crisis fueron ocasionadas por la intervención de unos Gobiernos en los asuntos internos de los otros, animando invasiones y apoyando opositores. Incluso Costa Rica en una oportunidad intervino en los asuntos internos de Honduras, Nicaragua apoyó militarmente a Policarpo Bonilla y Tiburcio Carías Andino para derribar el Gobierno de Manuel Bonilla en 1907, y en 1876, Guatemala y El Salvador impusieron en Honduras al presidente Marco Aurelio Soto. Para el final, centrar las disputas –que no terminan todavía- en las cuestiones fronterizas entre Nicaragua y Costa Rica, entre Nicaragua y Honduras, y nuestro país con El Salvador, y Guatemala. Todavía, Nicaragua y El Salvador se niegan a delimitar la bocana del golfo de Fonseca y admitir nuestros derechos en el Pacífico. Pero nunca antes, el problema entre dos naciones había sido creado por problemas ambientales, como ha ocurrido ahora, en el caso de Guatemala y Honduras, en el que el primer país usa como cloaca general de sus desechos sólidos y aguas servidas, para afectar – sin que haya el propósito deliberado de hacerlo – las costas del golfo de Honduras, especialmente las de Honduras que son vitales para el turismo hondureño. La investigación que ha efectuado LA PRENSA confirma los orígenes del problema principal: la Zona 3 de la capital guatemalteca, la cual es la más poblada del vecino país y en consecuencia la que más basura produce.
En invierno hace que el vertedero principal arrastre por el cauce del río Las Vacas la basura acumulada durante todo el año y la deposite en la gran cloaca en que se ha convertido el río Motagua, que pertenece a Guatemala, como lo sabemos.
Sin embargo, se pasa por alto que Honduras, aunque en mínima proporción, también usa el Motagua como cloaca, porque hay por los menos siete municipios que interactúan con el río– hay que estudiar su problemática para corregir y tener entonces más justificación moral para pedir y reclamar al Estado hermano y vecino de Guatemala las rectificaciones del caso –. Ahora, el problema es ¿ qué hacer? Se imponen en primer lugar las negociaciones para que los Estados involucrados en el problema asuman sus responsabilidades.
Guatemala, por medio de sus funcionarios menores, ha negado el problema que LA PRENSA ha develado en forma extraordinaria, usando medias verdades e incluso mentiras piadosas para quitarle hierro al problema. Honduras debe aceptar que los municipios de El Merendón también contaminan el Motagua. Porque no se les puede pedir a los otros lo que nosotros no hacemos correctamente. En segundo lugar, hay que abandonar las soluciones fáciles, con las cuales, con fines políticos, se trata de engañar a la opinión pública de ambos países.
La instalación de las biobardas no atiende las causas del problema. Hay que obligar a Guatemala a que resuelva el problema del vertedero de la Zona 3 de su capital.
Por supuesto, por medio de negociaciones al nivel más alto y usando los órganos de integración, como el Sica y el Parlacen -aunque tiene fama de elefante blanco- a quien hay que darle tareas para que demuestre de una sola vez que sirve para algo.
Pensar que el problema lo resuelva la Corte Centroamericana de Justicia es una pérdida de tiempo porque esta es una instancia inútil que no goza de prestigio y mucho menos de respeto por parte de los Gobiernos.
Lo que sí está claro es que no hay que dejar el problema en manos de los incompetentes, que desafortunadamente abundan en los dos Gobiernos. Si no se crea un equipo negociador de alto nivel de la Cancillería hondureña, el diálogo quienes lo deben iniciar son los propios Presidentes. El presidencialismo latinoamericano es obvio y preponderante. Dañino globalmente; pero al final, en situaciones como estas, central en las soluciones.
Y se debe actuar antes que concluya el invierno. Porque si no se hace algo ahora, en el verano, las bardas funcionan y tranquilizan a la ciudadanía hondureña, la afectada por los vertederos de la capital de Guatemala.
El Gobierno hondureño, envuelto en los problemas políticos de la sucesión partidaria, puede comprometer, como se ha visto en el pasado, los intereses nacionales.
El mejor ejemplo ha sido la guerra con El Salvador, en 1969, que si hubiésemos tenido en los poderes Ejecutivos de los dos países a estadistas en vez de chafarotes mentalmente esclerotizados se habrían logrado acuerdos y evitado una confrontación que echó por tierra el primer ejercicio de integración que el mundo había conocido y que si no hubiese ocurrido el desastre que aún estamos sufriendo, nosotros tendríamos una región, no solo más desarrollada, sino que además, con competencia para manejar la basura que en la medida que crezca la población irá creciendo y haciendo más daño al medio ambiente y a la economía nacional.
Porque así como el Motagua es una cloaca, los es el río Choluteca para el golfo de Fonseca. Es decir que lo que ocurre entre Honduras y Guatemala, que puede al final ser llevado a la Corte Internacional de Justicia – caso que los gobernantes de ambos países sean incompetentes para resolver el problema-, no es nada más que el principio de los países pobres, cuya segunda desgracia, después de su incapacidad para atender el crecimiento de la pobreza, es resolver las dificultades de evitar que la basura que producimos nos entierre y demuestre al mundo nuestra colectiva incompetencia, confirmando que somos Estados rebasados por los problemas, como ya lo anticipara Francisco Morazán, al que asesinaron los que no querían el progreso de una nación fuerte que si lo fuera ya habría resueltos los problemas de la basura y del río Motagua.