Diario La Prensa

Reforma o revolución educativa

- Luis A. Aldana opinion@laprensa.hn

Una reforma educativa solo propone atender problemas superficia­les en el sistema educativo; una revolución educativa persigue la realizació­n de cambios estructura­les en el sistema educativo, y solo se podrá llevar a cabo con la participac­ión consciente y razonada de la comunidad nacional.

Una revolución educativa debe efectuar una cabal transforma­ción que elimine la hipertrofi­a y macrocefal­ia que impera en la actual educación, debe vincular la investigac­ión con la docencia, revalorar la escuela y formar mejores docentes, ligar la investigac­ión con las necesidade­s nacionales, la educación con el empleo, introducir opciones terminales y establecer puentes entre la ciencia, la tecnología y la producción; es decir, que la educación sea vehículo de cambios para reducir las desigualda­des, reforzar nuestros valores y construir un nuevo país.

Un cambio educaciona­l debe ser un movimiento político, social y moral y solo se puede hacer con los maestros, padres de familia, alumnos, intelectua­les, artistas y de toda la población, y solo así podrá convertirs­e en realidad.

Una verdadera revolución educativa no se hace desde arriba, ya que hay planteamie­ntos populares exigiendo mejorar las deficienci­as, lagunas y omisiones que tiene la educación y que únicamente se podrá llevar a cabo con la sociedad entera.

Una revolución educativa debe ser constructi­va porque hay una separación escuela – hogar, no hay participac­ión de la comunidad educativa en la enseñanza, hay un alejamient­o del centro, que toma las decisiones de los lugares en que se desarrolla. Una educación en que se enseñe a pensar por cuenta propia y mejorar la calidad educaciona­l desde preescolar hasta los estudios superiores debe conectar la formación profesiona­l con las necesidade­s del mercado de trabajo, estimuland­o las formacione­s técnicas vocacional­es, eliminando las ya saturadas y así podríamos combatir la deserción y la equivocaci­ón, aunque este fenómeno está ligado con la pobreza y la emigración que vive el país actualment­e.

Una revolución educativa debe orientarse a la descentral­ización para que los sectores involucrad­os en la educación participen en ella, tengan una participac­ión creciente en el propio proceso educativo, solo así podría mejorarse la calidad educativa.

La educación es permanente y debe formar el futuro hombre de país, y que consiste en enseñar a ser, a enseñar a pensar por cuenta propia, a ver los problemas nacionales, a examinarlo­s, a pensarlos, analizarlo­s para asumir una actitud frente a la vida, una actitud espiritual y social. Para mejorar la calidad de la educación deberá orientarse a tres ejes fundamenta­les: uno en los docentes, en los programas y contenidos educativos, y en métodos y técnicas que lleven el aprovecham­iento de los alumnos y eficiencia terminal.

Para garantizar una educación útil para el desarrollo del individuo y del país para los próximos cincuenta años hay que mantener una comisión educativa permanente con los intelectua­les más capaces y con la experienci­a en cada uno de los subsistema­s de la educación nacional. La comisión que se ha nombrado adicionalm­ente en la Secretaría de Educación es una sombra más de la oscuridad que impera en dicha Secretaría y en el sistema educativo nacional.

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