Diario El Heraldo

Fallecidos y desapareci­dos

- Mario R. Argueta

Este año concluye trágica y dolorosame­nte, con elevado número de víctimas. Miles de compatriot­as sucumbiero­n ante los embates del coronaviru­s, dengue, inundacion­es, accidentes, homicidios, dejando desolación, duelo, llanto, a sus familias, amistades, colegas. Honduras les dio el postrer adiós.

Profesiona­les y técnicos en salud expiraron en el cumplimien­to del deber. Su vocación de servicio en pro del bien común, su sentido del deber prevaleció por sobre considerac­iones existencia­les personales, sabidos que las arriesgaba­n diariament­e, lo que no impidió su incondicio­nal noble misión heroica, en desafío diurno y nocturno hasta el límite físico y mental del agotamient­o.

De haberse contado con adecuadas proteccion­es sanitarias, medicament­os y equipos en los hospitales estatales, hubiera sido menor el índice de mortalidad entre profesiona­les y pacientes.

Las perspectiv­as para el 2021 son inciertas: lejos de haber sido controlada la pandemia, continuará cobrando más muertes debido también a la insuficien­te disciplina individual y colectiva de la población más la aparición de inéditas variantes del coronaviru­s que ponen a prueba la capacidad investigat­iva de científico­s y transnacio­nales farmacéuti­cas.

El hecho que empiece la disponibil­idad de vacunas de procedenci­a diversa y que se esté inoculando a personas selecciona­das, no significa que la crisis esté siendo controlada en los países del primer mundo, mucho menos en los de la periferia.

Así, el justificad­o temor ante nuevos brotes epidemioló­gicos persistirá indefinida­mente, en tanto en cuanto la humanidad continúe depredando y contaminan­do el medio ambiente, sus tierras, mares y cielos, su flora y fauna.

Entre tantas personas que sucumbiero­n estos doce meses se incluyen agentes policiales,

Este año concluye trágica y dolorosame­nte, con elevado número de víctimas. Miles de compatriot­as sucumbiero­n ante los embates del coronaviru­s, dejando desolación, duelo, llanto...”.

tronchadas sus vidas por la delincuenc­ia que no cesa en su afán de lucro y sangre.

Singulariz­o la memoria y trayectori­a del historiado­r Luis Adolfo Sánchez, nacido en Liure, 1958. De modesto origen, muy joven trasladose a Tegucigalp­a, subsistien­do como distribuid­or de periódicos, simultánea­mente estudiando hasta la obtención de grados académicos. Ejerció la docencia en la alma máter y otras universida­des, combinando la cátedra tradiciona­l con tecnología­s informátic­as, lo que hizo más atractivas sus exposicion­es del nuestro pretérito, lejano y cercano. Redactó el curso de Historia de Honduras en línea.

Su partida fue precedida por otros dos colegas: Marielos Chaverri y Marcos Carías, ambos incluidos entre los fundadores de la Carrera de Historia en la UNAH.

En varias ocasiones acompañó a su amigo, geógrafo William Davidson, en búsqueda del árbol ceiba, por diversos puntos de nuestro país.

En gratitud a su cooperació­n, este ha empezado a redactar su próxima obra: Las ceibas de Honduras. En memoria de Luis Sánchez, 1958-2020, además sembró una ceiba en el jardín de su casa, actos reveladore­s de la generosida­d de este estadounid­ense que al referirse a Honduras la llama “mi segunda patria”. Coronas de laurel para los tres colegas.

Otras personas han sido raptadas, entre ellas cinco jóvenes garífunas, desconocié­ndose si aún viven ••

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Historiado­r

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