Democracia: cerrada por covid-19
De sobra se sabe que la emergencia global de la pandemia ha obligado a todos los países a tomar medidas de contención y mitigación para proteger la salud y la integridad de las personas, restringiendo la libertad de tránsito, de circulación y de reunión; en fin, un combo de restricciones parecido a la década de los fabulosos 80, donde el que saltaba las “normas” era sospechoso y acusado de traición a la patria en el máximo tribunal de la clandestina justicia. Hoy más allá de esa sentencia, la pena es a través de la cuarentena, el aislamiento y distanciamiento social, la reducción de la movilidad, el cierre de oficinas públicas y centros de trabajo, más la prensa sometida a las interrupciones sistemáticas de cadenas nacionales, con datos erróneos. ¡Vale más que son de “último momento”! Esto también incide en la política, en el proceso y el debate constante de cambios urgentes de la democracia, sobre todo en las reformas electorales, en el desarrollo de los procesos de precampaña y campaña, la difusión de la propaganda electoral, la ubicación y la integración de las casillas, la capacitación de los funcionarios, la producción, la tinta dizque indeleble, la distribución y la entrega de los materiales electorales, los escáneres, el escrutinio y la sumatoria de los votos y el cómputo final de los suel fragios que desde hace mucho se pide a gritos, después de los desastres que se hace con el voto, donde es consumido por fuerzas extrañas y la magia negra que en segundos pasa de una urna a la otra. Este es el laberinto crítico de la pandemia —pobre, que la culpan de todo—, y ahora también le echarán encima los fantasmas burlones que se deslumbran desde el mismo PN, que buscan trastocar el calendario al suspenderse las elecciones internas con objetivo del Gobierno, y lograr mantenerse en el poder, para eso pretenden eliminar las elecciones primarias, lo que indica que el siguiente paso será eliminar los comicios generales. Ese es el primer paso, y el segundo, darle largas y contaminar la espera con el cuento de las condiciones pandémicas para aprobar sin la sociedad civil el nuevo Código Penal y para evadir la elástica justicia, mediante una Constituyente, o bien, un golpe técnico y viral, según la lógica de cómo va la fiesta, que a estas alturas solo el prototipo de una nueva tarjeta de identidad tenemos, pues el RNP aún no garantiza el nuevo censo electoral para asistir a elecciones primarias. Pero en estos países la democracia pone y la pandemia dispone, así como también condiciona la ejecución de los procesos electorales, bajo la excusa perfecta de no poner en riesgo la salud de las personas y detonar un incremento en la propagación del número de personas infectadas por el coronavirus, La irrupción del coronavirus forzó a 51 países a posponer sus elecciones, prolongando los mandatos de los titulares del Poder Ejecutivo, extendiendo la representación del Legislativo, restringiendo el ejercicio de los derechos políticos y comprometiendo la transmisión periódica, pacífica, libre y democrática del poder político. Esto solo es una medida extrema y temporal para proteger la vida, la salud y la integridad de las personas —dicen—; pero los antecedentes de Honduras nos señalan lo contrario: la cuarentena política va para largo, y después de esto, viene lo peor: la plaga continuista del poder actual, misma calamidad que asfixia hasta acabar con la vida constitucional del país
Este es el laberinto crítico de la pandemia —pobre, que la culpan de todo—”.