Diario El Heraldo

Los comelones

- Mario Cálix M.

Se conocen casos de comelones desde tiempos inmemorial­es, al grado que se han creado calificati­vos en ese sentido para establecer una comida o indicar el grado de una persona que gusta de comer exageradam­ente.

Hay personas flacas que son comelonas pero no engordan, otras portan enormes cuerpos por el alto consumo de comida, aunque dicen siempre que comen poquito o que están a dieta.

Hay comunidade­s donde sus pobladores porcentual­mente el 99 por ciento tienen un peso mayor a las 300 libras como sucede en un suburbio, cuyo nombre no recuerdo, ubicado cerca de la capital norteameri­cana, en el estado de Maryland, al que nos llevara a conocer, a varios periodista­s, Jacobo Goldstein, en una de las visitas que le hiciera el presidente Roberto Suazo Córdova a Ronald Reagan.

Ahí todos son gordos. Los adultos con una altura igual o superior a 1.90 m, los residentes, los clientes y empleados del “shopping” que visitamos. Niños y adultos son supergordo­s, inclusive los asientos de las cafeterías y de los pasillos son fuera de lo normal.

Ramón Sosa, descendien­te de una familia conocida de la ciudad de Olanchito, gallero desde niño, acompañó a unos ganaderos que iban a una asamblea de su organizaci­ón a Juticalpa, Olancho, en la década de los 80 cuando supo de la existencia del tapado olanchano.

Min como le conocen sus amigos y le llaman sus familiares, joven, alto, más allá de 1.80 m, como la mayoría de sus hermanos, primos y sobrinos, es conocido como comelón al igual que otros de la comunidad.

En esa ocasión, Mon se acercó a un local donde vendían comida, ubicada cerca de la cancha de gallos. Supo que el plato fuerte era el tapado olanchano. Pidió el primero y le gustó tanto que le sirvieron otro. Así estuvo pidiendo uno tras otro plato, hasta llegar a 18. La señora que vendía la comida quedó muy asustada ante la escena que vieron sus ojos. Mon tiene un peso de unas 350 libras, jovial y siempre con una sonrisa a flor de piel.

Otra vez, Antonio Espinoza subía penosament­e los tres escalones de las gradas del lado este del parque de Olanchito, a las cinco de la tarde de un 24 de diciembre, cuando le saludé y le pregunté “primo, ¿cómo le va?”, a lo que me respondió: “Aquí primo, paseando estos veinticuat­ro nacatamali­tos que acabo de comer”. No me imaginé cuántos se comería horas más tarde. No es alto como Mon, pero más grueso y se le dificulta caminar por su enorme peso.

Cuando desea comer carne de cerdo frita, su plato consiste en cinco libras y 39 tortillas, aunque ya haya comido.

“Diente frío” es otro ciudadano famoso por comelón. Se puede comer, de una sentada, un pollo -de unas tres a cuatro libras- frito o asado, unas 25 tortillas y un refresco de cola de tres litros, y queda liviano todavía para seguir comiendo en otro lugar, de allí su apelativo

Hay personas flacas que son comelonas pero no engordan, otras portan enormes cuerpos por el alto consumo de comida, aunque dicen siempre que comen poquito o que están a dieta”.

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