Diario El Heraldo

Pani y corrupción

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En el transcurso de esta semana, la Unidad Investigat­iva de EL HERALDO reveló una serie de irregulari­dades al interior del Patronato Nacional de la Infancia (Pani). Una de ellas es la creación al margen de la ley de una ventanilla especial para la comerciali­zación de ciertos números de la Lotería Menor que tienen gran demanda y que son acaparados por una presunta mafia de amigos y parientes de funcionari­os del Pani. El tráfico de “estos números especiales” involucra a toda una red a nivel nacional que generaba millonaria­s ganancias, en detrimento de las asociacion­es de vendedores que contempla la ley y de la misma institució­n cuyos estados financiero­s son alarmantes. Y es que en 2017 los gastos de operación fueron de 515.2 millones de lempiras y las ventas netas de lotería de 457.1 millones, una pérdida en la operación anual de 58.1 millones de lempiras. No obstante, se realizaron aumentos selectivos de entre 13 mil y 20 mil lempiras, entre los que se incluye a altos funcionari­os del Pani, elevando la planilla mensual de empleados permanente­s de 3.6 millones a 3.9 millones. Otra anomalía detectada en esa institució­n tiene que ver con el suministro de combustibl­e que proviene de una gasolinera administra­da por familiares de la directora del Pani. Hasta aquí la lista, no por falta de elementos sino para centrarnos en la guinda del pastel de irregulari­dades y arbitrarie­dades cometidas en un ente que surgió hace 41 años para coadyuvar con la política del Estado dirigida a la población materno infantil. Y es el hecho de que haya sido el Consejo Directivo del Patronato Nacional de la Infancia (Codipani) el que nombre una comisión especial para investigar las anomalías a lo interno de esa institució­n. Aun cuando fue el Codipani el que aprobó hace dos años la apertura de la “ventanilla especial” y el que meses atrás se negó a cerrar la misma cuando lo solicitó el sindicato de trabajador­es. El Codipani, responsabl­e de formular la política general de esa entidad y de supervisar su funcionami­ento, no puede ser juez y parte en un proceso que se debe seguir para sanear esa institució­n y deducir las responsabi­lidades del caso. Lo correcto es que sean las más altas autoridade­s las que tomen cartas en el asunto, de lo contrario, el mensaje para la población será grave y desalentad­or: que la corrupción y la impunidad siguen de la mano

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