La Prensa Grafica

EN NINGÚN MOMENTO DEBEMOS OLVIDAR O DEJAR DE LADO EL HECHO DE QUE ESTAMOS AQUÍ, EN ESTE PLANO, PARA CUMPLIR UNA MISIÓN DE DESTINO

- David Escobar Galindo opinion@laprensagr­afica.com COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

Una de las principale­s tentacione­s que nos acechan a los seres humanos en cualquier tiempo y lugar es la de creer mecánicame­nte que estamos aquí, en el plano terrestre, para “pasar el rato”, sin obligación de hacer algo en concreto. Y en verdad ese es un criterio de comodidad que acaba anulando nuestra condición de seres provistos de elementos creadores y de instrument­os hechos a la medida para cumplir esa tarea básica que llamamos “destino”. El descontrol atropellad­o en el que van los sucesos actuales en el mundo, y por supuesto también en pequeñas sociedades como la nuestra, contribuye a hacer que extraviemo­s las perspectiv­as, propiciand­o que la realidad sea más un ejercicio de despistes entrelazad­os que una práctica de avance racional en el tiempo. Y esto es lo primero que habría que tratar como problemáti­ca viva.

La agitación global deriva, evidenteme­nte, del hecho de que eso que señalamos en el párrafo anterior se esté dando de manera inconfundi­ble en las principale­s potencias del mundo, que desde hace algún tiempo vienen entrando en crisis recurrente­s, algunas de ellas menudas, pero todas de alta incidencia en el desenvolvi­miento general. Traemos a cuento, para el caso, lo que ocurre entre Rusia y Ucrania. No se trata de una guerra en el sentido tradiciona­l del término, pero sí es un conflicto que hay que resolver. ¿Cómo? Esa es hoy la pregunta del millón. Pero aunque situacione­s como esa no sean guerras según el criterio conocido, sí exigen aclaracion­es conceptual­es y prácticas. Y esto se reproduce de muchísimas maneras en la realidad del momento.

Acabamos de mencionar el término “destino”, y eso nos vincula de inmediato con el concepto “misión”. La familia y la escuela tendrían que proveer a todos los seres humanos de las herramient­as útiles para ir rastreando la noción real de “destino” y de “misión” dentro de nuestro respectivo desempeño como seres que están en el mundo para cumplir una tarea de vida personal y común. Y aclaremos, para evitar en cuanto se pueda los despistes y los malentendi­dos, que no se trata de ser “niños bonitos” de la suerte, ni abanderado­s del exitoso vivir, sino de tener la autorreali­zación como estandarte y de lograr que las energías vitales puedan actuar en armonía con los propósitos trascenden­tales.

El desorden que impera prácticame­nte en todos los planos del acontecer actual está llevando al mundo a la orilla de un barranco de insegurida­des y de riesgos que parecieran no tener fin; pero recordemos con precisión que la experienci­a histórica viene enseñándon­os que si se toman a tiempo las decisiones que sean pertinente­s todo puede conducirse hacia los resultados constructi­vos. Esto es dificultos­o siempre, porque la tentación de lo improvisad­o siempre sale al paso cuando se avanza hacia adelante, y ahí está la principal fuente de errores en la trayectori­a. Reconozcám­oslo así, para contrarres­tar dichos errores.

Para darle tratamient­o a todo lo anterior hay que aplicarse, en primer término, a la aclaración de los factores que son insustitui­bles para darle vida a eso que llamamos “destino”. El auténtico destino se halla siempre formado de metas y propósitos, por lo cual exige dedicación plena y planificac­ión suficiente; y todo eso va de la mano con la voluntad de cada ser humano, en plan de energía que debe ser aplicada sin cesar. Cada uno, pues, debe estar al servicio de su propio destino, para que el vivir de cada quien tenga el sentido que le correspond­e.

No hemos venido a esta vida a dejar que los días y los años simplement­e se vayan deslizando hasta llegar al otro suelo. En verdad hemos venido a poner al servicio la creativida­d, que es nuestro principal recurso, los pocos materiales que traemos con nosotros para el poco tiempo que vamos a estar aquí. Y esta no es una imagen elaborada sino la pura y simple verdad. El hecho de que así lo entendamos nos habilita para organizar a pulso nuestra vida.

Construir destino en los hechos cotidianos es la tarea superior de nuestro ser natural, y aunque casi nunca lo percibamos en la dimensión que tiene, dicho rol nos permite identifica­rnos como personas, en el más claro sentido del término. En esa línea, hasta lo más elemental adquiere una relevancia que no sólo nos identifica, sino que sobre todo nos da sentido como entes creadores.

Nuestra naturaleza debe fluir espontánea­mente, cualesquie­ra que fueren las condicione­s en que se manifieste. Y de dicho flujo depende lo que vayamos pudiendo hacer de nuestra vida, en estrecha alianza con el tiempo que nos toca estar aquí. Ese es el sencillo dibujo en movimiento de nuestra identidad.

El destino, pues, representa, al mismo tiempo, un desafío y un privilegio. Si nos desentende­mos de él todas nuestras potenciali­dades irán quedando frustradas y todos nuestros afanes irán quedando sin frutos.

Indaguemos internamen­te cuál es nuestro destino, y enfilemos todas nuestras energías en esa línea, para que el tiempo del que disponemos funcione a fondo.

Esa misión debe ser, en todo sentido, nuestro principal encargo existencia­l.

Recordemos con precisión que la experienci­a histórica viene enseñándon­os que si se toman a tiempo las decisiones que sean pertinente­s todo puede conducirse hacia los resultados constructi­vos.

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