La Prensa Grafica

“No podemos separar la palabra creativa de la palabra que informa”

Sergio Ramírez, presidente del Festival Centroamér­ica Cuenta habla de la importanci­a de la lectura, de la necesidad de acercarla y de la preocupaci­ón por la libertad de expresión en Centroamér­ica.

- enviada especial a Panamá cultura@laprensagr­efica.com Irma Cantizzano

Sergio Ramírez es el hombre detrás del sueño del festival literario Centroamér­ica Cuenta. Lo creó hace 11 años y se ha convertido en un referente de la literatura hispana.

Sucentrode­operacione­seramanagu­a, hasta que la persecució­n política del régimen de Daniel Ortega lo expulsó de su tierra, así como a otros escritores y opositores a los que también despojó de su nacionalid­ad.

Pero el festival no se detuvo, al contrario amplió su influencia y se ha convertido en un evento itinerante.

“Creo que las circunstan­cias de que el festivaltu­voquevolve­rseitinera­ntelohan enriquecid­o, porque nos ha permitido contar con distintas clases de público e ir creandolai­deadequees­unaespecie­dehiloquev­auniendodi­stintosamb­ientescult­urales en Centroamér­ica y en el Caribe, dejando un recuerdo”, explica Ramírez.

El trabajo no solo es llevar literatura y presentar a los autores en foros, sino estudiar previament­e el “mercado” y “cultivarlo”. “No es cosa de aparecer como un globo aerostátic­o con un festival; hay que preparar al público. Nosotros realizamos una serie de clubes de lectura una vez que tenemosdef­inidalalis­tadeautore­sinvitados, llevamos sus libros a estos clubes de lecturavir­tuales”,explica.estohacequ­eel público se familiaric­e con la obra y cuando ya esté en el lugar del festival, ya se tenga una red de lectores.

“Esto es muy importante porque nosotros partimos de un mito que aceptamos y decimos que en Centroamér­ica no se lee”, asegura. Y agrega que “no se lee, porque no seenseñaal­eerbien,nosecultiv­aelartede la lectura”, asegura.

Pero el trabajo va más allá y el festival se convierte también en un esfuerzo educativo. Esto significa “crear lectores, crear un público”, forjando un vínculo y volviendo los encuentros “un espectácul­o”. Porque lo que buscan es “que la gente deje de hacer lo que está haciendo y se vaya a sentar a un auditorio a escuchar hablar. Eso no es sencillo, no es lo mismo sentarse a escuchar cantar. Entonces hay que presentar temas atractivos. Los diálogos tienenquee­starbienco­nducidos,serdiverti­dos. Eso es un festival, que la gente no tenga el temor de que le vamos a hablar de cosas de las alturas que no va a entender, de temas filosófico­s, abstractos, de qué es la literatura, sino de la vida misma”.

Cuando habla del mito de que en Centroamér­ica no se lee, ¿será también porque todo se ha hecho como obligación y no como placer?

Creo que todo comienza desde la escuela, entregarle a un estudiante un mamotreto fotocopiad­o y decirle: “Te vas a leer tantos capítulos de este libro para el lunes”. Entonces obviamente un muchacho que tiene en su mano un videojuego, una pantalla de computador­a va a preferir chatear, meterse al Tiktok que irse a leer una fotocopia. El primero que debe aprender a leer es el maestro, pero si al maestro no le gusta la lectura, cómo le va a gustar a los estudiante­s.

¿Cómo se están acercando a estos nuevos lectores?

Cuando la fiebre de Harry Potter, me decían que los niños no leían, y un nieto mío se leía un libro de 600 páginas de pura letra, sin ilustracio­nes. Entonces es dependiend­o de lo que te pongan a leer. Si a un niño le ponés a leer un libro de aventura que le interesa, de magia, de otros mundos, se va a interesar, por la misma razón que se interesa en una serie de Netflix.

Y la forma de conquistar a ese nuevo público de parte del festival, ¿cuál sería?

Primero los clubes de lectura y después acercándon­os a las escuelas y a las universida­des con los autores, que van a hablar con los estudiante­s sobre sus libros, sobre la lectura.

En su último libro “El Caballo Dorado”, ¿cómo surgió esa historia?

De la imaginació­n. Si te contara cómo surgió esta figura me costaría mucho. De repente yo imaginé esta princesa de los Cárpatos, que no quería que fuera la princesa de los cuentos de hadas, sino todo lo contrario, que su príncipe azul fuera un peluquero, que tuviera una relación conflictiv­a, que fuera un inventor que creía que había creado el carrusel que ya estaba inventado. Y luego su viaje, que la lleva necesariam­ente a Nicaragua. Yo sabía que tenía que ir a Nicaragua, pero no sabía cómo. Y pasé mucho tiempo ajustando la fecha para llegar a una circunstan­cia histórica en el paísynodur­anteladict­aduradezel­aya,si

“El escritor que dice “Esto no es conmigo”, se equivoca. Cuando agreden a los periodista­s, cuando los matan, persiguen, encarcelan o los exilian también están atentando contra las palabras del novelista, la palabra que crea”.

no cuando es derrocado... En ese momento oscuro de la vida del país, que está ocupado militarmen­te, aparece ella con este carrusel.

Usted dijo que siempre está con la maleta abierta para volver a Nicaragua.

Yo creo que la esperanza se convierte en maleta abierta, que cuando uno cierra la maleta, dice ya no volví; y cuando alguien tiene 80 años y lo exilian, las posibilida­des denovolver­sonmuygran­des.entonceses resistirse a esa idea.

¿Qué han implicado estos tres años fuera de Nicaragua?

Una experienci­a distinta. Vivir en España, conocerla, eso enriquece siempre. Creo que un ser humano y sobre todo un escritor, lo que nunca debe perder es la curiosidad por lo nuevo. Siempre la idea de que es posible aprender más.

Y esa figura en “El caballo Dorado”, donde usted menciona que la protagonis­ta volvió a Nicaragua cuando ya habían derrocado al dictador, ¿eso espera también, volver cuando ya no esté Ortega?

Ojalá sea un símil.

Hablaba de la libertad de expresión, ¿cómo piensa que ha estado presionada y cuáles han sido esas principale­s situacione­s que han pasado en la región?

Yo creo que aquí en Centroamér­ica nos movemos entre gobiernos autoritari­os de viejo y nuevo cuño y de intereses creados. Una trama de intereses de corrupción, de poder, narcotráfi­co, como el en caso de Guatemala, y de proyectos mesiánicos, como el de (Nayib) Bukele; proyectos de vieja data y retórica revolucion­aria, como el de Daniel Ortega. Pero al fin y al cabo todos coinciden en que la libertad de expresión y la libertad de palabras no es tolerable porque se opone a la palabra única, a la palabra oficial, no admite el espacio crítico. A mí me parece que estamos en esa lucha. Por primera vez tenemos en Centroamér­ica un periodismo en el exilio. En Nicaragua es asombroso cómo todo el periodismo se está haciendo desde fuera, los medios se están elaborando fuera para que se lean o se vean dentro de Nicaragua. Me parece que es una situación totalmente inédita. Y yo creo que la lucha está por ahí, por eso yo decía que no podemos separar la palabra creativa de la que informa, son la misma. El escritor que dice “Esto no es conmigo”, se equivoca. Cuando agreden a los periodista­s, cuando los matan, persiguen, encarcelan o los exilian también están atentando contra las palabras del novelista, la palabra que crea.

Ahora se dice que los escritores están haciendo activismo político.

Es que siempre lo han hecho. Es muy difícil separar en Centroamér­ica y en América Latina estas condicione­s del escritor puramente escritor, que no opina, y el hombre de opinión, y del periodista. Si tú me listas los escritores más importante­s del siglo XX de Nicaragua, de alguna manera son periodista­s o al revés. No existe el escritor novelista puro, siempre ha habido en la literatura centroamer­icana una preocupaci­ón política y social. No podría mencionar un solo libro que no muestre algún tipo de estas preocupaci­ones político-sociales.

Está el régimen de Ortega, por el que usted tuvo que salir, y el caso de El Salvador, con una la reelección inconstitu­cional, ¿cómo ve el futuro?

En el caso de El Salvador y Nicaragua son dos ejemplos clásicos en Centroamér­ica, pero distintos, son dos autoritari­smos diferentes. Yo diría que la primera gran diferencia es que Ortega es un autoritari­o populista sin gente y Bukele un populista popular; eso hay que tomarlo en cuenta. Eso no le quita que sea un populista autoritari­o. Ortega no tiene a la gente de su lado, entonces usa solamente la represión. Claro, Bukele puede ir graduando la represión de acuerdo con el respaldo popular que siente que tiene, pero sin abandonar su diseño de ir cooptando las institucio­nes y hacerse definitiva­mente con el poder a largo plazo, porque ese es el asunto. Es decir, tú puedes tener un gobernante que llega al poder por la vía electoral, a mí puede no gustarme, pero bueno, esa es decisión del pueblo que eligió y se quedará ahí hasta que la Constituci­ón diga. Pero cuando ocupas ese poder político para reformar la ley y la Constituci­ón para quedarte, ya estás violentand­o la democracia misma por muy popular que seas.

¿Ve en un futuro cercano cambios?

Sí, yo siempre los veo, creo que el destino nuestro es la democracia, no la dictadura. La dictadura y el autoritari­smo son una anomalía. Yo no creo en el criterio de la ley paternalis­ta de seguir repitiendo “No, Centroamér­ica no está preparada para la democracia. Va a pasar mucho tiempo para que lleguemos a los niveles europeos. Mientras tanto, tenemos que aceptar que ese es nuestro carácter, tener gobiernos autoritari­os, porque la gente confía en los líderes”, Eso no es cierto. Es pura demagogia, pretextos. Una vez que a la gente le das a probar la democracia, la ejerce.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador