De acuerdo con los nutricionistas, las raciones de comida deben ser calculadas según el tamaño.
¿En qué se diferencia la dieta de un niño que ya ha cumplido sus primeros 3 años de la de un adulto? La respuesta es simple: ¡en nada! Lo único que cambia es el tamaño de las porciones. De acuerdo con los nutricionistas infantiles, a esa edad los niños ya pueden ingerir una gran variedad de alimentos en diversas presentaciones.
Esa es la razón por la cual esta etapa es fundamental para la adquisición de hábitos de alimentación adecuados.
Si bien es cierto que desde cuando se inicia la alimentación complementaria, a los 6 meses, el niño se ha ido formando en ciertas pautas alimentarias, es a partir de los 3 años cuando dichos hábitos se consolidan definitivamente, puesto que ya es más consciente de lo que consume, empieza a opinar y a definir sus propios gustos.
Además, comienza a interiorizar normas sociales, y debido a ello las rutinas de alimentación se convierten una excelente oportunidad para fomentar buenos modales en la mesa e inculcar el acto de comer como un momento para compartir y disfrutar en familia.
¿CÓMO ES SU APETITO?
De acuerdo con Dora Pulido, nutricionista infantil, esta es una etapa en la que el niño ya ha alcanzado una madurez completa de los órganos y sistemas que intervienen en la digestión, absorción y el metabolismo de los nutrientes, razón por la cual está preparado para comer de todo, con la única condición de que el menú tenga un adecuado balance entre proteínas animales y vegetales, lácteos, cereales, frutas y verduras.
La especialista aconseja: “El ritmo de crecimiento no es tan acelerado como en los dos primeros años, lo que lleva a un menor requerimiento nutricional del organismo, por lo cual el apetito disminuye notoriamente”.
De hecho, en este periodo los niños tienen una ganancia media de peso de 4 1/2 libra al año, como lo explica Camila Céspedes Salazar, de la Asociación Colombiana de Endocrinología Pediátrica.
Lo que recomiendan los especialistas es que se le haga caso al apetito del niño. “Hay que intentar no alterar esas sensaciones con comportamientos a veces obsesivos basados en la idea de que el niño debe, obligatoriamente, ingerir grandes cantidades de alimento, lo que nos lleva a insistirle para que se coma todo lo que tiene en el plato”, aconseja la doctora Dora Pulido.
PORCIONES ADECUADAS
En los niños pequeños, las raciones de comida deben ser proporcionales a su tamaño corporal y ajustarse a medida que van creciendo.
Una manera fácil de medir las porciones es calcularlas según el tamaño de la mano y del puño del menor: una porción de proteína equivale a la palma de la mano del niño, la porción adecuada de harinas y granos debe ser del tamaño de la mano empuñada; y para las verduras, el ideal es servir una porción que equivalga