La economía, las instituciones y la gente
En el mundo,
y por cierto en los países latinoamericanos, hemos incurrido en el error de poner delante de los valores y las instituciones a la economía. Se ha invertido el orden lógico de las cosas. Se ha puesto a correr a las personas tras la volatilidad de los mercados financieros. Se ha evaporado la fuerza moral y jurídica de la Ley, y nos hemos quedado con los números, los balances y el síndrome de lo macro. Pero la economía sin instituciones fuertes es un caprichoso tirano que esclaviza a los estados y deja a la gente huérfana de referentes éticos. Sin instituciones eficaces, la libertad económica es una ficción.
En efecto, no es posible el funcionamiento del mercado libre sin un país estructurado, sin un proyecto nacional en el que se sientan incluidos y representados todos los ciudadanos. La economía libre, cuando cuenta con instituciones y reglas, cumple eficazmente un papel integrador de las comunidades. Si eso no ocurre, las competencia desarticula los consensos, alimenta las rivalidades y separa irremediablemente a la gente.
La experiencia histórica demuestra que los países desarrollados, antes de llegar a la prosperidad, levantaron trabajosamente sus sistemas institucionales; crearon cultura y sentido de respeto a la ley; cultivaron la tradición jurídica; hicieron de los jueces y tribunales prestigiosos actores sociales; elevaron a la categoría de referentes intocables el respeto a los contratos, la intangibilidad de los derechos y la propiedad. Después de afianzada esa infraestructura y esos valores, pudo la economía crecer y la gente participar de sus frutos.
Acá pretendemos que las cosas sucedan de otro modo; queremos arreglar la economía sin tener tradición jurídica; mejorar los índices sin buenos jueces que administren justicia y creen confianza; sanear la finanzas públicas sin instituciones fuertes que le digan NO al poder, cuando se deba decir no. Queremos poner la carreta delante de los bueyes, y eso nos asegura el retroceso, la incertidumbre, la especulación y la pobreza.
El economicismo es una deformación de las sociedades que quieren abreviar la historia, hacer en media hora lo que otros tardaron años. El economicismo pretende sustituir la vida con fórmulas de pizarrón y resumir las complejidades de la sociedad en balances, hipótesis financieras y enredos presupuestarios. La sociedad vive ahora en el laberinto de lugares comunes que nos han vendido como verdades absolutas, olvidando que, detrás de los más complejos fenómenos financieros, están la actitud de la gente, las expectativas de hombres concretos, las pasiones de grupos, los intereses de seres humanos.
Los autores del laberinto presumen que su ciencia vive en la soledad de los laboratorios. Pero la economía se mueve en la calle. El presupuesto se siente en la tienda de la esquina. La devaluación se adivina en la cancha de fútbol. El Estado imprevisor y dispendioso daña las ilusiones del campesino, alegra los fines de semana del burócrata de oro, amarga al comerciante y limpia los bolsillos del profesional. Los partidarios de la economía de pizarrón olvidan que su ciencia envenena a la sociedad y que ella, cuando va sola, conduce a los países al descalabro y a los hombres a la frustración.
El sentido humano de la economía indica que ella no funciona sin instituciones que acerquen sus conceptos abstractos al hombre concreto; que no es posible mercado libre sin autoridades que entiendan la sociedad más allá de las cifras, y si no hay leyes justas y oportunas, jueces honrados y legisladores sabios. Y si todos ellos carecen del sentido común necesario para poner a la economía en el complejo contexto de gentes diversas, cargadas de intereses, pasiones, valores, antivalores, egoísmo y solidaridad. La economía es demasiado humana como para que la manejen los políticos y los teóricos que nos han metido en el más serio laberinto que se recuerde.
“EL ESTADO IMPREVISOR Y DISPENDIOSO DAÑA LAS ILUSIONES DEL CAMPESINO, ALEGRA LOS FINES DE SEMANA DEL BURÓCRATA DE ORO, AMARGA AL COMERCIANTE Y LIMPIA LOS BOLSILLOS DEL PROFESIONAL”.