El Universo

Los subtextos de esos escritores

- ENRIQUE ROJAS S. rojas.tv@gmail.com @rojas_ecuador

Empecé la mañana hojeando la página de opinión, hice una pasada rápida por los títulos y me devolví al de Cecilia Ansaldo: “Margo y Laura”.

Pensé que no importa si escribe de sor Juana Inés de la Cruz o de unas Margo y Laura que no conozco. Las columnas de Ansaldo son siempre un espacio de cuidado, pulcritud, agudeza, y eso se disfruta.

El texto se inició con una pregunta: ¿Por qué nos interesa conocer a los escritores, verlos y oírlos…? Mientras trataba de seguir el hilo sobre Margo y Laura, era imposible no dejar de pensar en esos escritores que fui conociendo en mi vida, esos que enfrenté en persona y aquellos que llegaron por otros caminos.

Muchos años atrás me tropecé con una ruma de libros en oferta de un tal Gonzalo Rojas, la compré por intuición, tal vez por el apellido, o porque el “precio por kilo” era un chiste. Las imágenes y ligereza de sus versos hicieron que rápidament­e se convirtier­a hasta hoy en mi poeta de cabecera. “La palabra placer, cómo corría larga y libre por tu cuerpo la palabra placer”.

Tarde de invierno, una estación de trenes llena de exaltados jóvenes que aplaudían y vitoreaban a Nicanor Parra, un viejo flaco y canoso, que solo en una mesa, con un vaso de agua y lo venenoso de sus antipoemas, le cambiaba de nombre a las cosas. “Durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne. Hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa. Suban, si les parece. Claro que yo no respondo si bajan echando sangre por boca y narices”.

Teresa Calderón, la única poetisa que me llamaba la atención, nunca la había visto y de pronto me la encontré en el lanzamient­o de otro escritor, Floridor Pérez. Con mis 24 años me paré al frente, nos quedamos mirando largo rato en silencio, ella me doblaba o triplicaba en edad, le pedí que me firmara el libro de Pérez y me dejó una dedicatori­a que todavía me hace temblar. Dos días después me venía a vivir a Ecuador.

Así llegué, una cosa llevó a la otra y terminé participan­do en los talleres de Miguel Donoso Pareja, conociéndo­lo, escuchando sus historias, creo que nos hicimos buenos amigos. Se transformó en uno de los dos escritores que más han influido en mí. El otro es Luiz Duboc. Maestro del oficio, del ritmo, de la precisión del lenguaje. Uno se fue a Brasil, el otro más lejos.

En el camino se dieron más encuentros, entre ellos con Savater, Jodorowski, Andrés Newman y Leonardo Valencia, quien además me hizo redescubri­r a Alejandra Pizarnik, cosa que siempre le agradeceré porque es la escritora que comparto con mi hija Camila.

¿Por qué nos interesa conocer a los escritores, verlos y oírlos…? Tal vez porque sentimos que en un momento pensamos juntos, o por la simple sorpresa de dejarnos llevar por los encuentros.

Se viene la Feria del Libro de Guayaquil, y es un buen lugar para aparecer y conocer, entre otros escritores invitados, a Margo y Laura, de las que hablaba Cecilia Ansaldo en su columna. Ahí nos vemos.

(O)

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