Si usted cambia…, ¡cambiarán!
Haga la prueba, concrete un pequeño pero significativo cambio de actitud hacia los miembros de su equipo y notará cambios de parte de ellos hacia usted. ¿Parece simple e inverosímil? Sí, pero funciona un 90 % de las veces.
Nada cambia hasta que alguien cambia. Hay equipos que se traban y se complican por la acción o inacción de una sola persona: ¡una sola! ¿Le resulta familiar esto?
La falta de autoanálisis impide tomar conciencia del efecto que tiene nuestro lenguaje en los demás. «Cuida tus palabras y ellas cuidarán de ti», asegura Luis Castellanos.
El empleo de palabras negativas al retroalimentar, por ejemplo, incrementa exponencialmente la conducta errada y la frustración del equipo, que no ve reflejado en la manera como se corrige un valor que se profesa.
Una persona que suele criticar a sus compañeros y los expone desnudando públicamente sus errores dejará de ser escuchada por ellos. Otra sería la situación si, en lugar de eso, les preguntara cómo los puede ayudar, pues, incluso si al inicio se mostraran recelosos, le recibirían los aportes.
Si alguien con «poder» desiste de presumir que siempre tiene la razón, puede, cuando menos, considerar a fondo los argumentos de sus colegas o colaboradores. En tal caso, a lo mejor ocurriría el «milagro» y reconocería que tenía «una» razón, pero no toda la razón. Escuchar es ver al otro.
«Cuando se encuentre en un agujero, deje de cavar», reza el refrán. No se engañe. Lo hechos hablan: indican que es su conducta, y no la alguien más, la que debe corregir. ¿Puede por lo menos pensar en esa posibilidad? Sus colegas apoyarán su esfuerzo por cambiar, ¿lo puede intentar? «Si no dejo atrás el rencor, no habré salido de la cárcel», reflexionaba Mandela. El
“SÓLO LE FALTA EL TIEMPO A QUIEN NO SABE APROVECHARLO”