Muerte por covid
En la partida del Registro Civil sobre la muerte reciente de un caballero en plenitud de vida, constan las siguientes causas: Insuficiencia respiratoria aguda, neumonía viral, covid-19, síndrome respiratorio, fallo múltiple. Sus parientes acudieron a los servicios de uno de los más competentes hospitales de Quito, pero todo fue en vano: el covid lo mató. Cuando el Médico realiza un examen previo, introduce en la nariz un hisopo para recoger muestra. ¿De qué? De coronavirus, que haya ingresado, igual que por la boca y los ojos; y se prepara para invadir los pulmones, donde se reproduce hasta impedir que la víctima pueda respirar y caiga en asfixia y muerte. En una comparación, se dice que los pulmones parecían de piedra.
También ataca a los demás órganos: por ejemplo, el estómago ya destrozado, empieza a expeler diarrea. En el curso de la enfermedad, se produce mucho dolor. Los médicos auxilian inyectando sedantes.
La ciudadanía debe saber que ese calvario demanda gastos cuantiosos que pagan el gobierno, el Seguro Social, la Beneficencia en Guayaquil y los parientes del enfermo. Si en esta batalla los familiares acuden a casas de salud privadas y es necesario ponerlo en cuidados intensivos, los costos son sumamente elevados: entre 2 000 y 3 000 dólares diarios
En uno y otro caso, introducen al enfermo grave un tubo de plástico hasta la tráquea; desde allí el oxígeno combate el virus y en muchos casos, hay salvación. La ciudadanía del Ecuador recibe información e instrucción limitadas: la reducen a lavarse las manos frecuentemente con abundante jabón; utilizar mascarilla y mantener distancia de 2 metros. La mascarilla evita que el portador que tiene el virus en la nariz, cuando estornuda lo envíe en las burbujas de la saliva. Reunirse sin distancia razonable entre las personas, permite el contagio fácil.
Se observa que no permiten velorio, ni sepelio de la víctima. Por ello, toda vez que el cadáver tiene el virus por millares, lo incineran en un horno. Lo mucho que pueden esperar los deudos es un puñado de polvo de sus huesos. Una campaña informativa de estas realidades, divulgada en términos simples y conocidos para la generalidad, y si evitamos el uso del lenguaje científico y difícil de comprender fácilmente, es indispensable, conjuntamente con la publicidad que ahora difunde el sector oficial.
Es hora también de utilizar la ley contra los rebeldes a las órdenes oficiales de prevención; a aquellos que organizan fiestas clandestinas, en las que el contagio es inevitable; en general contra quien atente la salud pública. Si hay en esta nota algún error, especialmente por no usar el lenguaje médico pertinente, el lector se dignará comprender que es una contribución a un problema que atormenta con grandes dolores hasta la muerte del paciente.