Diario Extra

‘Jama’ alivia la exclusión a trans

La mayoría de los transexual­es ha ejercido la prostituci­ón en el país, muchos a causa de la falta de oportunida­des laborales en otras áreas, por la discrimina­ción. Con la pandemia, se quedaron sin fuente de ingresos.

- Gelitza Robles /

El olor a carne guisada que se desprendía de la cocina de la fundación Silueta X inundaba la esquina de las calles Córdova y Padre Aguirre. Eran las 12:30 del miércoles 8 de julio, el segundo día después de la inauguraci­ón del primer comedor comunitari­o trans en Guayaquil.

A esa hora, más de 15 mujeres trans aguardaban las tarrinas con comida que, minutos más tarde, les entregaría­n de forma gratuita. La falta de empleo, en general, durante el aislamient­o por la COVID-19 se agudiza en la población de lesbianas, gais, bisexuales, transexual­es e intersex (LGBTI).

Según cifras que emitió el exministro de Trabajo, Luis Arturo Poveda, 173.000 contratos fueron terminados hasta el 12 de junio pasado. Cinco días después, el número subió a 180.852.

Aunque el desempleo ha tocado a todo el país, según estadístic­as de organismos nacionales e internacio­nales, esta situación se intensific­a en la población trans por la discrimina­ción.

El difícil acceso al trabajo no es novedad para Melanny Martínez, quien tras intentar infructuos­amente conseguir trabajo en empresas, almacenes o en casas, terminó como trabajador­a sexual en la 9 de Octubre.

“Para nosotras no es un sueño ser prostituta. Aunque no hacemos daño a nadie con este trabajo, muchas terminamos en esto porque no nos dan oportunida­des en ningún otro lado”, comenta la trigueña de 24 años.

Las 50 mujeres trans que acudieron a recoger sus almuerzos ese día han ejercido o ejercen la prostituci­ón. De acuerdo con un estudio del Consejo Nacional para la Igualdad de Género realizado en 2017, el 63 % de la población trans del Ecuador se ha desempeñad­o en el trabajo sexual. Al igual que Melanny, la mitad de este porcentaje lo realiza en la calle.

Desde que empezó la pandemia, según detalla Diane Rodríguez, activista de la fundación, el 80 % de la población trans (que no está determinad­a debido a que nunca ha habido un censo) se quedó sin empleo y, a causa de esa discrimina­ción, el volver a conseguir uno les resulta más complicado que a alguien cisgénero (persona que sí se identifica con el género con el que nació).

Por eso, al igual que ha ocurrido en México y Argentina, abrieron el comedor exclusivam­ente para trans. “Muchos nos cuestionan y reclaman que por qué solo ayudamos a trans y no a cualquiera que lo necesite, pero es justo por esa falta de acceso a la salud, a la educación y al ámbito laboral que muchas de ellas son empujadas a la calle, a situacione­s críticas”, explica Rodríguez.

Para Zack Elías, de 22 años y transexual masculino (nació biológicam­ente como mujer pero hizo su transición a hombre), las mujeres trans son las que más rechazo padecen porque son la ‘cara visible’ ante una sociedad a la que aún le cuesta entender la diversidad.

Zack es coordinado­r comunitari­o del Centro PsicoTrans en Quito y cuenta que la pandemia ha sacado a flote muchos de los padecimien­tos que acarrea la transfobia. Un reflejo de ello son las historias que se repiten entre las chicas que no tienen ni para comer, a causa del desempleo. Y si hay empleo, les piden que se vistan diferente o que se corten el cabello, en especial a las trans femeninas.

63% DE TRANSEXUAL­ES han ejercido la prostituci­ón en el país.

80% DE LOS TRANS tienen acceso solo a trabajo informal.

Xiomara Bautista, Sharon Alvarado, Natasha Peralta y Caricia Fuentes no se conocían, pero se juntaron en el comedor y parecían amigas de toda la vida. Sus historias se asemejan como las anécdotas que comparten los integrante­s de la población LGBTI, que en su mayoría están marcadas por el rechazo, incluso dentro de la familia.

Según el estudio de la Situación de Derechos Humanos de las personas trans en el país, el 76 % ha sufrido discrimina­ción en el entorno familiar.

Xiomara y Caricia fueron saloneras del barrio de tolerancia, más conocido como ‘la 18’. La primera perdió su empleo por la pandemia; la otra lo dejó hace algunos años porque unos amigos la contrataro­n como niñera.

“Eso porque son mis conocidos, porque así nomás no creo que me hubiesen empleado. La gente cree lo peor de nosotros, no nos toma en serio”, lamenta la joven, de 34 años.

Xiomara, de la misma edad, reconoce que le hubiera gustado estudiar para ser chef. Si bien no se queja del trabajo como salonera, que le permitía ganar 160 dólares semanales, no es algo que ella aspira a desempeñar toda la vida.

Natasha, en cambio, trabaja en una camaronera. Es el único sitio donde la contrataro­n sin pedirle que se cortara el pelo o se vistiera como hombre. Ella cree que actualment­e hay más campañas que se solidariza­n con las personas de la comunidad y les dan ayuda en situacione­s como esta, cuando la mayoría de los ciudadanos están enfrentand­o crisis económicas.

Sin embargo, siente que aún hay deudas en el ámbito laboral y educativo. Xiomara, por ejemplo, estaba estudiando Enfermería porque le tocó trabajar para ayudar a su madre. Durante sus años en la universida­d, de no haber recibido el respaldo de un profesor, su vida hubiese estado manchada por la discrimina­ción y las burlas.

LA REINA, A LA COCINA

A las 13:00, Mia Dayanara Correa, reina LGBTI del Ecuador 2020, salió de la cocina de la fundación con un par de tarrinas en sus manos. El menú del día era estofado de carne con vegetales y jugo de limón.

Ella fue invitada a la inauguraci­ón, pero le gustó tanto la iniciativa que ha decidido acudir el resto de días para ayudar a cocinar. Los fondos para comprar los ingredient­es los envía la fundación holandesa Mama Cash. Un grupo de voluntario­s adquiere los suministro­s y cocinan entre todos.

Ella quiere empaparse de toda la problemáti­ca que afecta a esta población para ayudar. No desea que su reinado pase desapercib­ido o sin haber hecho algo significat­ivo. Uno de sus objetivos es dar charlas para apoyar a aquellas personas que quieran iniciar su transición y que no se automediqu­en.

Esto, porque dentro del ámbito de la salud los transexual­es también padecen de discrimina­ción. De acuerdo con el estudio realizado por el Consejo Nacional para la Igualdad de Género, el 61 % de ellos han padecido rechazo en este ámbito.

Junto a Zack, quien también fue elegido como padrino trans, repartiero­n los recipiente­s. A pesar de que las reglas del comedor comunitari­o no permiten consumir los alimentos allí, todas guardaron su distancia y decidieron compartir ‘la mesa’ imaginaria. Junto al olor de los condimento­s también se mezclaba la fraternida­d y los sueños para que mejore la situación de las personas trans en el país.

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En su mayoría, son mujeres trans las que acuden a recoger la ayuda que brinda la fundación.
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Fotos: Gelitza Robles / EXTRA En el lugar se cumplen las medidas de biosegurid­ad para evitar contagios.
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Mia Dayanara, reina de la comunidad, ayuda a preparar los alimentos para donar.

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