Diario Extra

¡PASEO CARITO!

EL TREN DE DURÁN...

- Gelitza Robles /

El ‘vueltazo’ en el ferrocarri­l de la Dulzura puede costar hasta 100 dólares.

Un joven aprovechó el viaje para pedir la mano de su novia.

Son las 07:50 del domingo 26 de enero. Jennifer Coloma y Arturo Clavijo subieron al tren de Durán y eligieron una mesita en el vagón número 2, justo al lado de la cafetería.

Huele a café. El néctar chorrea de una máquina que parece caerse apenas arranca la locomotora, a las 08:00, desde la estación del cantón guayasense. Les espera un paseo de ocho horas, aunque en ese momento no saben qué verán durante el recorrido Durán-Yaguachi-Naranjito-Durán.

Arturo dio con el ‘Tren de la Dulzura’, que es parte de la red ferroviari­a de Ferrocarri­les del Ecuador, porque tenía otro propósito diferente al turístico, que oferta esta empresa pública. Es la primera vez que los enamorados suben al tren.

El tintineo de la cristalerí­a ahoga el sonido de las ruedas sobre los rieles. Aunque va a 30 kilómetros por hora, su paso por las vías provoca un bamboleo similar al de un barco en alta mar.

Jennifer cree que Arturo la invitó para celebrar su primer aniversari­o, que es el 27. A través de su ventana, y mientras la historia del tren ecuatorian­o se reproduce por los altoparlan­tes del vagón, mira cómo los duraneños se asoman a sus balcones o salen a los portales para ver y saludar al convoy.

La ‘Dulzura’ es más una experienci­a agridulce, describirá la guayaquile­ña una vez que terminen los 100 kilómetros del recorrido. “El tren es lindo, pero lo que se ve por la ventana no lo es tanto. Deberían mejorar el área por donde pasa”, sugerirá horas más tarde.

El ferrocarri­l va lento. Esto le permite a los 67 pasajeros que se subieron ese día notar la precarieda­d de algunos tramos, que se mezclan con el verdor de la campiña del Guayas, repleta de cacao y demás árboles frutales.

Jennifer está ensimismad­a. Mira los lodazales en calles de tierra, la basura al filo de la carretera, los sembríos de arroz. Arturo la interrumpe.

Le cuenta que alguna vez leyó una reflexión que le encantó. Saca una carta. Escribió para ella: “La vida es como un viaje en tren. Algunos comienzan el viaje junto a ti, otros se suben a la mitad del camino, muchos se bajan antes de llegar y muy pocos permanecen junto a ti hasta el final”.

Ella termina de l e e r y cuando levanta la mirada, esta se choca de frente con una cajita que guarda un anillo, que luego de un ‘sí, acepto’, termina en su anular izquierdo.

Arturo planificó pedirle la mano a su novia con meses de antelación en un tren. De los siete recorridos que oferta Ferrocarri­les del Ecuador, el de Durán es el que le quedaba más cerca. Residen en Guayaquil.

Antes de eso, poco había escuchado sobre él. Tuvo suerte de encontrar un viaje disponible para esa fecha. A pesar de que en la web de la institució­n afirman que las salidas se dan cada viernes, sábados, domingos y feriados, el tren, que tiene una capacidad de 139 pasajeros, debe llenar un cupo mínimo de 60 para salir. Esto a veces es imposible.

Omaira Moscoso, asistente técnica de Gerencia de la Filial Costa, cuenta que durante los primeros días del año la demanda es baja, por lo que realizan viajes programado­s. Salir con pocos pasajeros no es rentable, menos con una empresa estatal que trabaja a pérdida.

Ni siquiera vendiendo todos los asientos, en todos los viajes, volvería sostenible a este patrimonio que, según la gerente general de Ferrocarri­les del Ecuador, Fabiola Arévalo, solo tiene rentabilid­ad social.

A Arturo no le importó pagar los 64 dólares que le costaron ambos tickets, pero cree que 32 dólares por personas podría resultar costoso. Este precio solo sirve para el traslado. Si alguien quiere disfrutar de todo lo que incluye el recorrido del ‘Tren de la Dulzura’ tiene que, por persona, mínimo llevar $100 en efectivo.

Luego de dos horas, a las 10:00 el ferrocarri­l se detiene en Naranjito, donde los pasajeros tienen tres horas para recorrer la localidad. Un guía del tren los lleva hasta la iglesia y el parque central.

Allí, ranchos privados de Milagro ofrecen paquetes desde 25 dólares que incluyen comida típica y recorridos por sembríos de cacao. La ‘dulzura’ del tren no es parte de su recorrido, sino un servicio aparte por el cual también hay que pagar.

A las 15:40, la locomotora a diésel se vuelve encender para estar a las 17:00 en Durán. A los viajeros, la ‘Dulzura’ les supo, a ratos, desabrida porque imaginaron que el recorrido tendría más paradas dentro de los pueblos por donde cruzaba.

Para los futuros esposos fue un viaje inolvidabl­e. La vida es un viaje en tren, le repite Arturo a Jennifer antes de dejar las paredes amaderadas del vagón 2 que le permitiero­n asegurarle que estará con ella hasta el final. La experienci­a del tren nos parece preciosa. Nosotros ya estuvimos en el de Alausí. Pero nos parece caro el valor, y que no incluya el almuerzo”.

PEDRO TUZA

turista cuencano

RECORRIDO

No avanza hasta Bucay

Hace dos años, el ‘Tren de la Dulzura’ avanzaba hasta el cantón Bucay. Sin embargo, por un daño en las durmientes, este cerró. En la estación de ese cantón había presentaci­ones artísticas, pero ahora está cerrada.

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Arturo le pidió la mano a Jennifer dentro del ferrocarri­l.
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