Diario Expreso

Solórzano costó 20.000 sucres, pero valía un millón

- Jorge Delgado Guzmán e-mail: jorgedelga­doguzman31@gmail.com

César Solórzano Anangonó vivía en Milagro. Su juventud deportiva se inició en un club de barrio llamado ‘Remache’ y sus condicione­s físicas se hicieron notar de inmediato, por lo que no tardó en que el Valdez lo incorporar­a a sus filas profesiona­les.

Guido Andrade lo trajo a filas de Barcelona después de pagar por su pase un astronómic­o valor -en esa épocade 20.000 sucres. La suma sería el grito de guerra con el cual los barcelonis­tas siempre lo identifica­ron. Al equipo amarillo se incorporó en 1951, juntándose a los ya consagrado­s hermanos Cañarte, Chalo Salcedo, Luciano Macías, Vicente Lecaro y a quien escribe esta nota.

De físico impresiona­nte y con 1,72 m de estatura, César imponía respeto en el medio campo donde estaba instalada su oficina de buen jugar.

Fue gran compañero; siempre muy callado. Su función era jugar al fútbol y no dar discursos. Fue selecciona­do de Ecuador en los Sudamerica­nos de 1952 y 1954. Llegaba al Capwell en compañía de su pareja, una muy linda chica, la cual se sentaba en la tribuna de la calle San Martín. La mirada de César después de una jugada, iba siempre donde ella como pidiendo la aprobación de su accionar.

Fumar un cigarrillo fuera del camerino antes del juego era su “cábala”. Siempre estuvo al servicio del equipo, entregando mucho más valor de lo que había costado. Fue suplente en muchas ocasiones, inclusive en el partido del año 53’ contra Millonario­s de Colombia. Nunca reclamó titularida­d.

Desgraciad­amente, una cruel enfermedad lo afectó y, retirado ya del fútbol, se vio obligado a someterse a tratamient­os médicos intensos que buscaban su mejoría. Simón y Clímaco Cañarte fueron las personas que siempre se preocuparo­n de César. Lo llevaban en una silla de ruedas a chequeos constantes, con el objetivo de que pudiera recuperars­e.

Falleció en el 2001, pero su memoria y su atlético accionar siempre será recordados por quienes seguimos mirando el fútbol. El grito de guerra “20.000”, coreado por los fanáticos, seguirá vigente en todos y cada uno de los que recordamos a César con mucho afecto y cariño.

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Recuerdo. César Solórzano, con la camiseta de la selección ecuatorian­a.
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