Manolo Barcia, el último cabuyero de Montecristi
A este oficio lo considera una valiosa herencia cultural y anuncia que mientras tenga fuerzas seguirá en él ❚ En el pasado había 60 talleres, hoy solo queda 1
En lo alto de Montecristi, provincia de Manabí, con clima frío y neblina semejante al de ciertos rincones de la serranía ecuatoriana, se ubica el sitio El Chorrillo.
En este lugar, junto al cerro, practican un oficio ancestral que se niega a desaparecer. Se trata de la elaboración de sacos y otros artículos a base de cabuya. Esta fibra natural la provee una planta que se cultiva en Imbabura, desde donde llega el material a Manabí, desde hace décadas.
La industria del plástico mermó un poco esta actividad, provocando el cierre de talleres, fábricas, y alejando a quienes utilizan esta tradicional forma de ganarse la vida, teniendo que buscar otras alternativas de subsistencia. Pese a las adversidades, Manolo ‘Tres Hermanos’ Barcia Delgado, se muestra reacio. No quiso que el arte de trabajar con la cabuya, impulsado por sus antepasados, muriera, y solo queden recuerdos. Él es considerado por el pueblo como el sobreviviente de la cabuya.
El artesano recuerda que tenía 12 años cuando empezó en el oficio. Eran tiempos en los que las únicas herramientas con la que se contaba eran las manos y la creatividad que les caracterizaba. Aprendió gracias a sus tíos, ya fallecidos, quienes le dejaron lo que considera una valiosa herencia cultural. “En sí el arte llegó a Montecristi por el colombiano Flavio Corral. Él trajo la enseñanza, sino qué fuera de nosotros, eso fue en la década de los años 40. El pueblo fue tan agradecido que lo enterró en nuestro cementerio, pero su legado está intacto”, dijo Barcia.
Otro personaje valioso fue Pedro Michelena, quien impulsó la práctica del oficio, dijo el manaauge, recuerda Manolo, se extendió a otras zonas como Cerro de Jaboncillo, Los Bajos y el casco urbano de Montecristi. Hubo un tiempo que con la existencia de las fábricas cabuyeras lo artesanal se fue perdiendo, sin embargo, tras el cierre los artesanos retomaron la labor y abrieron sus propios locales.
Los clientes llegaban desde Los Ríos, El Oro y otros cantones de Manabí; eran comerciantes de café y cacao, pues según recuerda el artesano, estos grandes sacos eran propicios para trasladar estos productos de venta masiva.
En sus inicios traían miles de quintales de cabuya desde la región Interandina, en tiempos
donde el negocio era bueno, lamenta Barcia, anunciando que actualmente se piden 30 quintales cada dos meses, porque considera que hay poca demanda. “El plástico vino a reemplazar a la cabuya, es mucho más barato. Recuerdo que cuando recién se dio lo del dólar, el quintal costaba $ 13, hoy $ 60”. Los clientes han ido muriendo, quedan pocos. “Se trabaja cuando hay, por dos días seguidos, luego detenemos la marcha”.
Barcia es el único que queda en su taller, donde muestra sus productos ya finalizados. Para su mala fortuna, tiene 300 sacos guardados en una pequeña bodega. Hace dos meses no puede venderlos, y a pesar que hay motivos para dejar la actividad, mucha gente lo motiva diciéndole que pronto volverán los buenos tiempos.