¿Golpe de timón?
EDITORIAL
Al asegurar el gobierno desembolsos por $10.200 millones se ha roto, finalmente, el esquema de política fiscal y de crédito público implantado en los últimos doce años. Del financiamiento oneroso, con préstamos amarrados y comisiones arbitrarias, destinado a tapar huecos para abrirlos más grandes aún, la nueva circunstancia configura un programa financiero estructurado y cuyos efectos más notables incluyen el de cambiar el perfil de la deuda, la supervisión de los organismos multilaterales y la sujeción a la condicionalidad negociada. La inyección de recursos de los multilaterales permite financiar proyectos de interés social y económico y, en el caso de la Facilidad Financiera Extendida del FMI, permite oxigenar la reserva pues no se trata de recursos de libre uso del gobierno, sino de liquidez general para la economía. La mejor forma de visualizar los fines del financiamiento otorgado es que al ganar liquidez la economía se da una inyección de recursos a la producción y por lo tanto, a través de la inversión, a la generación de empleo, y el incremento de la capacidad de consumo de los ecuatorianos.
Los recursos deben, además, ser utilizados para que el proceso de ajuste fiscal pueda ser ordenado. La crisis de la economía ecuatoriana se origina en el crecimiento disfuncional del Estado y los déficit acumulados; en la enorme presión sobre el crédito que el Estado ha ejercido; las malas inversiones y las empresas públicas manejadas cuales botines políticos; la pobre planificación, el cierre comercial y la crisis
El arte del apto manejo económico radicará en equilibrar la reducción del sector público con la expansión del sector productivo’.
del régimen previsional. El efecto ha sido el desfallecimiento de la producción atenazada por un régimen tributario cuya estructura está dislocada, un régimen laboral que conspira contra el empleo, y una oleada de corrupción que se le ha robado a los ecuatorianos el equivalente de dos presupuestos del Estado.
El arte del apto manejo económico radicará en equilibrar la reducción del sector público con la expansión del sector productivo, y se habrá dado un golpe de timón en la medida en que se mantenga la congruencia en las futuras acciones del gobierno. Mantenemos la posición crítica por el tiempo perdido, pero ha llegado la hora de adoptar la fórmula ganadora que, habiendo sido ignorada, hoy vuelve a mostrarse imprescindible y es la única opción que augura progreso.