Crepúsculo de la ALBA
Aquello de que “el diablo paga mal a sus súbditos” lo estamos viendo ante la desintegración de la ALBA, cuyo cadáver autopsiado revela una desintegración putrefacta evidenciada desde los albores de su nacimiento, allá por el 2004, cuando dos farsantes traidores y miserables políticos, uno isleño y otro continental, bautizaron así a este organismo, al que maquillaron como generador de una integración caribeño-latinoamericana, cuando en realidad se trataba de un aquelarre dirigido por Castro y Chávez, cual apóstoles de la tiranía, del latrocinio y de la desintegración social de sus respectivos pueblos.
Chávez, el caudillo maléfico, utilizando estratégicamente la petropolítica, anexó a Nicaragua, dominada por el sanguinario dictador Daniel Ortega, que le serviría para aglutinar a otros Estados como Ecuador, a la época dirigido por un cabecilla que se identificaba con él, cual verdadero siamés, y que luego unidos, incorporarían a Bolivia.
Una vez comprometidos los amigos del trato, estimularon la petrodependencia de países como Antigua y Barbuda, Dominica, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, y Granada, todos ellos islas caribeñas que no tienen ningún vínculo con la real y verdadera geopolítica Bolivariana que, como su nombre lo indica, fue el fruto de un eximio soñador, Simón Bolívar, que creía fervientemente en la posibilidad de un gran Estado -la Gran Colombiaque sería la máxima expresión de una estrategia territorial, gracias a la cual se podría comprobar la factibilidad de la unión de países que pudiesen ser la esencia de una verdadera integración americana.
Afortunadamente, aunque tarde, sacudiendo el polvo y la vergüenza de nuestros hombros, nos hemos desembarazado de la ALBA, cuya meta no fue jamás el propugnar una verdadera integración, sino ampliar la esclavitud psicológica de los pueblos que la integraban, para estructurar un polo maléfico de izquierda que ante su fracaso mundial como sistema político, buscaba afianzarse en la ALBA cual especie de tabla de salvación.
¡Por un Ecuador libre de grilletes!
Y sigo andando…