Todas las miradas apuntan a Italia
“En Francia deberíamos tomarnos a Italia mucho más en serio. Podemos aprender mucho de un país tan exitoso”. Puede parecer una cita de hace siglos, no de 2015, cuando la embajadora de Francia ante Italia elogió y defendió, muy legítimamente, la tierra de Dante. El año siguiente, después del referendo británico por el “brexit”, periodistas italianos me preguntaron si su país podría reemplazar al Reino Unido en el informal “club de los tres” Estados líderes de la Unión Europea, con Alemania y Francia. Pero ahora, esa mezcla reciente de confianza y esperanza sucumbió al peso aplastante de la realidad política. Hoy es posible que Italia sea el principal candidato al título de “enfermo de Europa”. Hasta se la puede ver como una metáfora, o acaso una sinopsis, de todo lo que salió mal en el continente. El resto de Europa (en particular mi país, Francia) tiende a ignorar a Italia cuando las cosas van bien y a subestimar las consecuencias potenciales cuando van mal. Pero ahora las cosas están tan mal que es imposible minimizar las consecuencias. Por primera vez, una coalición de fuerzas políticas antisistema y antieuropeas llegó al poder en un Estado fundador de la UE. Los italianos cruzaron el Rubicón político en un momento en que su decisión puede afectar (del modo más negativo posible) la evolución de todo el proyecto europeo. El peligro no es que Italia esté a punto de abandonar la UE, como los británicos. Hay una mayoría de italianos que no está dispuesta a eso. El peligro es que, como Hungría y Polonia, se quede, pero ignorando las normas de la UE y burlándose de sus valores. Los italianos se sintieron (con razón) abandonados por sus pares europeos y obligados a confrontar solos el ingreso masivo de refugiados. Y cumplieron su deber humano en forma digna, con la ayuda de una sociedad civil que puede considerarse modelo para muchos otros países. Pero la consecuencia fue que los hombres y mujeres que estaban en el poder cuando Italia recibió a más de 600.000 refugiados perdieron las elecciones. Se los castigó por hacer lo correcto y por haberlo hecho solos, lo que los hizo parecer idealistas peligrosamente ingenuos, en el mejor de los casos, o burócratas ineficientes, en el peor. Pero lograr que Francia reconozca su cuota de responsabilidad (compartida con otros) es una cosa; convalidar que un miembro fundador de la UE decida no cumplir las reglas es otra. En el estado actual de Europa, no existe ni existirá un mecanismo disuasivo fuerte. Ya no hay lugar para la indiferencia. Lo que está sucediendo en Italia afecta directamente a Francia y sus ambiciones de reforma europea. Con una Alemania políticamente debilitada, una Europa del Este hostil, una España en gran medida paralizada, y ahora la probabilidad de un gobierno populista al mando de uno de los miembros fundadores de Europa, Francia y su presidente Emmanuel Macron (un firme creyente en el ideal europeo de una “unión cada vez más estrecha”) corren riesgo de quedar en una posición de “espléndido aislamiento”. Es difícil determinar cuánto tiempo permanecería Francia en ese lugar. Lo que está sucediendo en Italia puede prefigurar lo que suceda mañana en mi país, donde el Estado es más fuerte y la sociedad civil es más débil. La embajadora francesa no se equivocó: Francia debería tomarse más en serio a Italia. Pero no por las razones erradas.
...las cosas están tan mal que es imposible minimizar las consecuencias. Por primera vez una coalición de fuerzas políticas antisistema y antieuropeas llegó al poder en un Estado fundador de la UE’.